Miguel León-Portilla tiene claro cuál ha sido el propósito de su existencia, en sus propias palabras, ha tenido “el privilegio de ser portavoz de lo que pensaron los antiguos mexicanos. Esa ha sido mi vida”, un papel que sigue cumpliendo con ahínco envidiable a sus 90 años de edad, como lo dejó ver en el homenaje que le rindió el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través de su comunidad académica, en una conversación entre amigos y colegas.
La sede de este reconocimiento no podía ser otra que el Museo Nacional de Antropología, un espacio que los mexicanos deben en parte a las gestiones que León-Portilla junto con otros intelectuales, como Ignacio Marquina, Alfonso Caso y Pedro Bosch Gimpera, hicieron en 1962 ante el entonces presidente Adolfo López Mateos, para contar con un lugar donde —mediante las colecciones arqueológicas y etnográficas— dialogaran las culturas originarias de México, pasadas y presentes.
En el marco de la XXVIII Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia (FLAH) y con la presencia del secretario de Cultura, Rafael Tovar y de Teresa, el maestro hizo una vez más gala de su bonhomía y recordó cómo su mentor, el padre Ángel María Garibay, “un hombre de cáscara dura, pero que luego se abría”, le introdujo en el pensamiento indígena, en el cual supo vislumbrar una filosofía equiparable a la filosofía griega y latina que tanto había estudiado.
A más de cinco décadas de estas andanzas, las cuales iniciaron en 1952, año de su encuentro con Garibay, es difícil que alguien dude tal cosa, la existencia de una filosofía náhuatl; sin embargo a Miguel León-Portilla le costó algunos “enfrentamientos” con diversos personajes, entre ellos, con el doctor Francisco Larroyo, quien fungía como director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, cuando hubo de defender sus tesis, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes.
Durante su participación como moderador de esta conversación, el antropólogo Diego Prieto, secretario técnico y encargado de la Dirección General del INAH, definió a don Miguel como un maestro, pensador y defensor de las culturas originarias de nuestro país, de sus lenguas que implican una diversidad de formas de pensar, de múltiples ontologías.
Es imprescindible, subrayó, una lectura de sus obras, es por ello que el INAH acaba de reeditar México-Tenochtitlan: su espacio y tiempo sagrados, que cuenta con un prólogo del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma y se complementa con nuevas imágenes retomadas de códices y textos nahuas, cuya selección estuvo a cargo del etnohistoriador Baltazar Brito. Se trata de una novedad editorial que puede encontrarse en la XXVIII Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia, que se realiza en estos días en dicho museo.
El arqueólogo Eduardo Matos comentó que esta obra pionera sobre el Templo Mayor fue publicada en 1978, coincidiendo con el hallazgo del monolito de la diosa lunar Coyolxauhqui y las consiguientes excavaciones en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan, por lo que se convirtió en un texto fundamental, “visionario”, para abrevar sobre la concepción del Huey Teocalli y los mitos ahí acaecidos, a partir de la traducción de Miguel León-Portilla de pasajes asentados en códices como el Florentino.
“A Miguel, sabemos, se deben muchas cosas. Cuando se hablaba tanto del descubrimiento de América, él salió a la palestra argumentando: Fue el encuentro de dos civilizaciones, de dos mundos. Su voz siempre ha estado del lado del indígena. Visión de los vencidos es la recopilación de las voces negadas del indígena y Miguel les ha dado la palabra”, expresó Matos Moctezuma.
Rafael Tovar y de Teresa dijo que los diversos estudios de Miguel León-Portilla pueden ser considerados ya “textos clásicos de México”. “La cultura contemporánea mexicana le debe una vida dedicada a la divulgación, a la apreciación de la cultura de los antiguos mexicanos. Nos ha hecho conocer la cosmología indígena, la poesía y el pensamiento filosófico, los problemas que ocupaban a los sabios, la imagen que nuestras culturas originarias se hacían del universo y del lugar del hombre en el mismo, el papel de la educación y de las artes en su desarrollo.
“Gracias a Miguel León-Portilla, que siguió los pasos de su maestro Ángel María Garibay, hoy existen en México más estudiosos de la literatura en lenguas indígenas y esperamos que día con día, una valoración más justa de ellas”.
Dos de esos discípulos, de entre tantas generaciones que Miguel León-Portilla ha formado en el Seminario de Cultura Náhuatl de la UNAM, son los doctores Baltazar Brito y Patrick Johansson. Ambos consideran a su maestro como un hombre que genera vocaciones, como le sucedió a Johansson, director actual del seminario fundado por su mentor, quien dejó su carrera deportiva como decatetla, para sumergirse en el análisis del pensamiento indígena.
Entre las múltiples virtudes que halla en su maestro, está la de encontrarse frente a un excelente traductor, de manera que “la traducción de Miguel León-Portilla es la transmutación poética de un verso indígena en el atanor (instrumento básico del alquimista) de la lengua castellana”.
En este año que ha sido de plácemes para Miguel León-Portilla, el homenaje que le rindió el INAH ha sido un motivo más “para que mi corazón se alegre” y para constatar que “aunque sea menor soy un profeta en mi tierra”, expresó el propio investigador emérito de la UNAM al ver abarrotado el Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología.
Como una señal para mostrar que aún hay Miguel León-Portilla para rato, dio a conocer que a la par de la reedición de algunos de sus libros, próximamente saldrá uno inédito dedicado a Nezahualcóyotl, para el cual se basó en 20 códices y textos en náhuatl escritos por los acolhuas texcocanos, en los que se menciona a este personaje conocido como el “rey poeta”.