El 3 de septiembre de 1658, hace 355 años, murió Oliver Cromwell (Huntingdon, 1599), líder político y militar inglés, quien en 1653 recibió el título de Lord Protector de Inglaterra, Escocia e Irlanda, con el que gobernó el país de forma autoritaria hasta su muerte.
Cromwell fue un puritano acérrimo, cuyos discursos estaban plagados de referencias bíblicas y que sentía la misión divina de unir y reformar Inglaterra. Las fuerzas parlamentarias que lideró no reconocían rey ni autoridad, por lo que el rey Carlos I de Inglaterra fue ejecutado en 1649 y se instauró una república que más bien derivó en una dictadura militar dirigida por el propio Cromwell, un rey sin corona.
Su figura es tremendamente controvertida y ha generado división de opiniones: hay quien lo considera un héroe revolucionario y quien lo tacha de déspota y villano. Durante su mandato, conocido como El Protectorado, que comenzó con la creación de la Commonwealth, Inglaterra experimentó un crecimiento económico notable y, entre otras cosas, atacó a las colonias españolas en el Caribe.
Ahorcado y decapitado.
Cromwell murió a los 59 años de edad, físicamente agotado y afligido por la muerte de su hija, Elizabeth, que tenía 29 años de edad. En 1660, dos años después, se restauró la monarquía con Carlos II y a comienzos de 1661 los partidarios del rey exhumaron el cuerpo de Cromwell, que yacía en la Abadía de Westminster, y fue sometido a una ejecución póstuma.
Su cadáver fue colgado de la horca en la antigua aldea de Tyburn, donde se ejecutaban a los criminales de Londres, y posteriormente arrojado a una fosa. Su cabeza, en cambio, fue clavada en un poste en las inmediaciones del Palacio de Westminster y exhibida al público -junto a las de otros regicidas- durante 24 años. Actualmente se encuentra enterrada en el Sidney Sussex College, en Cambridge, donde estudió Cromwell cuando era joven.