Las piezas del ajedrez electoral 2015 se siguen posicionando sobre el tablero político nacional. Ahora, en una jugada esperada pero no por ello menos lamentable, los comités estatales del PAN y el PRD decidieron forjar una coalición total en Sonora, que trasciende el interés local pues ya destapa una de las principales líneas estratégicas que definirán las elecciones de medio sexenio.
Ambos partidos —hundidos hoy en un pantano de desprestigio y olvidando que al sumar dos males no se forma un bien— acordaron postular candidatos conjuntos en las 72 alcaldías, las diputaciones locales y la gubernatura.
Por supuesto, la alianza ha sido controvertida. Las dirigencias nacionales la han cuestionado en público, pero los líderes locales se han mantenido firmes en su decisión. Muy probablemente, se trate de un acuerdo para poder defender una postura solo ante los medios, mientras que en la realidad política avanza esta coalición bipartidista.
Lamentablemente para Sonora, y para los estados en los que esta táctica será retomada, la base sobre la cual se asienta la alianza se resume en la frase del dirigente panista estatal, Juan Valencia: la coalición se formó “para evitar un retorno del autoritarismo”, encarnado por el Revolucionario Institucional.
Una vez más, vemos cúpulas partidistas buscando el poder por el poder mismo, sin más argumento ni mayor sustento que el maquiavélico “el fin justifica los medios”. En este caso, el fin de conservar la nómina estatal a sus ojos justifica el sostener un proyecto tan desprestigiado, alejado de la sociedad y tildado de corrupto como el de Guillermo Padrés.
Para distinguir las alianzas positivas de las que únicamente se inspiran en la ambición, hay un hecho clave: si se fundan en un programa y no solo en el reparto de espacios y candidaturas, el ciudadano puede constatar con transparencia qué tan válidas son sus propuestas, qué tan generosos sus integrantes y que tan concertador el rumbo por el que avanzan.
Porque las alianzas no son negativas per se: cuando las mueve el supremo interés de servir, son una herramienta cívica y democrática por excelencia, pues abren caminos al entendimiento y lanzan el claro mensaje de que por encima de los colores partidistas se encuentra el ánimo de trabajar conjuntamente por el bien nacional. Lamentablemente, para Sonora y para México, este caso aparenta ser todo lo contrario.
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