Bretaña extiende su brazo hacia el océano Atlántico como el último territorio al oeste del viejo continente europeo. La costa norte, que dialoga con el mítico mar de La Mancha, despliega un escenario de bahías, islas y pueblos con una rica historia cultural que puede empezar a seguirse en Rennes, la capital regional.
Ciudad propiamente interior, Rennes se encuentra «entre tierra y mar», como suele decirse en Bretaña. Centro administrativo y económico, ha sabido beneficiarse de su ubicación en la base de la península armoricana, en un punto estratégico entre Francia y el mundo atlántico.
Rennes vincula y protege un patrimonio. Su barrio medieval lo atestigua, con las callecitas de trazo errático, entre típicas casas de madera y techos de pizarra que desembocan en la encantadora plaza Sainte-Anne.
En las terrazas de sus bares, principalmente los días soleados, se congrega una variada multitud. Es el lugar ideal para degustar las mejores crepes, acompañadas por lo general con una bolée (tazón) de sidra artesanal