Los vaqueros de Chihuahua llevan en la sangre la historia de más de 400 años de trabajo y valentía, son quienes a través de generaciones han gestado y transmitido los elementos culturales más representativos del norte del país. Su larga historia de conquista y adaptación a los pastizales, bosques, barrancas y silenciosos desiertos, ahora se presenta en una exposición compuesta por un centenar y medio de piezas.
La muestra Los vaqueros: herencia cultural de Chihuahua exhibe objetos que fueron reunidos mediante una convocatoria lanzada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Casa Chihuahua Centro de Patrimonio Cultural y la Unión Ganadera Regional, que invitó a la población del estado a involucrarse con su historia, a través del préstamo de objetos familiares de cualquier época que permitieran mostrar cómo evolucionó la cultura del vaquero y la ganadería.
De esta iniciativa, en el Museo Casa Chihuahua se presentan 150 piezas, que van desde instrumentos de trabajo, como vestimenta, documentos y utensilios de la vida cotidiana, piezas de artes y oficios, objetos de fiestas de rancho y rodeos, hasta elementos asociados a las tradiciones culinarias y herramientas de cacería, propiedad de 40 personas, entre vaqueros y ganaderos que se interesaron en participar en la muestra.
La convocatoria logró reunir 200 objetos, de los cuales se exhiben poco más de centenar y medio, entre indumentaria tradicional del vaquero, espuelas, chaparreras, yugos para arado, frenos de caballo, herraduras y estribos; también utensilios de cocina como jarros de peltre, ollas para colgar y esquilias; asimismo, hay pinturas alusivas al tema y documentos históricos. En conjunto, las piezas abarcan del lapso que va de la época colonial hasta el siglo XX.
En dos ambientaciones, el recorrido museográfico describe la vida cotidiana en el campo y la casa, y el trabajo en corral y en campo; da cuenta de los cambios en los diseños y materiales empleados en los objetos; y ofrece una muestra representativa del arte que ha abordado esta temática, como la música y la pintura; también contempla la cocina y las fiestas.
La antropóloga Sofía Pérez, miembro del Comité Organizador por el Centro INAH-Chihuahua, explicó que los vaqueros llegaron al norte de la Nueva España en el siglo XVII, en busca de nuevos horizontes, montados a caballo, arreando manadas de ovejas, vacas y novillos, acompañando familias, soldados, frailes, autoridades civiles e indios amigos.
Aquí lograron aplicar los conocimientos traídos del Viejo Mundo y adoptaron y crearon nuevas formas de vida. Desarrollaron una gran capacidad de adaptación a distintas condiciones climáticas, a la vida a la intemperie. El trabajo del vaquero sigue siendo el mismo: pastorear y vigilar los rebaños, observar el comportamiento de los animales, detectar sus enfermedades y curarlos; además de conocer los mejores pastos y las malas hierbas, oler el viento y el agua, prevenir y cuidar el robo y el ataque de depredadores, abundó la antropóloga.
Respecto a la evolución de la ganadería, la especialista detalló que en la época colonial esta actividad se desarrolló sin cercos ni corrales, en pastizales de uso común, bajo el cuidado de vaqueros que establecían sus estancias temporales, consistentes en una casa de adobe y unos corrales provisionales de piedra o troncos.
Posteriormente se fueron construyendo corrales de piedra en lugares estratégicos, con agua cerca para hacer los herraderos, en los cuales una o dos veces al año (en el día de San Juan y al final del otoño) se juntaba mucha gente de la llamada suelta, es decir, sin amo, para marcar los becerros recién nacidos.
Se podían contar esclavos huidos, prófugos de la ley, negros libres, mestizos, indios de repartimiento o encomiendas a los cuales se les daba alimentos y ropa a cambio del jornal o se les pagaba en moneda o especie.
Sofía Pérez destacó que durante la época colonial, el principal objetivo de poseer ganado bovino no era obtener la carne, sino el cuero y el sebo, ya que con ellos se elaboraban todo tipo de prendas de vestir, costales para el mineral y los granos, calzado y arreos para las cabalgaduras, además de combustible y elaboración de velas y para hacer jabón (caso del sebo). Del bovino, sólo se consumían los filetes y la lengua, porque el alimento preferido de la población europea fue el borrego.
En cuanto a la vestimenta y la montura, la exhibición da cuenta de cómo ha evolucionado la indumentaria: pantalones, chaparreras y camisas, hasta llegar a lo que se porta en la actualidad; y también de cómo ha cambiado la montura, de la cual se exhibe una amplia selección de piezas coloniales y de los siglos XIX y XX, destacó la antropóloga.
Arreando las manadas, los vaqueros fueron tomando posesión de las grandes extensiones de pastizales y bosques, prácticamente vírgenes, dispuestos a luchar cuerpo a cuerpo contra los grupos indígenas nómadas, para mantener su presencia, dijo Sofía Pérez.
Decididos a establecer nuevas fronteras que cumplieran con las expectativas del Nuevo Mundo: riquezas y territorios ilimitados, los hombres de a caballo conquistaron a sangre y fuego el territorio norteño. Fue la confrontación de dos formas de entender y usar la tierra y sus recursos: el uso comunal y racional de los recursos que caracterizaba a los indígenas, versus la apropiación de recursos en beneficio de pocos y la imposición de estructuras militares, políticas, económicas y sociales mucho más complejas, custodiadas por los vaqueros.
En cuanto al tema de las fiestas y la cocina, se presenta la riqueza e ingenio culinario nacidos del vaquero. Las carnes seca y salada, y las galletas de harina (sin levadura), son aportación de estos hombres que pasaban largas temporadas en el campo sin posibilidad de conservar sus alimentos frescos.
De los campos vaqueros son característicos utensilios de cocina: las “esquilias” (sartenes de fierro) y las tazas y cafeteras de peltre que los acompañaban en sus largas correrías para vender el ganado a los centros de población, así como las ollas con tapa que se colgaban sobre las brazas.
Los Vaqueros: herencia cultural de Chihuahua se exhibe hasta el 2 de septiembre en el Museo Casa Chihuahua, ubicado en calle Libertad 901, en el Centro Histórico, Chihuahua, Chihuahua. Entrada libre.