Presenta Alberto Peláez en México ‘El olvido de la memoria’, su primera novela

México.- Los 30 años de ejercicio periodístico han llevado a Alberto Peláez a cubrir 19 guerras en países como Yugoslavia, Somalia, Libia, Irán, Irak, Kuwait y Argelia; esas historias que ha visto como corresponsal de guerra le han hecho un ser humano más humano, pero también le han brindado el contexto para adentrarse en la ficción y construir El olvido de la memoria, su primera novela.

El periodista español de 47 años heredó de su padre, Joaquín Peláez, la pasión por el periodismo y su amor por México; por eso esta novela que ha sido publicada en España por Efecto Violeta, la presentará en México el 23 de agosto (Casa Lamm, 20 horas), con los comentarios de Jacobo Zabludovsky y Carlos Loret de Mola.

Aunque escribió otro libro: Corresponsal en Yugoslavia: crónicas desde el infierno y colaboró en Bitácora de guerra y Objetivo Sadam, Alberto Pélaez quiso escribir esta novela que arranca en la posguerra civil española y termina en México; una historia que tiene mucho de autobiográfica, pues dos de sus protagonistas tienen mucho de él y de su camarógrafo, Juan Cobo; juntos han cubierto 19 guerras.

¿Tomaste la realidad para llevarla a la ficción?

Cualquier escritor se nutre de experiencias propias o de historias que le han contado, el novelista la suerte que tiene es que puede imaginar y crear, pero lo importante es que eso tenga un sentido. Igual que en el periodismo utilizamos el antetítulo, el título y el lead, aquí tiene que haber una trama, un nudo y un desenlace.

En mi primera novela, El olvido de la memoria, todo es ficción, pero hay datos de lugares donde he estado en diferentes guerras, así está Yugoslavia, Argelia, Somalia, Ruanda y también hay algunos personajes reales como Jacobo Zabludowsky, que aparece en la novela.

¿Por qué concluir tu historia en México?

Aunque me gusta mucho la recreación de los personajes y cincelarlos bien a través de la pluma, al escribir la historia pensé en lugares, en Biarritz que me gusta mucho, pensé en México porque es mi país, uno escribe de lo que le gusta, de lo que uno quiere.

Yo me siento profundamente español pero también me siento muy mexicano; a México vine a los 10 años y mi padre, que fue un gran corresponsal y un ser humano excepcional, Joaquín Peláez, amaba profundamente a México y a sus cinco hijos nos enseñó a amarlo. Mi mujer es mexicana, mis hijos son mexicanos, por sus venas corre sangre azteca, mi hermana está casada con un mexicano, mi sobrino y ahijado es mexicano, como dice Alejandro Sanz: “tengo el corazón partido”.

¿La posguerra civil española es solo el disparador o el contexto?

Allí comienza la historia pero luego pasa por varias guerras en el mundo, esas guerra que Juan y yo hemos cubierto. Siempre he pensado que la guerra civil española fue mucho más dura de lo que nos han contado o hemos leído; entendí lo duro que debe haber sido la guerra en España en Sarajevo, piensa que el asedio de Madrid duró tres años como el de Sarajevo; por eso creo que es importante no olvidar eso.

¿Por ser tu primera novela es muy autobiográfica?

Hay una parte autobiográfica, Ernesto Manrríquez es Alberto Peláez, aunque muy magnificado por todo lo que permite la ficción; Juan es Román Timón, mi camarógrafo, mi amigo, mi hermano, mi compañero, hemos estado en 19 guerras juntos, a veces nos queremos, a veces no odiamos, es como un matrimonio bien avenido.

¿Por qué Jacobo Zabludovsky aparece en la novela?

Es un homenaje a Jacobo Zabludovsky, yo quería que apareciera en este libro porque es una deuda que tenía con él, lo quiero mucho, fue un gran amigo de mi padre. En la historia, Román ve a Jacobo dando una noticia sobre Nicaragua y es cuando decide que quiere ser periodista.

¿Qué te ha dejado ser corresponsal en 19 guerras?

A esta edad ya veo las guerras con más serenidad dentro de lo bestial y de lo injusto que resultan y las veo también ayudando siempre a los más débiles. Claro que hay que ser objetivos, pero creo que en las universidades debía haber una asignatura que fuera de reportaje denuncia porque ante ciertas cosas uno no puede quedar impasible; en ese sentido me identificó más con el más débil.

Con mis hijos, Constanza y Joaquín, que tienen 10 y 12 años, las cosas duelen más, la perspectiva de la edad cambia todo; ahora ya me pienso más las cosas, las tomo con más calma.

¿Hoy te tomas tu tiempo para aceptar cubrir otra guerra?

Después de Irak pensé que hasta allí, pero llegó Libia y quise ir; ser corresponsal de guerra me gusta pero ahora lo tomo con cierta prudencia y con más tranquilidad; muy distinto a cuando era joven, que pensaba que era inmoral; sin embargo, no sé si volveré a otra guerra, pero creo que sí.

¿Qué nos han dejado las guerras? ¿Somos más humanos o cada día los seres humanos somos más feroces?

El ser humano del siglo XXI, independientemente de las guerras, se ha convertido en un ser tremendamente individualista y egoísta que mira para sí, para sí, para sí y luego para los demás; se perdió hace años el altruismo, la filantropía, el amor al hombre y prevalece que el hombre es un lobo del hombre.

Sin embargo, mi padre me enseñó el arte de la filantropía, creo que el hombre es bueno por naturaleza, pero eso dicho en el contexto del siglo XXI donde todo es rápido y todo es inmediato con las redes sociales y alta tecnología, hay que rescatar los valores humanos.

¿Las guerras se repiten porque no tenemos memoria?

Uno no puede olvidar su pasado, aunque sea ominoso. Al ser la historia cíclica estamos ahora mismo como cuando termina el Renacimiento y comienza el Barroco y en el Barroco hay una etapa de una enorme decadencia, en ese tiempo el imperio español se declaró en bancarrota y hoy estamos otra vez como estábamos en 1560. Tendremos que volver a renacer desde el punto de vista de los valores humanos, valores en los que yo creo fervientemente.

¿En las guerras se conoce lo peor y lo mejor del ser humano?

En la guerra conoces lo más misérrimo del ser humano y lo más grandioso del ser humano, he conocido a gente detestable pero también a gente de un gran calor humano. El mal no está sólo en los poderosos; no hay nada peor que alguien con muy poquito poder y poca capacidad intelectual, son más letales que los poderosos.

Agencia El Universal