En el mundo sólo hay dos peñones más grandes: el de Gibraltar, en la costa mediterránea de África, y el Pan de Azúcar, en Río de Janeiro, Brasil.
Villa de Bernal, pueblo minero fundado a mediados del siglo XVII, se extiende bajo las faldas del peñón. Antes vivieron ahí migrantes chichimecas. Hoy es la cabecera del municipio de Ezequiel Montes y el turismo representa una de las principales fuentes de ingreso, además de hilados y tejidos de lana y la fabricación de dulces.
Residentes y viajeros de todas las épocas han visto en la Peña de Bernal un elemento singular: desde la impresionante roca gigantesca que domina todos los ángulos del poblado, hasta un lugar sagrado y, en años recientes, parte de la moda esotérica de ver fuentes de energía cósmica en todas las cimas y simas peculiares, especialmente durante los solsticios y equinoccios. Solamente el Sol, la Peña y San Sebastián, patrono de este pueblo mágico, lo saben de cierto.
Como en las nubes, en las rocas habitan muchas figuras y rostros. Y en una roca tan grande se multiplican. El propio peñasco forma varios en su conjunto; por ejemplo, visto desde el helicóptero, por el lado opuesto al poblado, se asemeja a la cabeza de un ser gigantesco con las fauces abiertas o que bosteza. Y si se añaden juegos de luces, como ocurre en las fiestas de Bernal, afloran incontables criaturas y dioses.
Con información de: www.maravillasdemexico.com