
El 7 de julio se redistribuirán espacios de poder en tras un proceso electoral que han tenido un débil impacto en lo que a propuestas se refiere y que muy pocas ideas han podido posicionar. Finalizan unas campañas que no han sido capaces de protagonizar la vida nacional, a pesar de que miles de candidatos se esfuerzan por llamar la atención sin jamás lograrlo, atados por la cadena de escándalos en materia de corrupción con protagonistas de todos los partidos.
Precisamente por ello, tanto la llamada clase política como la sociedad en general tenemos obligaciones supremas a las cuales abocarnos una vez que se haya depositado el último voto. Esas obligaciones rebasan por mucho el ámbito de lo puramente electoral, para instalarse en el centro mismo de nuestra cultura política.
Es la hora de que el ciudadano asuma con todo vigor la conquista de espacios de participación real —no simbólicos, escenográficos ni consultivos, —en la toma de decisiones públicas. Aun en esta etapa de la transición, ese sigue siendo el gran pendiente de la democracia mexicana. La sociedad debe tomar las riendas de la vida pública, con el gobierno o a pesar del gobierno.
En cuanto a los partidos, tienen una dura ruta de riesgos. El PRI menos que los demás, a decir verdad. En franco contraste, el PRD enfrenta la urgente necesidad de definir lo más básico de un proyecto político: su identidad y su discurso, que por lustros tuvieron base en la ahora ausente figura de Andrés Manuel López Obrador.
Para el PAN el escenario es sumamente grave: Una vez que no exista la necesidad de ganar votos en lo inmediato, se habrán de dirimir las diferencias en su interior, ya sin decoro o la más mínima discreción. Los escándalos hasta ahora desatados son mínimos con los que están en el porvenir próximo. La existencia misma del blanquiazul como partido político será puesta en riesgo.
Por nuestra parte, dentro del movimiento nacional Volver a Empezar, redoblaremos aún más el esfuerzo en los tres temas de máxima urgencia en la agenda nacional: la construcción de la paz, la generación de empleo y el combate a la corrupción. Ya hemos hecho grandes avances, por ejemplo, en las investigaciones contra uno de los grandes íconos de la corrupción: Miguel Ángel Yunes Linares. Pero eso es solo el principio.
Asimismo, como parte del partido en construcción Concertación Mexicana habremos de dar un renovado impulso al diálogo, pues esta elección comprobó una vez más que el encono entre los diferentes es el detonador de las grandes crisis y el lastre de nuestro desarrollo como nación.
Viene una época de más trabajo para todo el país, ya no por espacios en edificios públicos, ya no por el poder, sino por el reforzamiento de los lazos que nos hacen un pueblo. Porque a partir del 8 de julio será toral cambiar la diatriba por la propuesta y la confrontación por la concertación.
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