La salvaguardia del patrimonio cultural, ya sea material e inmaterial, tiene que ser incluyente. Las propuestas no deben provenir solo de los científicos sociales y de los tres niveles de gobierno; también hay que atender los argumentos de las comunidades indígenas, pues son éstas las portadoras, creadoras y defensoras de esa herencia.
Lo anterior fue expresado por Carmen Morales Valderrama, titular de la Dirección de Etnología y Antropología Social (DEAS), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), al exponer sus puntos de vista sobre el tema, de manera previa a la presentación del libro Patrimonio Inmaterial; ámbitos y contradicciones, del cual ella es coordinadora, junto con la antropóloga social Mette Marie Wacher Rodarte.
La edición, que se presentará este jueves 14 de marzo en el Museo Nacional de Antropología, integra 12 ensayos y reflexiones sobre la comida mexicana, los lugares sagrados de los huicholes, la cultura del maíz, la migración indígena a la ciudad de México, las expresiones musicales y las manifestaciones religiosas, entre otros temas, que son muestra de la diversidad cultural y las dificultades que implica la conservación y protección de este legado.
“Una de las finalidades de este libro, editado por el INAH, es que se convierta en una fuente de inspiración y de consulta para el análisis, y que de este último se desprendan los mecanismos para salvaguardar nuestro patrimonio cultural inmaterial, con la participación de las comunidades”, anotó Morales Valderrama.
Añadió que es texto muy rico, que incluye investigaciones que han llevado más de 10 años de estudio; “la edición deja abiertas muchas dudas y ello es perfectamente válido, pero el denominador común es la necesidad de integrar a las comunidades, tratando de crear un vínculo institucional para la defensa de su patrimonio”.
La etnóloga admitió que existen opiniones encontradas sobre la conveniencia de separar, o no, lo material e inmaterial de nuestro patrimonio cultural. Desde mi punto de vista, anotó, no es del todo conveniente, y explicó:
“En el caso de la religión, los templos y sus santos entran en el ámbito del patrimonio material; ¿dónde quedarían entonces sus peregrinaciones, culto y festividades?; ese tipo de manifestaciones, que también deben ser protegidas, no encuadran en lo monumental, en las colecciones”.
Al respecto, Carmen Morales destacó el ensayo dedicado al patrimonio religioso comunitario de los pueblos indígenas, en el que, si bien, se reconoce el valor de los estudios en torno de los monumentos dedicados al culto, que han permitido conocer sus estilos arquitectónico y artístico, sus técnicas de elaboración, su iconografía, entre otros aspectos, en ocasiones se deja de lado el valor que tienen en la actualidad para las poblaciones que los albergan.
En este sentido, apuntó que es necesario valorar estos bienes comunitarios en su justa dimensión, es decir, observar la importancia que tienen en la reproducción sociocultural de los pueblos y, a su vez, que éstos puedan apropiarse de su valor histórico y artístico, y conocer la relevancia que tienen en el contexto nacional.
Etnóloga con más de 30 años de experiencia, Carmen Morales vivió in situ el desarrollo de las comunidades campesinas en Yucatán y Campeche, dedicadas a la siembra del maíz, cuya industrialización también es tema de debate.
La forma de elaborar el atole en las comunidades indígenas, anotó, es variada y muy tradicional, pero también hay industrias que están procesando o comercializando esa bebida mexicana. Las recetas, entonces, son alteradas sin que haya quedado constancia de sus ingredientes originales.
Entonces, ¿cómo y qué conservar?, ¿quiénes deben decidirlo?, ¿es conveniente o no tratar el patrimonio cultural como un todo o es mejor separarlo? Otro de los ejemplos citados por Morales Valderrama es otro de los ensayos contenidos en libro, que aborda la relación entre la danza y la música que unifica a las comunidades de la Huasteca durante la Danza de Negritos de Candil, una de las pocas que perviven vinculada al ciclo agrícola, y plantea las dificultades que se enfrentan para recuperar esta tradición cuando las prácticas productivas que le dieron origen han desaparecido.
Con el fin de preservar esta tradición, especialistas y comunidades han realizado un registro de dicha danza dentro y fuera de contexto, así como una transcripción musical. Ello condujo a la producción de un disco con los formatos que la propia comunidad emplea en la ejecución del baile, el cual se publicó a mediados de 2010. Posteriormente, se imprimirá la transcripción con una investigación de todo el ciclo festivo y se documentarán los rituales agrícolas.
Para esta tarea, los investigadores establecieron relaciones de colaboración con miembros de la localidad, entre ellos músicos y danzantes, con la finalidad de generar una dinámica que interese a los jóvenes a aprender los sones y las danzas que se ejecutan, y con ello, lograr su resignificación.
Carmen Morales considera que la participación de las comunidades y el respeto a sus propuestas, son premisas indispensables para crear un vínculo institucional en defensa del patrimonio, toda vez que las primeras no solo son las portadoras y creadoras de ese legado, sino que además son las principales interesadas en su preservación.
En este sentido, reconoció la importancia de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (UNESCO, 2003), de la que México es signatario, como un instrumento para la protección de este legado, que propicie la generación de políticas públicas y acciones de la sociedad civil para la identificación, registro, valoración, seguimiento y salvaguardia de las tradiciones.
Patrimonio Inmaterial; ámbitos y contradicciones será presentado el próximo jueves 14 de marzo, a las 18:00 horas, en el Auditorio “Fray Bernardino de Sahagún” del Museo Nacional de Antropología, ubicado en Paseo de la Reforma y Gandhi, en la Primera Sección del Bosque de Chapultepec.