El pasado mes de julio se cumplieron 150 años de la primera ascensión a este carismático pico suizo, el Matterhorn o Cervino (4.478 m). Una efeméride que conmemoró no sólo el éxito de la proeza sino que también se convirtió en una expresión de tristeza por las más de 500 alpinistas que a lo largo de este siglo y medio han perdido la vida en el intento de coronar su cresta afilada.
La montaña más fotografiada del mundo, con su pico piramidal perfecto, es también un destino de esquí de primer orden. Situado en el cantón suizo del Valais, se alza sobre el pequeño pueblo de Zermatt que a finales de noviembre, se llena de esquiadores de toda Europa atraídos por los largos descensos entre bosques, las magníficas vistas y los glaciares de sus cumbres.
Solo es posible llegar a Zermatt en tren y el pueblo es totalmente peatonal –solo hay vehículos eléctricos o tirados por caballos–, así que el paseo por sus calles flanqueadas de casas de madera y agradables cafeterías es realmente una gozada.
Desde aquí hay varias rutas panorámicas como la que lleva a hasta Matterhorn Glacier Paradise, en la base del Matterhorn, a bordo del teleférico más alto del mundo (3.883 m) o el funicular –el primero eléctrico en Suiza y el segundo en el mundo– que también parte de Zermatt y sube al mirador de Gornergrat (3.135 m) mientras ofrece panorámicas extraordinarias del Monte Rosa, el glaciar Gorner, el Matterhorn y otros veintinueve picos de más de 3000 metros de altitud.
Zermatt cuenta con tres grandes dominios esquiables, Gornergrat, Sunnegga-Rothorn y Matterhorn-Schwarzsee (en este último se localiza en el Matterhorn Glacier Paradise), conectados entre ellos y que procuran recorridos impresionantes por paisajes inolvidables. Por la noche se organizan esquiadas a los picos más altos que culminan con una tradicional fondue.