Con el reciente anuncio de la apertura de Facebook como empresa cotizadora en bolsa, surgen también los primeros millonarios que apostaron a su favor desde el inicio.
Sin duda la cotización de Facebook en la bolsa de valores estadounidense tendrá repercusiones de las que ahora no se tienen más que débiles indicios.
Por lo pronto, sin embargo, mientras dura la eufórica embriaguez de los anuncios y las felicitaciones, de la transformación radical y acaso irreversible en una entidad de nuevos (pero conocidos) rasgos, salen a luz los casos de ciertos personajes que en las primeras etapas de Facebook decidieron arriesgarse por un proyecto de futuro todavía incierto por el cual, a pesar de todo, apostaron.
Tal es el caso —uno de los más curiosos— de David Choe, un graffitero que decoró con su talento las primeras oficinas que tuvo la empresa fundada por Mark Zuckerberg en Palo Alto, California. En 2005, Choe recibió de Sean Parker —entonces presidente de Facebook— una invitación para pintar las paredes del lugar, pero al momento del pago Parker le propuso elegir entre los doscientos dólares en efectivo que daría por su trabajo o un número de acciones equivalente. Choe eligió esto último y dicha decisión lo tiene ahora con cerca de 200 millones de dólares en la bolsa.
Y aunque quizá Facebook no sea el mejor ejemplo para esta moraleja ni la riqueza súbita la única recompensa válida, sin duda atreverse a creer en lo nuevo cuando nadie más lo hace puede ser, eventualmente, uno de los riesgos más gratificantes que pueden tomarse en la vida.