Precursor de instituciones que a la postre se transformaron en pilares del desarrollo nacional, como el Fondo de Cultura Económica y el Banco de México, el economista Gonzalo Robles (1891-1980) cuenta ya con una biografía en la que su trayectoria es punto nodal para comprender a toda una generación de intelectuales y políticos que configuraron el México moderno.
Gonzalo Robles: una utopía sepultada, volumen escrito por Marcela Dávalos, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se inscribe en una nueva corriente del género biográfico; en ésta, el enaltecimiento de los personajes ha cedido lugar al conocimiento y la comprensión de las inquietudes que llevaron a ciertos individuos a trastocar la realidad social de su época.
En la presentación del libro, coeditado por el INAH y El Tucán de Virginia, la autora hizo hincapié en que la figura de Gonzalo Robles “invita a escribir una biografía” no sólo por sus sobrados méritos, sino porque dejó un gran registro de cuanto sucedía a su alrededor, consciente quizá de que poco después de su muerte “estaríamos ubicados en una sociedad líquida”.
Destacó que como historiadora tuvo en su favor un gran marcaje en su indagación, ya que las centenas de documentos, resguardados en su mayoría en el Fondo Gonzalo Robles del Archivo General de la Nación, permiten reconstruir su trayectoria con minucia y, con esto, el contexto social en el que participó.
“Tanto su correspondencia como los testimonios de quienes lo conocieron nos permiten referir a esa parte difícil para la historia que es reconstruir la subjetividad de los individuos y la forma en que, de acuerdo con las épocas, han cambiado las percepciones del mundo”, comentó Marcela Dávalos, durante la presentación de la obra en el Auditorio Jesús Silva Herzog, de la Facultad de Economía de la UNAM.
En los comentarios sobre el libro, la ex directora de la Facultad de Economía, Ifigenia Martínez Hernández, describió en unas cuantas frases a quien fuera su maestro:
“Costarricense de origen, Gonzalo Robles se vio involucrado en los entretelones de la Revolución Mexicana. Viéndose ante el dilema de definirse con claridad, lo hizo siempre sin dejar lugar a dudas. Desde su apoyo a Madero contra la dictadura de Huerta hasta su notable cercanía con el proyecto de reparto agrario, terminó siendo parte de quienes impulsaron la construcción de nuevas instituciones dirigidas a la realización de un programa revolucionario”.
Así, Robles fue una de varias figuras que marcaron un nuevo periodo en la vida de México, aquel emanado de las luchas de inicios del siglo XX, una fase contradictoria y profunda que abarcaría principalmente los años 20 y 30, es decir, los gobiernos de Álvaro Obregón, de Plutarco Elías Calles y el denominado “Maximato”, y el de Lázaro Cárdenas.
A don Gonzalo, continuó la maestra Ifigenia Martínez, se le vinculaba con la política industrial, “con la convicción de que México dejara de ser un simple país minero al que se extrajera riqueza o se explotara a sus campesinos. Él siempre habló de .la necesidad de un orden industrial propio”.
Recordó que el reconocido economista fue director del Departamento de Estudios Industriales del Banco Central (Banco de México), área desde la cual se buscaban formas a través de las cuales el país no fuese sólo exportador de sus materias primas.
En la reciente edición, abundó la historiadora Marcela Dávalos, se encuentra el perfil no sólo de un hombre, sino de una generación de pensadores, como Daniel Cosío Villegas, Emigdio Martínez Adame, Jesús Silva Herzog y Eduardo Villaseñor (todos ellos fundadores del FCE), que de alguna manera fueron los primeros practicantes de la política social.
“Los primeros que construyeron realmente instituciones actuaban cada día ante la expectativa de que todo lo pasado debía quedar atrás, creían que de las cenizas de la Revolución nacería todo nuevo. Y todo, efectivamente, estaba por hacerse. Todo estaba abierto.
“En Gonzalo Robles, esto se reflejó en su interés por construir escuelas al aire libre y en libertad. Influido por las ideas de León Tolstoi, era un convencido de que la educación curaría todos los males y consideraba viable la creación de comunidades agrarias, autosuficientes, donde la escuela y el trabajo fueran dirigidos por los campesinos mismos”, concluyó la investigadora de la Dirección del Estudios Históricos del INAH.