El traslado de un tigre salvaje a una reserva del sudoeste de Nepal fue todo un acontecimiento en enero pasado, pero cuatro meses después la fiera ha caído presa de cazadores furtivos; la mayor amenaza para los grandes felinos.
«Namobuddha» era uno de los 155 tigres de Bengala que quedan en Nepal, una cantidad que el Gobierno quiere que se doble en los próximos diez años.
Pero el desafío se enfrenta a la acción de la caza furtiva y a la reducción del hábitat de ese animal en libertad.
«Sentí como si hubiera perdido a alguien de mi familia» , afirma a Efe Maheshwor Dhakal, el miembro del Departamento de Parques Nacionales y Conservación de Vida Salvaje (DNPWC) que coordinó el traslado del felino, el primero de este tipo que se realizaba.
El tigre, de dos años y medio, había aparecido nueve meses antes con heridas, probablemente causadas por otro ejemplar de su especie, en un complejo turístico al sur de Katmandú.
«Namobuddha» recibió cuidados en una reserva cercana hasta que se recuperó y luego, en una operación sin precedentes, fue trasladado al parque de Bardiya, donde se le instaló un collar transmisor para recibir información vía satélite sobre su comportamiento.
Concretamente, los responsables de la reserva natural querían datos detallados sobre el territorio que abarca un tigre en libertad para hacer el cálculo de cuántos ejemplares podrían llegar a vivir en las selvas que aún quedan en Nepal.
La señal del emisor se perdió a comienzos de mayo y, hace dos semanas, un equipo del parque encontró pelo del animal y los restos destrozados del collar después de que, según todos los indicios, el tigre hubiera muerto envenenado por cazadores furtivos.
«Probablemente pusieron veneno en los restos de una vaca que ‘Namobuddha’ había cazado en una aldea cercana, aprovechando que estas fieras suelen dejar partes de su presa y volver luego a por ellas» , explica Dhakal.
Este suceso, por el que han sido arrestadas tres personas, volvió a poner en evidencia los riesgos a los que se enfrenta una especie muy amenazada, sobre todo por el beneficio que genera en muchos países el tráfico de casi todas las partes del cuerpo de un tigre.
El conservacionista nepalí Prasanna Yonzon explica que Nepal es un punto de paso clave del tráfico de especies protegidas como esta, ya que está situado entre la principal zona proveedora, el sur de Asia, y el principal cliente, China.
Según Yonzon, que hace ocho años fundó una organización contra el tráfico de animales, los huesos de tigre multiplican por cinco su precio al llegar a Katmandú, «así que uno puede imaginarse lo que valen cuando llegan a China» , donde son muy apreciados por la medicina tradicional.
Otro factor a tener en cuenta, según Maheshwor Dhakal, es la falta de voluntad política por acabar realmente con el problema, ya que a menudo los acusados de caza furtiva salen indemnes o reciben condenas muy leves.
Para frenar la caza ilegal, los conservacionistas nepalíes abogan por incidir en la demanda y atacar el tráfico fuera de las reservas, pero recuerdan que también la pobreza y la falta de educación y empleo empujan a muchos jóvenes a convertirse en cazadores ilegales.
«También hay que tener en cuenta el conflicto con las poblaciones rurales cercanas a las reservas porque a veces los tigres matan animales domésticos, de manera que los aldeanos envenenan los despojos para acabar con la fiera» , explica Yanzon.
Según la organización internacional Global Tiger Forum, de las siete clases de tigre existentes hace un siglo hoy sólo subsisten tres, y se calcula que de los 100 mil ejemplares que había en libertad únicamente quedan 3.250, la mayoría tigres de Bengala.
El Gobierno nepalí ha lanzado una campaña para doblar la población de tigres coincidiendo con el próximo año del tigre en el calendario chino en 2022, «algo que no es del todo imposible aunque -remarca Yonson- los retos para conseguirlo son enormes.
Agencia El Universal