Llegada de Ochoa Reza al PRI fortalece a Alejandro Murat

A despecho de los enemigos de la democracia liberal y del Estado de Derecho, la salvación de México obligada y necesariamente pasa por alcanzar la normalidad de la vida democrática.
¿Qué significa hacer realidad este tan ambicioso y anhelado logro? Entre otras acciones fundamentales, el pleno y absoluto respeto a la Ley sin privilegios de ninguna naturaleza.
Sin una arraigada educación y cultura de la legalidad por profunda convicción, parece casi imposible terminar con la corrupción e impunidad que pudre al pueblo y gobierno mexicanos.
Después de la reforma electoral impulsada por Jesús Reyes Heroles, que sacó de la clandestinidad al Partido Comunista, el gran pendiente nacional es la lucha contra la corrupción.
La reforma de 1977 tuvo un carácter único y es considerada el punto de partida de nuestra vida democrática, con un sello esencialmente incluyente de las fuerzas políticas que hasta entonces no habían sido reconocidas de manera oficial.
El Pacto por México, se quedó cojo en este sentido. Factor que a nuestro juicio ha impedido concretar en la realidad las llamadas once reformas estructurales aprobadas. Faltan 22 más.
Es innegable que faltó visión de estadista al presidente Enrique Peña Nieto para negociar con el PAN y el PRD el indispensable combate a la escandalosa corrupción para salvar a México.
No hay que pecar de ingenuos. No hacerlo tuvo una alta carga de perversidad, sabedor que luchar contra la corrupción podría tener un efecto demoledor en su contra, por la Casa Blanca.
Y por la Casa de Malinalco del secretario de Hacienda, Luis de Videgaray Caso. Ello explica la imposición de un secretario a modo en la Función Pública, Virgilio Andrade Martínez.
Al mismo tiempo, hace entendible, jamás justificable, que las iniciativas ciudadanas como la propuesta de la Ley 3de3 sea abiertamente saboteada por el PRI en el Congreso de la Unión.
Sin embargo, al deshacérsele el país en las manos a Enrique Peña Nieto, como lo advirtiera el ex presidente José López Portillo, el actual mandatario federal ha lanzado su cuarto a espadas.
Por instinto de supervivencia partidista, Peña Nieto ha echado mano del Partido Revolucionario Institucional para intentar rescatar a su gobierno del despeñadero hacia el abismo en 2018.
A ello obedece el hecho que el nuevo dirigente nacional del PRI Enrique Ochoa Reza, se comprometa a impulsar la autocrítica y el combate a la corrupción en la militancia priista.
“Debemos reaccionar y denunciar la corrupción de los Gobiernos emanados de nuestras filas, exigir su fiscalización e incluso su destitución”, dijo Ochoa ante los aplausos de las graderías.
Las frases podrían tener como destinatarios a los mandatarios de Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua. El PRI perdió los tres Estados el 5 de junio y los últimos días de gobierno de Javier Duarte, Roberto Borge y César Duarte transcurren entre revelaciones periodísticas de millonarios desvíos de recursos y acusaciones de corrupción.
Pero no sólo a ellos, sino a dinosaurios como Humberto Moreira y al oaxaqueño Ulises Ruiz Ortiz, quien ve desplazado a su grupo político, mientras observa la consolidación del peñismo.
“Ante la corrupción lo peor es el silencio y la omisión”, dijo Ochoa, quien ha propuesto públicamente impedir que militantes que tengan sospechas de corrupción sean nombrados candidatos en los procesos del futuro.
Sin dejar de reconocer que el nuevo presidente del PRI tiene razón porque la corrupción ha dañado la reputación del PRI, la lucha contra este vicio, le enfrentará contra la nomenklatura.
Éste es un escenario que comprende un grave riesgo para Enrique Ochoa Reza por los enormes intereses económicos de los grupos políticos que afectará en el PRI al impedir corromperse.
Guardadas las debidas proporciones, no debemos olvidar que al hacerlo, primeramente, desde la dirigencia nacional del PRI y, luego como candidato presidencial, llevó a la muerte a Colosio.
La razón es muy simple y sencilla. La corrupción es la piedra angular del sistema político mexicano. Y no sólo en el PRI, ya que se hace extensiva a todas las formaciones políticas.
Esto ocurre en nuestra opinión porque los partidos adversarios del Revolucionario Institucional generalmente han sido formados, son dirigidos y ganan elecciones con ex militantes priístas.
Ha sido acremente criticada la imposición de Enrique Ochoa Reza al frente del PRI, pero esto no tiene nada de extraño, el presidente Enrique Peña Nieto es el máximo líder del priísmo.
Así ocurre, a querer o no, guste o no, en todos los demás partidos políticos, hecha relativa excepción del Partido Acción Nacional. Es además, la continuación del relevo generacional.
Esta es la causa de la postulación de Alejandro Murat como candidato del PRI a gobernador de Oaxaca. No sólo la imposición presidencial, sino aprovechar el bono demográfico nacional.
Por cierto, la administración del gobernador electo se verá fortalecida por la llegada de Enrique Ochoa Reza a la dirigencia nacional del PRI porque son amigos del presidente y amigos entre sí.
En medio del actual caos que vive Oaxaca como resultado del evidente vacío de poder, derivado del interregno gubernamental, es indispensable tomar posesión con el apoyo del PRI nacional.
Hábiles y perversos, los eternos enemigos de Oaxaca, se han sumado oportunistamente a la lucha magisterial para reeditar el conflicto 2006 en una nueva revuelta diez años después.
En los dirigentes visibles públicamente y clandestinos de las organizaciones sociales y de la guerrilla, respectivamente, no hay mayores ideales de justicia social que la corrupción.
Unos y otros saben que el gobierno de la primera alternancia al que ayudaron a triunfar con Gabino Cué no ha terminado de morir y el gobierno de Alejandro Murat no termina de nacer.
Ante esta coyuntura que capitalizan a su favor los dirigentes de la Sección XXII de la CNTE y los dirigentes de las organizaciones sociales cómplices, es vital la intervención de la federación.
Importante es reformar la Constitución de Oaxaca para reducir el amplio lapso entre la elección de gobernador y su toma de posesión y evitar la anarquía por el grave vacío de poder que genera.

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