La verdad detrás de la energía nuclear

Y en una mala jugada del destino, esta asociación de los peligros de la energía nuclear se hace de nuevo con Japón, la nación que por primera vez sufrió, hace 66 años, los impactos de este tipo de energía, luego de que Estados Unidos arrojara dos bombas nucleares en su territorio.

Esta nueva crisis nuclear reabre el debate sobre la pertinencia o no de apostarle a la energía nuclear para generar energía eléctrica en un contexto de cambio climático acelerado. Los promotores de esta energía argumentan que no emite gases de efecto invernadero (GEI) y que, por tanto, es “limpia”.

Paralelamente a lo que sucede en Japón y sin información sobre la magnitud del problema, el lobby pronuclear se pone en campaña, y lo mismo la Agencia Internacional de Energía Atómica, en el ámbito internacional, que la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardas (Secretaría de Energía), en el nacional, se dedican a hacer declaraciones no sólo minimizando lo que sucede en Japón, sino también asegurando que esta eventualidad, para la cual los reactores no están preparados, los hará mucho más seguros… ¡Vaya con el optimismo…! o deberíamos decir el cinismo.

En un intento por recuperar el apoyo de los gobiernos y de la opinión pública, la industria nuclear alega que, como las centrales nucleares no emiten bióxido de carbono las plantas nucleares pueden desempeñar un papel significativo para mitigar el cambio climático. Nada más alejado de la realidad. Para realizar un correcto análisis de la relación existente entre energía nuclear y calentamiento del planeta, no basta con estudiar las emisiones de GEI del reactor; es necesario analizar todos los procesos del ciclo nuclear: minería, enriquecimiento de uranio, fabricación del combustible, reprocesamiento y disposición de los residuos. La incorporación de estos elementos a la valoración de la energía nuclear la descarta como alternativa frente al cambio climático.

Además, hay varias razones de peso, por las que la energía nuclear no es una opción. Veamos:

1. Es pobre como fuente energética. El uranio es la más pobre de las cuatro principales fuentes energéticas no renovables (carbón, gas natural, petróleo, uranio). Todas juntas resultan insignificantes cuando se les compara con el Sol: en dos semanas, la energía solar interceptada por la Tierra supera todas las reservas conocidas de estos energéticos, y el Sol continuará enviando su energía a la Tierra como ahora por los próximos 4.5 mil millones de años. Ninguna fuente no renovable puede garantizar el suministro energético en el mediano o largo plazos.

2. No hay solución para la basura nuclear. No hay nada que hacer con los peligrosísimos residuos radiactivos: algunos de ellos tienen actividad por miles de años. Si se optara por más centrales nucleares, éstas darían un poco de energía por unas cuantas décadas (menos de cinco), pero sus residuos serían una herencia para las generaciones que vivan en decenas de milenios por venir.

3. Proliferación de armas nucleares. Los residuos propician el aumento de tecnologías y materiales nucleares utilizados con fines no civiles, en particular, la proliferación de armamento nuclear.

4. Son caras. Pese a las promesas del lobby nuclear, los datos duros muestran que los costos de esta energía son elevadísimos. Por ejemplo: la planta nuclear de Shoreham, en Nueva York, fue presupuestada en 350 millones de dólares, y terminó costando más de 5.4 mil millones de dólares ¡15 veces más! A pesar de los miles de millones de dólares gastados por los gobiernos (EUA gastó más de 80 mil mdd entre 1948 y 2006), las cerca de 450 plantas en operación proporcionan sólo el 2.8 por ciento de la energía primaria consumida en el mundo. Hay que incluir, además de los costos de construcción, operación y desmonte al final de su vida útil. La energía nuclear sólo es rentable para sus desarrolladores por los subsidios que reciben, pagados con nuestros impuestos.

5. Son un riesgo inaceptable. El lobby pronuclear alega que la probabilidad de sufrir un accidente nuclear es muy bajo. Quizás sí, pero cuando éste ocurre las consecuencias son enormes e irreversibles. El riesgo (que considera probabilidad y consecuencias) es inaceptablemente alto. Ninguna aseguradora protege contra un accidente nuclear. La gente inocente es la que paga y sufre las consecuencias. Además ya han ocurrido varios accidentes e incidentes, de modo que la probabilidad de que ocurran NO es baja.

6. Son vulnerables, por lo que se rodean de soldados y otras fuerzas. En todo el mundo, las plantas nucleares implican una creciente y desbordada (e inaceptable) militarización.

7. Aumentan la dependencia tecnológica, científica y energética. Los países que no desarrollaron su tecnología nuclear, y en los que se instalan plantas nucleares, se vuelven totalmente dependientes y tienen que emplear tecnología adquirida a precios altísimos.

8. No beneficia a quienes aún no tienen energía. La energía de las nucleoeléctricas (la de toda megaplanta, nuclear o convencional) sólo sirve a los megaconsumidores -armadoras de automóviles, fundidoras, ciudades- y no a quienes carecen de energía eléctrica convencional (en México unos siete millones de paisanos).

9. El tiempo de instalación de una planta nuclear se mide en lustros. En contraste, una planta eólica, solar o fotovoltaica se instala en meses. Si los locos planes de instalar varias plantas más se llevaran a cabo, dizque para combatir la emisión de gases, éstas estarían listas cuando ya el destino nos haya alcanzado y no los reducirían.

Si se quisiera considerar seriamente la propuesta de utilizar la energía nuclear para proteger el clima, la primera pregunta que cabría hacerse es cuántos nuevos reactores sería necesario construir para alcanzar las metas de protección del sistema climático acordadas por la comunidad internacional. En la actualidad existen alrededor de 450 centrales nucleares. Para duplicar esta cifra sería necesario construir un número correspondiente de plantas nucleares en los próximos años. A pesar de ese enorme esfuerzo, la contribución de la energía nuclear a la producción energética mundial no se duplicaría sino que se reduciría ya que, en términos absolutos se espera que la demanda energética mundial aumente en al menos 50 por ciento en 25 años. Por lo tanto, para duplicar la participación de la energía nuclear, no bastaría duplicar sino triplicar el número de reactores: habría que conectar a la red eléctrica 1,320 nuevos reactores en los próximos 25 años. Delirante, incosteable y sumamente peligroso.

Cualquier inversión en el sector nuclear postergaría las verdaderas soluciones para combatir la amenaza del cambio climático, además de que un accidente nuclear o fuga radiactiva es infinitamente más peligroso. La verdadera respuesta está en el viento, diría Bob Dylan. Y en el Sol, agregamos nosotros.