Producto del estudio de un grupo de especialistas nacionales y extranjeros que se dieron a la tarea de escudriñar los orígenes e impacto de esta manifestación cultural, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) editó un fonograma doble, titulado ¡Arriba el Norte…! Música de acordeón y bajo sexto, que además de rescatar piezas musicales de hace 40 años, incluye un par de libros con 18 ensayos sobre el tema.
Se trata de la producción número 59 de la Serie Testimonio Musical de México, publicada por el INAH, a través de la Coordinación Nacional de Difusión, cuyas grabaciones representan documentos etnográficos y fuentes informativas, destacó Benjamín Muratalla, subdirector de la Fonoteca, al detallar que el par de discos reúne casi medio centenar de canciones que fueron recuperadas de vinilos viejos, tanto de aquellos editados en México, como en Chile, Venezuela, Colombia, Brasil y Holanda, lo que da cuenta de la influencia de la música norteña mexicana en otras partes del mundo.
Luis Omar Montoya Arias, historiador del Centro de Investigaciones y Estudios Sociales (CIESAS) Peninsular, coordinador de los volúmenes, destacó que el disco-libro ofrece una revisión histórica de estos ritmos, cuyo objetivo es contribuir a entender un género que posee valor cultural, más allá de las plataformas en las que se difunde.
¡Arriba el Norte…! Música de acordeón y bajo sexto se divide en dos tomos, uno dedicado a la gestación de la música norteña, y otro a la transnacionalización de esta corriente musical. Mediante 18 ensayos se ahonda sobre esta expresión musical poco conocida en el ámbito académico e infravalorada por sectores mexicanos, a pesar de su popularidad internacional. “Buscamos que se revaloren sus orígenes, intérpretes, instrumentos, partituras y su función social en el contexto cultural del país”, comentó el etnomusicólogo.
En este sentido, dijo, el par de discos también busca restituir el papel de las mujeres dentro de este género musical, que cumplieron un rol protagónico en las décadas de 1950, 1960 y la primera mitad de 1970. “Hoy se piensa y se afirma que la música norteña mexicana es un territorio dominado por varones, pero es importante saber que no siempre fue así. Durante la época dorada del género (1950-1960), los duetos femeninos contribuyeron a su consolidación”. Por ello, en el tomo I se incluyen duetos como los de Las Hermanitas Huerta, Río Bravo, Las Norteñitas, Las Adelitas, Hermanas Arias y las Alteñitas.
La música norteña es una manifestación de esencia migrante, originada en el Bajío durante la época colonial, zona que destacó por su riqueza agrícola y minera. “Esta región aportó la canción ranchera a la música norteña y algunos otros estilos mexicanos populares. Su contribución instrumental fue el bajo sexto, construido en los centros lauderos de la región, desde Paracho hasta Querétaro”, puntualizó el historiador.
Tales contribuciones llegaron al norte del país debido al éxodo de habitantes del Bajío, principalmente de Guanajuato y Michoacán; quienes migraban hacia el sur de Estados Unidos llevaban consigo el instrumento. “En ese ir y venir se dio el primer maridaje del acordeón (aportación tecnológica alemana que data del siglo XIX que llegó al país, en un principio, por Texas) y el bajo sexto (instrumento de cuerdas traído por españoles y árabes durante la Colonia)”. Así iniciaba el periplo de la música norteña.
Este género “es una etiqueta de mercado que legó la industria del entretenimiento estadounidense, a principios de 1930, para vender un ritmo que se hace con acordeón y un bajo sexto, y que la gente llamaba música regional o de acordeón”. Las primeras grabaciones se hicieron en Texas: los grandes emporios discográficos, que estaban en Nueva York, acudían al sur de Estados Unidos para captar las “músicas folclóricas”, entre ellas la norteña, retomada después por ese estado para construir su identidad.
A mediados del siglo XX, en su mexicanización en términos culturales, la música norteña tuvo que ver con los braceros que viajaban al sur de Estados Unidos para trabajar en los campos algodoneros o en las ladrilleras. “Llevaban consigo esta música porque les significaba y resignificaba su mexicanidad”.
Montoya Arias abundó que en el tomo I participan destacados investigadores como Juan Carlos Ramírez-Pimienta, de la Universidad Estatal de San Diego-Imperial Valley, quien introduce al lector a los ritmos de esta música, e Igael González Sánchez, de la Universidad de Guadalajara, quien con su texto, ¿Qué es la música norteña mexicana?, desmenuza el género en las corrientes, escuelas y estilos que la conforman.
Por su parte, Patricia Schone Vergara, etnomusicóloga por la Universidad de Maryland, propone la Estética de la música norteña mexicana en Colombia y habla sobre El acordeón del Bajío. “Además de definir a la música norteña desde varias perspectivas. Se aborda el papel de la mujer en este género, a través de duetos femeninos, ya que se tiene la creencia de que es sólo de y para hombres; a principios de los años setentas fueron ellas quienes predominaron”, destacó el etnomusicólogo.
En el tomo II, Iván Javier Mendoza Castañeda, de la Universidad de Guanajuato, aborda temas como Cine y literatura en la música norteña mexicana. De la Universidad de Radbound de Nimega, Holanda, Dirk Jan Hendrik Lotgerink escribe sobre La música norteña mexicana en Holanda.
“Se incluyen 13 temas de Chile, donde la música norteña se ha asimilado con una visión más purista; además de nueve temas de Venezuela, Colombia y Brasil, así como de Holanda, donde por los menos dos décadas la música norteña penetró a través de Texas y sus colonias en el Caribe mexicano”, finalizó Luis Omar Montoya.