La actual capital de Navarra ya lo era en el siglo IX de un reino medieval que se extendía hasta los Pirineos occidentales. Fruto de este pasado la ciudad acumula siglos de historia, pero si por algo es conocida en el mundo entero es por la celebración de los sanfermines.
Los festejos se inician el 6 de julio, día previo a la festividad de San Fermín, cuando desde el balcón del Ayuntamiento se lanza el sonoro txupinazo, el cohete que da paso a una semana de actos festivos, conciertos y verbenas. Sin embargo, la mayor atracción diaria de los sanfermines son los encierros matutinos, cuando los mozos corren delante de los toros por las calles del casco viejo: salen de Santo Domingo, pasan por la plaza Consistorial, por Mercaderes –donde se ubica el Museo del Encierro– y por la histórica calle Estafeta, que conduce a la plaza de toros donde concluyen los encierros.
Ayuntamiento.
La estrecha plaza Consistorial donde se inician los sanfermines está dominada por el edificio barroco del Ayuntamiento. El rey Carlos III de Navarra lo hizo construir en 1423 para acoger el primer consistorio de un municipio que nacía de la unión de tres burgos: Navarrería, San Cernín y San Nicolás.