Para maestros de distintas escuelas pertenecientes a la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, la docencia es una actividad plagada de retos, satisfacciones y aprendizaje constante. Es, sobre todo, una forma de compartir y hacer contacto con otros.
Su papel resulta fundamental en uno de los propósitos trazados en el actual Programa Nacional de Cultura, el fomento al desarrollo artístico, así como la profesionalización y la investigación en el campo del arte.
Ejemplo de esto es el arquitecto Rubén Rocha Martínez, quien ha impartido clases en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM) desde 1979. Actualmente es profesor de tiempo completo en la Maestría en Arquitectura de esta institución, en una especialidad que señala como fundamental en nuestro país: la rehabilitación estructural de edificios históricos.
El arquitecto Rocha recuerda entre risas sus primeras experiencias como docente, aquellas que determinaron su aproximación a la enseñanza y la relación con sus alumnos.
“¡Las primeras experiencias fueron horribles! Entré a dar clases a la ENCRyM con la intención de difundir conocimientos basándome sobre todo en cómo me habían dado clase mí. Pero pronto me di cuenta de que no era lo mejor”, señala Rocha, quien ha visto pasar por su cátedra a más de 400 arquitectos.
Sus palabras dan cuenta de que la sabiduría se obtiene con los años, cultivando el conocimiento y una actitud de apertura al cambio constante. Reconoce que el intercambio cotidiano con sus estudiantes lo motiva a actualizarse y estar atento a lo que actualmente sucede en su disciplina.
Para el maestro Ricardo Ramírez Carnero, profesor en la Escuela Nacional de Arte Teatral desde 1981, “lo más difícil de dar clases es ser humilde”. Destaca que “aprender a enseñar” implica una buena dosis de autoconocimiento, maduración y crecimiento. “El maestro no solo enseña, sino que facilita el aprendizaje. Como maestro, uno tiene que ser el facilitador para que algo suceda en el aula”. Además, señala que esta profesión requiere de una enorme sensibilidad, pues la enseñanza es sobre todo “un proceso de acompañamiento”.
Por su parte, la maestra Laura Rocha, destacada docente de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea (ENDCC), explica que en el aula no solo se comparten técnicas o conocimientos, sino que es un espacio para transmitir valores frente a la creación.
Le resulta fundamental transmitir a sus alumnos “la pasión por la danza” que ella misma experimentó durante su formación. Por ello, destaca la importancia de que el docente “se empape de muchos otros elementos y conozca a profundidad los métodos pedagógicos”.
La maestra Rocha, quien comenzó a dar clases en la ENDCC en 1980, señala que las nuevas generaciones “tienen capacidades extraordinarias y se palpa en ellos la exigencia de una formación interdisciplinar”.
El profesor Alfredo Antúnez es director de la Escuela Superior de Música, institución donde él mismo se formó como músico y donde no ha dejado de impartir clases desde hace tres décadas. Su destacada trayectoria como docente es prueba de que la transmisión de conocimiento es una vocación que debe asumirse con plena responsabilidad y compromiso.
El maestro Antúnez recalca que la docencia es una profesión que lo motiva a estar al tanto de las teorías educativas, así como de las nuevas tecnologías alrededor de la creación musical.
“Las nuevas generaciones traen nuevas herramientas y conocimientos, están más informadas en el ámbito musical”. En este contexto, señala que “el papel del maestro se ha transformado”, pues adquiere un papel de “guía” frente a las nuevas posibilidades de crear música.
“El trabajo docente es orientador, facilitador de conocimiento. Se trata de que tengamos un contacto de comunicación muy fraternal y cordial”, explica.
Finalmente, Fany Mustafá imparte clases de ciencias en el Centro de Educación Artística (CEDART) “Frida Kahlo” desde hace 26 años. Habla de los retos y satisfacciones de impartir clases de ciencias a jóvenes interesados en las artes. De la mano de sus alumnos, a partir de mucha prueba y error, ha descubierto que la ciencia y el arte requieren de mucha creatividad.
“Me doy cuenta de que he cambiado con mis alumnos y todavía sigo muy motivada por dar clases”, comenta. Para Fany, la satisfacción más grande es ver que sus alumnos disfrutan el proceso de aprendizaje.
Hay una forma de cariño reservada para nuestros maestros que Fany conoce muy bien. La profesora señala que todos los años, cada 15 de mayo, recibe distintas muestras de cariño de alumnos y exalumnos.
En definitiva, un buen maestro deja huella en sus estudiantes. Tal vez como señalaba José Vasconcelos en su “Decálogo de la enseñanza”, “maestros son quienes se apresuran a dar sin reserva el buen consejo”. Y en el caso de los docentes que forman parte de las instituciones académicas adscritas a la Secretaría de Cultura, no es la excepción.