Beatriz de Holanda despidió anoche sus tres décadas de reinado con una cena de gala donde brillaron con fuerza sus verdaderos protagonistas, los futuros reyes Guillermo Alejandro y Máxima -según nota de El PAÍS-.
La soberana entró en el Rijksmuseum con ambos, formando el trío compenetrado en que se han convertido desde la muerte de Claus, su esposo, en 2002. Pero la nueva pareja real ya casi vuela sola, e hizo algunos guiños. El protocolo exigía vestido largo y tiara para las princesas, y Máxima, con un conjunto de brillantes espectacular, repitió vestido.
Era un modelo rojo de Valentino, uno de sus diseñadores favoritos, que ya llevó en 2008 en el 60º cumpleaños de Carlos de Inglaterra. La princesa Letizia optó por el otro extremo, el negro. Su vestido, de seda y encaje, era de Felipe Varela. La tiara, la misma que lució la infanta Cristina en su boda.
Guillermo-Alejandro de Holanda ha recibido horas antes de su gran día una noticia alentadora: un 69% de la población cree que hará un buen trabajo como rey.
El sondeo ha sido realizado por la televisión pública, que en 2012 hizo la misma pregunta y obtuvo un resultado del 59%. Tras años de presentar una imagen poco pulida para un futuro jefe de Estado, el primer monarca varón de su país en más de un siglo atraviesa su mejor momento de aceptación popular.
Al mediodía, acudió a la Iglesia Nueva de Ámsterdam para el ensayo general de la entronización del martes. Le acompañaba su esposa, Máxima, a punto de ser nombrada reina consorte, y sus tres hijas, Amalia, Alexia y Ariana. La llegada al templo, en plena plaza del Dam, el corazón de la ciudad, fue aplaudida por la gente que empieza a congregarse en la zona.
Entre los gritos de “¡Máxima, Máxima!”, sonaron abundantes acentos argentinos, su tierra natal. La mejor vista era la de una turista estadounidense, Seanie Plummer, que ha tomado ya posesión de un lugar tras las vallas protectoras, No piensa moverse en toda la noche. La reina se desplazó a continuación al lugar para practicar su parte en el acto de cesión de la corona. El lunes por la noche se dirigió a la nación para despedirse y explicar cómo deben ser los reyes del siglo XXI.
Si bien la cena marcaba el inicio de la fiesta del relevo generacional en la Casa de Orange, la disposición de la mesa de honor ofrecía varias lecturas. Sentar a tantos comensales señalados sin desairar a ninguno es un arte. En este caso, el protocolo holandés optó por una presidencia deliberadamente ecléctica.
Con la reina Beatriz acompañada, a derecha e izquierda respectivamente, por el príncipe Guillermo y el primer ministro, Mark Rutte, quedaban por decidir las damas que seguirían en importancia. Junto a Rutte, la princesa Máxima. Al lado de Guillermo, la princesa Lalla Salma, de Marruecos. Y a la izquierda de Máxima, el príncipe Alberto de Mónaco.
Es decir, la esposa del rey Mohamed VI y el único jefe de Estado continental que ha acudido a la entronización. Alrededor de todos ellos se sentaron los demás herederos, y los hijos y hermanos de reyes invitados. La princesa Masako de Japón no participó en el ágape. Sí se le espera en las ceremonias de hoy. Masako y su esposo. Naruhito, fueron los primeros en llegar a Holanda. Es el primer viaje oficial de la princesa japonesa en varios años.
El ambiente fue formal, pero los futuros reyes europeos tienen edades similares y su buena sintonía puede verse en las fotos captadas durante la cena. Guillermo de Holanda le explica a la princesa Lalla Salma los detalles decorativos del techo del museo, ricamente decorado.
Su esposa, la argentina Máxima, charla animadamente con Guillermo de Luxemburgo, sentado enfrente. Y en los corrillos anteriores a la cena misma, todos hablan con una cercanía superior a la marcada por el protocolo mismo. El relevo regio ha empezado en el país donde abdicar es una tradición.
Marruecos ha estado representada por Lalla Salma, esposa del rey Mohamed VI de Marruecos. “No se han puesto condiciones. Vienen los que cada país decide”, han dicho, para explicar que Alberto de Mónaco llegue solo y sea el único Jefe de Estado en ejercicio de la cita. Todavía sin heredero legítimo con su mujer, la princesa Charlene, ha preferido desplazarse en solitario.
El caso de Liechtenstein también resalta. El príncipe Alois, hijo mayor del soberano Hans Adam II, ejerce sus responsabilidades de gobierno desde el año 2004, pero no será Jefe de Estado hasta la muerte de su padre. A Holanda, Alois acude con su esposa, Sophie.
El resto sí son herederos a la espera en su sentido más estricto: Felipe y Letizia de España; Carlos y Camilla de Inglaterra; Felipe y Matilde de Bélgica; Federico y Mary de Dinamarca; Guillermo y Stéphanie de Luxemburgo; Haakon y Mette-Maritt de Noruega y Victoria y Daniel de Suecia.
Doña Letizia fue una de las más elegantes de la noche con un vestido negro de su diseñador de cabecera, Felipe Varela.
Las demás monarquías han seleccionado a su gusto a los enviados. Así, de Bahrein llega Saalman bin Hamad bin al Khalifa, el hijo del rey. Brunei está representado por los príncipes herederos, Billah y Sarah. Jordania ha destacado al príncipe El Hassan bin Talal, y a su esposa, Sarvath.
El Hassan es hermano del fallecido rey Hussein y fue su sucesor oficial hasta que Hussein nombró a su hijo Abdalá, actual soberano jordano, en 2004. Qatar ha optado por la jequesa Sheikha Noza, segunda de las tres esposas del emir. El ministro de Cultura de Oman, Haitham bin Tareq al Said, viaja en nombre de su país.
El jeque Hamed bin Zayed al Nahyan, hijo del emir de los Emiratos Árabes, hará otro tanto por el suyo. Y de Tailandia llegarán el príncipe heredero, Maha Vajiralongkorn, y su hermana, la princesa Maha Chakri. El vicepresidente argentino, Amado Boudou, también ha confirmado su presencia.
La que ha sido reina de Holanda durante los últimos 33 años se marcha dejando muy alta la popularidad de la monarquía mientras que Guillermo-Alejandro dice recibir la corona con «humildad» y dando muestras de estar bien preparado.
Dos cualidades apreciadas por sus compatriotas en la última entrevista concedida como príncipe, el pasado día 17. Ahí se ganó a muchos ciudadanos, que vieron también a una princesa Máxima, el mayor activo de la corona, consciente de que pasará a un segundo plano relativo como reina consorte. “Mi marido será rey”, dijo, contundente, en la misma charla.