Salvaje. Diversa. Intensa. Amable. Cualquiera de estos atributos puede definir a la República de Sudáfrica. Y es que el estado más austral del continente lo tiene todo: parques donde habita la gran fauna africana, 3.000 kilómetros de costa bañada por dos océanos, desiertos y montañas, además de una mezcla étnica asombrosa.
La puerta de entrada suele ser Johannesburgo, el motor económico y la mayor ciudad del país. Los rascacielos del centro y sus barrios elegantes contrastan con los townships de las afueras, donde fueron obligados a vivir los negros durante el apartheid. El sistema de discriminación racial que dividió el país hasta 1994 es el tema central del impactante Museo del Apartheid, en el sur de la ciudad.
Pero Johannesburgo es, sobre todo, el punto de partida para descubrir el mítico Parque Nacional Kruger, una de las joyas naturales del continente. Situado a cinco horas de trayecto en coche, emociona desde el primer minuto gracias a una biodiversidad asombrosa repartida entre la zona norte, dominada por la sabana, y la región sur, en la que predomina la humedad tropical.
Los reyes de la reserva son los big five (elefante, rinoceronte negro, búfalo del cabo, león y leopardo), aunque el parque es también el hogar de decenas de miles de ungulados y antílopes, que deambulan ignorando la presencia de los vehículos, así como de más de 500 especies de aves. Kruger es un espectáculo de la naturaleza que a nadie decepciona.