La fachada marítima de Estambul ofrece imágenes imborrables. En esta fotografía del pasado mes de mayo, tomada desde uno de los barcos que surcan el Bósforo, destaca poderosamente la Mezquita Azul, inaugurada en junio de 1617, seis meses antes de la muerte del sultán Ahmed I, quien ordenó su construcción para apaciguar a Alá tras la derrota de sus ejércitos.
Este complejo arquitectónico de una belleza sublime fue erigido junto al hipódromo de Constantinopla, donde compitieron aurigas y caballos, y enfrente de Santa Sofía, que sirvió como modelo para esta y otras mezquitas otomanas.
La Mezquita Azul debe su nombre a su revestimiento interior, formado por miles de azulejos de Iznik que crean una tonalidad azul.
Hacia el cielo se elevan sus afilados minaretes, adonde se encaramaban los muecines para convocar a los fieles a la oración, hoy sustituidos por un sistema megafónico.
En la imagen sólo se distinguen cinco minaretes porque el sexto se encuentra en proceso de restauración, tras observar a finales de 2013 que se había inclinado cinco centímetros y que habían caído fragmentos de piedra que suponían un peligro para los viandantes.