Los equipos que disputan la final de futbol son Inglaterra contra México. La ciudad es Bristol y el público está claramente a favor del equipo de casa. Súbitamente los locales rematan contra el arco de los nuestros y el portero apenas alcanza a desviar el esférico; en respuesta, el delantero nacional toma la pelota, apunta y se queda a unos milímetros de anotar gol. Al final de la justa el desempate es por puntos y éstos favorecen a los tricolores. La BBC de Londres parece coincidir con las reseñas de los demás medios: “Simplemente fue un encuentro emocionante”.
Esta narración, que bien podría ser la del partido por un trofeo cualquiera, en realidad corresponde a uno de características inéditas, la Copa Mundial de Robótica 2012, presidida por la FIRA (Federación Internacional de la Asociación de Robo-Futbol, por sus siglas en inglés), evento en el que los jugadores son máquinas humanoides que juegan al balompié en un rectángulo de cuatro por seis metros, con una pelota amarilla y afelpada, como ésas empleadas por los tenistas.
El éxito en esta aventura —en la que la escuadra nacional se enfrentó a 26 equipos de todo el mundo— es producto de la colaboración inusual entre la UNAM y el Cinvestav-IPN, y reflejo de lo que pasa si dos rivales como Burros y Pumas, antagonistas al menos en lo deportivo, unen sus fuerzas. El torneo tuvo lugar hace unas semanas en la ciudad de Bristol, al sudoeste de Inglaterra.
“Mucho se habla del encono entre la Universidad y el Politécnico, pero pensamos, ¿por qué no aprovechar las fortalezas de cada uno? En cuanto a robots, ellos han destacado a la hora de hacerlos caminar ágilmente, nosotros en lo tocante a inteligencia artificial, así que la mancuerna se antojaba inevitable”, señaló Adalberto Llarena, doctor en Ingeniería de la Computación por la UNAM e integrante del grupo pUNAMoids, del posgrado del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS).
Para el universitario, el encuentro final fue sumamente emotivo, casi de película. “Imagina un lugar lleno de ingleses, prensa británica y nadie que te apoye como mexicano. A medida que corría el reloj, la gente se dio cuenta de nuestro esfuerzo y entusiasmo, y gradualmente comenzó a simpatizar con nosotros. Al final, una vez que nos declararon ganadores, de manera espontánea los británicos comenzaron a corear en español, aunque con acento confuso, ‘¡sí se pudo, sí se pudo!’… Fue la cosa más emocionante”.
El robot Messi
Desde el arranque del torneo, uno de los humanoides mexicanos llamó poderosamente la atención, pues fue el único capaz de vencer a los guardametas y colocar la pelota en el fondo de la red. De entre los que conformaron los 26 equipos participantes, sólo él marcó goles, y no uno, sino 12.
“Con esto francamente apabullamos a los rivales y esta diferencia en el marcador fue la que al final nos dio el título”, añadió Llarena, quien expuso, casi en broma, que aunque esta máquina lleva por nombre oficial Darwin OP, “en realidad es un robot Messi”.
Para el ingeniero, lo que hace especial a este jugador no es la maquinaria, “pues a fin de cuentas es un robot de plataforma abierta que cualquiera puede comprar e inclusive mejorar —de hecho había muchos del mismo modelo en el torneo—. Nuestra arma fue el software, diseñado por el equipo pUNAMoids del IIMAS y que resultó sumamente efectivo, a juzgar por los resultados”.
Casi como si quisiera honrar a su apodo de robot Messi, el Darwin OP hace que jugar parezca fácil, quizá demasiado, ya sea al gambetear para burlar a contrincantes de mayor tamaño o al patear con precisión francotiradora y dejar a los guardametas en el suelo, con el balón a sus espaldas.
“En realidad es un trabajo complicado porque tuvimos que programar a conciencia cada acción, desde la más básica, como localizar la portería enemiga, hasta la más complicada, posicionarse en el lugar exacto y disparar”.
Con miras a lograr tales proezas deportivas, el software debe sincronizarse con los 24 motores que dan al autómata movimientos casi humanos, y no sólo eso, sino entrar en sintonía con las cámaras y sensores que posibilitan a Darwin OP ver dónde está la pelota, a qué adversarios driblar y a cuál arco dirigirse.
Para el entrenador del equipo londinense Arsenal, Arsène Wegner, el mérito de Lionel Messi es que se desempeña en la cancha como lo haría “un jugador de PlayStation”; para Llarena la ventaja de sus robots es justamente lo contrario, pues progresivamente se comportan como lo haría un humano, “claro, aunque hay ciertos límites, pero ya no son predecibles como los personajes de video”.
Más allá de lo humanamente posible
Quienes se dedican al diseño de robots futbolistas esperan con ansiedad la llegada de una fecha, el año 2050, ya que se calcula que a mediados del siglo XXI la tecnología habrá logrado lo hoy impensable, conjuntar un equipo de robots capaz de vencer en un partido a los 11 mejores jugadores del mundo.
“Aunque haya quienes no vean la utilidad detrás del desarrollo de este tipo de autómatas y se pregunten, ¿para qué trabajar tanto en una máquina que patea pelotas?, en realidad hacer esto nos ayuda a reflexionar sobre cómo funciona el hombre”, señaló Llarena, quien actualmente trabaja en el diseño de un cerebro artificial.
Conforme evolucionan estos aparatos lo hace también la complejidad de los retos. “Al principio había pequeñas máquinas parecidas a aspiradoras que sólo requerían dos motores; las actuales, que emulan nuestros cuerpos, usan 24, e incluso en cuanto a poder de procesamiento avanzamos años luz en menos de una década. Aquellos con los que empezamos tenían menos poder que un teléfono celular, ahora tienen la capacidad de una laptop”.
Ya en 1885, Walt Whitman se maravillaba de la perfección del cuerpo humano y la incapacidad tecnológica para diseñar algo medianamente parecido, y escribía: “Creo que una hoja de hierba no es menos que el trabajo de las estrellas (…) y que el menor movimiento de mi mano hace palidecer a todas las maquinarias”.
Eso, tan cierto en el siglo XIX para el viejo Walt, aún es válido en el XXI, pues hoy, para sustituir esta serie de motores y engranes se desarrollan tendones artificiales a base de fibras plásticas, pero pese a su flexibilidad y potencial, resultan lentos y no se acercan a la eficiencia de los orgánicos.
“Sin embargo, contar con un robot futbolista es una excelente oportunidad para comparar cómo funciona la tecnología y qué puede aprender ésta de la naturaleza, y no sólo a nivel físico, sino mental, pues hacer que piense y planee estrategias de juego nos obliga a realizar cálculos y proponer algoritmos que parecerían extraños, pero que resultan sumamente útiles”.
De no haberse embarcado en este proyecto, hoy Llarena ignoraría que para patear un balón, una máquina de estas características necesita una capacidad de procesamiento equivalente al de cuatro neuronas, o que para que ver el esférico requiere 256, y que para saber desde dónde disparar precisa cuatro mil 96. “Éste es el tipo de saberes que nos revela participar en este tipo de torneos, para quien duda de la utilidad de las máquinas futbolistas”, señaló.
“Avanzamos muy rápido en este campo, y a la velocidad que vamos, lo más factible es que para el año 2050 tengamos ya robots capaces de vencer a un humano, y probablemente tan buenos para el balompié que podrán superar al mismísimo Messi”.