El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) es inagotable e inabarcable, su destino es seguir creciendo “porque no tiene límites, es tan grande como los dos millones de kilómetros cuadrados de nuestro país”, auguró el antropólogo, filósofo y nahuatlato Miguel León-Portilla, al recordar a los fundadores de esta institución que a lo largo de 2014 estará de festejo por sus 75 años de vida.
Con la picardía que le caracteriza, el profesor emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México contó a los asistentes del Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología, la huella, el camino trazado por sus primeros directores: Alfonso Caso, Ignacio Marquina, Eusebio Dávalos Hurtado, todos ellos hombres visionarios, líderes.
Teresa Franco, directora general del INAH, comentó que la conferencia magistral del también filólogo, es la primera de una serie de ponencias que impartirán ilustres personalidades sobre el legado del Instituto, ocasión que también sirve para reconocer a su comunidad.
Estas conversaciones, dijo, son ocasión para reflexionar de manera crítica el curso del INAH desde que el presidente Lázaro Cárdenas decretara su creación hace 75 años. Una senda en la que no ha caminado solo, pues ha contado con la colaboración de profesionales e instituciones académicas hermanas, sosteniendo el vínculo de la multidisciplinariedad.
“El Instituto nació como una razón de Estado fundamental, para velar por la defensa y la pervivencia del legado arqueológico e histórico, al que años después se incorporaría el legado paleontológico y hace apenas unas semanas, de manera expresa, se adicionó a la Ley Federal de Zonas y Monumentos Arqueológicos, Artísticos e Históricos, el patrimonio sumergido del que desde su creación ya se ocupaba”.
Acompañada por César Moheno, secretario técnico del INAH y el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, Teresa Franco aprovechó la ocasión para reconocer con un diploma al autor de La visión de los vencidos. A Beatriz Barba de Piña Chán, investigadora emérita del INAH, la primera mexicana en titularse como arqueóloga de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), por su trayectoria y el indiscutible trabajo que ha realizado por conservar, estudiar y difundir el patrimonio cultural de nuestro país, también fue reconocida.
El INAH como La suave patria
Ante un auditorio repleto que reía tras cada anécdota contada con su cascada pero jovial voz, León-Portilla reconoció que en el INAH se ha dado a lo largo del tiempo una “conjunción de maestros”. Alfonso Caso, Ignacio Marquina y Eusebio Dávalos, quienes fueron sus directores, abarcando de 1939 a 1968 (sumando los periodos al frente de cada uno de ellos), sentaron sus bases.
Estos personajes a los que describió como hombres trabajadores y comprometidos con su patria, abrevaron de un legado que podría rastrearse un par de miles de años atrás con los testimonios dejados por las antiguas culturas mesoamericanas, o por los eruditos de la Colonia y ya en el siglo XIX por estudiosos como Manuel Orozco y Berra, Francisco del Paso y Troncoso, o Joaquín García Icazbalceta.
Ya en el siglo XX, antes de la creación del INAH –anotó—, el arqueólogo Manuel Gamio supo encaminar la investigación antropológica como una herramienta eficaz para la mejora en las condiciones de vida del pueblo mexicano, lo cual tuvo oportunidad de aplicar en el Valle de Teotihuacan mediante un proyecto que no sólo integró el estudio del sitio, sino la recuperación de técnicas (como el trabajo de la obsidiana) olvidadas por sus pobladores.
Tiempo pasaría hasta que el presidente Lázaro Cárdenas, el último día de 1938, expidiera el decreto que marcaría la fundación del INAH.
“Fue una cosa única, es decir, yo no sé de ningún otro lugar del mundo donde hubiera otra institución como el INAH. Cárdenas creó el Instituto y se fijó en Alfonso Caso, arqueólogo que años antes realizara el hallazgo sorprendente de la Tumba 7 de Monte Albán”.
Cuatro años estaría Caso al frente del INAH, le sucedería el arquitecto Marquina, quien impulsó la conservación de buena parte del patrimonio edificado de México. Con Eusebio Dávalos, entre 1956 y 1968, el Instituto aumentó su presencia a través de los centros regionales y bajo su tutela se erigió el Museo Nacional de Antropología, recinto que celebra en este año sus primeras cinco décadas.
Pedro Ramírez Vázquez, artífice de este museo; Pablo Martínez del Río, primer director de la ENAH; Manuel del Castillo Negrete, pionero de la conservación; el arqueólogo Eduardo Noguera, el antropólogo físico Juan Comas, Paul Kirchhoff, quien definió el concepto de Mesoamérica… miles de nombres, investigadores de ayer y de hoy, trabajadores técnicos y manuales, custodios… todos son el cuerpo del INAH, refirió Miguel León-Portilla.
“Lo notable es que el INAH se ha ido haciendo, como el ser humano; no nació ya hecho, se sigue haciendo. Da gusto pensar cómo la semilla que sembró Lázaro Cárdenas o Alfonso Caso ha sido este Instituto que ha ido creciendo, y el cual tiene a su cargo una sola cosita: cuidar el patrimonio de México.
“Creo que lo que he apuntado es mera muestra de la enorme riqueza que tenemos y seguramente con el sabio manejo de la única mujer que ha encabezado este organismo, Teresa Franco, y los presentes, esta institución seguirá creciendo. No tiene límites, es tan grande como los dos millones de kilómetros cuadrados de nuestro país. Acuérdense lo que decía el gran poeta Ramón López Velarde: “Patria: tu mutilado territorio se viste de percal y de abalorio. / Suave patria: tu territorio mutilado todavía es tan grande, que cuando el tren va por la vía parece aguinaldo de juguetería”.