Nayarit…restauran óleo de la Santísima Trinidad del siglo XVIII

El óleo sobre tela de la Santísima Trinidad, que data del siglo XVIII y formó parte del retablo principal de la misión de la Mesa del Nayar, en Nayarit, reducción fundada por los jesuitas hacia 1722, fue intervenido por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dentro de un proyecto de restauración de objetos de culto ligados a los sistemas locales de creencias de los coras.

Junto con el lienzo atendieron una serie de esculturas de la localidad, que datan de los siglos XVIII, XIX y XX, así como varias de los periodos jesuita y franciscano, y otras procedentes de comunidades de la región, que ahora forman parte del acervo del templo.

Desde 2014, un equipo de especialistas coordinado por la restauradora Renata Schneider, desarrolla el Proyecto de Conservación y Restauración de Bienes Muebles e Inmuebles por Destino de Comunidades Rurales del Norte y Occidente de México, mediante el cual se da respuesta a las poblaciones que lo solicitan y que tienen colecciones modestas pero de gran uso devocional.

“Antes de intervenir obras de estas comunidades, se efectúa un estudio minucioso de las formas de culto que se le profesan a las mismas, para que los trabajos sean acordes con su uso y no interfiera en su veneración, y a la vez se posibilite alargar la vida de los objetos restaurados”.

La obra de la Santísima Trinidad, dos Cristos, un par de Niños Dios y un conjunto de esculturas de san José y de las vírgenes Dolorosa, de la Asunción y de Loreto, ésta última conocida localmente como La Virgen Natividad, se trabajaron en dos temporadas de campo, la primera en 2015 y la segunda de mayo a julio de este año, explicó la restauradora de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC).

Como parte de la segunda etapa de trabajo, se realizó el inventario de bienes muebles del Templo de la Santísima Trinidad, que se ubica en lo que fue la antigua misión jesuita. También se entregó una copia del registro a la comunidad y otra al Centro INAH Nayarit, instancia que ha colaborado en la conservación de las imágenes.

La especialista del INAH indicó que de la época jesuita se conserva el lienzo de la Santísima Trinidad, que formó parte del retablo original, de acuerdo con lo consignado por el padre visitador Joseph Bugarín en su inventario de 1768.

El cuadro —de 1.40 m por 2.00 m— presenta tres figuras de cuerpo entero y rostros idénticos, diferenciadas cada una por los símbolos del cordero, el sol y la paloma que presentan, respectivamente, en el pecho. Es una representación conocida como Cristo Tríplice. La pintura había perdido el marco y sólo contaba con un bastidor muy precario, mientras que el lienzo presentaba muchos faltantes y deterioro en la parte perimetral, principalmente.

El equipo de restauradores hizo un reentelado llamado “holandés”, que consiste en la colocación de un soporte de lino en la parte posterior que se plancha con cera resina, limpiado previamente para que se adhiriera el material. Posteriormente, el lienzo se puso en un nuevo bastidor y se eliminó el barniz oxidado de la parte frontal, para posteriormente efectuar una reintegración cromática con la técnica de tratteggio (basada en líneas enfrentadas o que siguen la forma de la obra).

El cuadro de la Santísima Trinidad, que corona el muro testero de la iglesia, no sale a procesión. Para ello se utiliza una escultura de menor tamaño (de 25 cm por 4 cm, aproximadamente), en la que se aprecia a Dios Padre que carga a Cristo flagelado (la paloma que representaba al Espíritu Santo se ha perdido), una imagen poco común en las representaciones de bulto.

Parte de la devoción de la comunidad cora hacia sus imágenes religiosas se manifiesta físicamente en la gran cantidad de pequeños bolsos que les colocan a manera de ajuar, tal es el caso de las tallas de Santiago Apóstol (también conocido como san José) o de las vírgenes de la Asunción y Loreto. Una de las actividades principales de las mujeres en la región es la confección de morrales para consumo local, por lo que las jóvenes que quieren aprender el oficio piden a los santos que las ayuden en su labor mediante este pequeño tributo.

Dichas esculturas no presentaban problemas severos, sólo deterioros menores derivados de su manipulación y uso, por lo que únicamente se trabajó en su estabilización; en cambio, otras que estaban dañadas fueron objeto de intervenciones complejas y delicadas.

De acuerdo con los testimonios del padre visitador Joseph Bugarín, escritos en 1768 —incluidos en la investigación Las misiones del Nayar, de la historiadora del arte Cecilia Gutiérrez Arriola, y compilados en 1993 por Jean Meyer en una edición conjunta entre el antiguo Instituto Nacional Indigenista y el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos—, la iglesia que se empezó a construir entre 1750 y 1752, contaba con un retablo mayor de madera tallado que contenía once esculturas de bulto y el lienzo de la Santísima Trinidad, en el centro.

Además tenía dos retablos laterales, uno dedicado a la Virgen de Loreto y el otro a san Francisco Xavier, sin embargo, hoy ninguno de los tres retablos existe. El edificio religioso de muros gruesos de adobe, techumbre de madera y con portada pequeña de cantera es el principal centro católico de la comunidad y de las rancherías dependientes.