Silvio Zavala…jurista, historiador, diplomático

Con 104 años de vida y emocionado, Silvio Zavala llegó la tarde de ayer al Museo Nacional de Antropología, acompañado de su hija María Eugenia y de Irene Mariscal, la señora que lo cuida desde hace 13 años, a recibir la gratitud de amigos y colegas reunidos en el Auditorio “Jaime Torres Bodet”, para ofrecerle un sencillo homenaje, en el que se recordó su trayectoria académica como jurista, historiador y diplomático.

Imposibilitado ya para dar la mano o intercambiar palabras, Zavala no dejó de comunicarse con los asistentes regalándoles intensas sonrisas. Sus ojos azules brillaban. En 1995 y 2011, el humanista donó a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH) más de 10,400 documentos, entre los que se encuentran un corpus de cartas que intercambió con el historiador Rafael Altamira, y que dan testimonio de las difíciles condiciones del intelectual español exiliado en Francia durante la Segunda Guerra Mundial.

Un primer fruto del análisis de ese corpus es el libro Exilio político gratitud intelectual, edición y estudio del historiador Andrés Lira (Colmex, 2012), cuya presentación se hizo este 10 de abril, en el marco de la celebración de un año más de vida de Zavala (Mérida, Yucatán, 1909).

Colegas y representantes de importantes instituciones académicas se encontraban tanto en el presidium como en las butacas. Sergio Raúl Arroyo García, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dio la bienvenida a los asistentes y recordó que Silvio Zavala ha estado ligado indisolublemente al INAH, una casa que de alguna manera ha construido, ya que fue uno de los protagonistas de su creación en 1939. Colaboró como secretario del Museo Nacional (1937 y 1938) y como titular del Museo Nacional de Historia (1946 a 1954).

En la celebración académica en la que estuvo el presidente de El Colegio de México, Javier Garcíadiego, los historiadores Alberto Enríquez Perea y Antonio Saborit recordaron los primeros años de Zavala en la academia: “nacido en Mérida, Yucatán, el 7 de febrero de 1909, llegó a la ciudad de México cuando iba a cumplir 20 años para terminar su carrera de Derecho en la UNAM.

A los 22 años, abundaron, se fue becado a Madrid, para estudiar en la Universidad Central, donde se entusiasmó por el ethos republicano y bajo su sombra reunió el ánimo necesario para hacer cuanto se propuso: concluir su licenciatura en Derecho, tomar el camino de la Historia, obtener el doctorado en Derecho y emprender la formación de dos monografías como investigador en la sección americanista del Centro de Estudios Históricos de Madrid”, dijo Saborit.

El historiador Andrés Lira recordó que Zavala abordó dos temas vertebrales: la historia del trabajo de los indios en América y la obra de Vasco de Quiroga.

La vida de Zavala en España se interrumpió con el levantamiento militar de 1936 y la Guerra Civil, añadió Saborit, director del Museo Nacional de Antropología; de regreso a su país, dio los primeros pasos en la investigación histórica en México al incorporar al equipo de Luis Castillo Ledón, en el Museo Nacional, y al crear la Revista de Historia de América.

Previamente a su participación en el presidium, María Eugenia Zavala, hija del historiador y académica de El Colegio de México recordó, que su padre fue participante activo en la fundación de esta institución, que era la Casa de España en México creada por los exiliados en la época del franquismo, cuando Zavala junto con Daniel Cosío Villegas hicieron todo lo posible por traer a nuestro país a los intelectuales españoles que sufrían las atrocidades de la Guerra Civil y el nazismo alemán.

“El corpus de cartas enviadas por Rafael Altamira a mi padre son sólo una parte de los documentos, testimonios, reconocimientos, diplomas y pasaportes españoles, entregados por el propio Zavala a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH) del INAH, para su resguardo”. El recinto alberga dos vitrinas con 162 preseas del historiador, entre las que se encuentran el Premio Príncipe de Asturias, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio, y las medallas Tomás Moro, José María Morelos y Pavón y Juan Carlos I Rey de España.

“Mi padre decidió que todas sus preseas españolas se quedaran en el INAH por su estrecha y entrañable relación con esa institución, ya que al interrumpir sus estudios en España por el estallido de la guerra, en 1936, regresó a México y se integró al Museo Nacional de Historia ‘Castillo de Chapultepec’, del que fue director (1946-1954)”.

Los oradores coincidieron en señalar que en el acervo documental que Zavala entregó a la BNAH sobresalen las cartas que intercambiaban Rafael Altamira con el historiador mexicano. El corpus muestra las difíciles circunstancias en las que se desenvolvía la vida de Altamira, la lucidez y entereza con las que asumió los acontecimientos y también el esmero con el que el discípulo atendió los requerimientos de su maestro desde América para enviarle la información que necesitaba para continuar sus investigaciones; Zavala también promovió la publicación de las obras del español y buscó los medios para sacarlo de Europa.

Rafael Altamira murió en 1951, exiliado en México, donde vivió alrededor de siete años con sus hijas. Está considerado uno de los españoles con mayor proyección internacional en el periodo convulso que transcurrió entre las dos guerras mundiales.

Entre 1909 y 1910, Altamira hizo un viaje a Hispanoamérica, comisionado por la Universidad de Oviedo, para restituir los lazos entre España y las repúblicas americanas, rotos a partir de la pérdida de las colonias. Entonces impartió diversas conferencias y fue nombrado doctor honoris causa por las universidades de la Plata, Argentina; Santiago de Chile y de Lima, Perú; y en 1911, por la de México.

“Rafael Altamira —recordó María Eugenia Zavala— fue el gran maestro de mi padre, quien influyó para que dejara el Derecho y se dedicara a la Historia, ya interesado por el pasado a través de su experiencia en su ciudad natal, Mérida, Yucatán, donde conoció a indígenas descendientes de los mayas prehispánicos. Quiso estudiar el periodo colonial porque era un tema que para su época no se había abordado”.

Además del libro de reciente edición, cuyo título completo es Exilio político gratitud intelectual. Rafael Altamira en el Archivo de Silvio Zavala (1937-1946) se comentó la obra Silvio Zavala. Primeras jornadas, 1931-1937 (Colmex, 2009), en el que se reúnen 15 trabajos publicados originalmente en los años 30, pero que en la historiografía actual son casi desconocidos; también editado por Andrés Lira y compilado por Alberto Enríquez Perea.

Finalmente, el director de la BNAH, Baltazar Brito, informó que el trabajo de catalogación de la primera entrega ya concluyó, y de la segunda culminará el próximo mes, de tal suerte que la mayor parte del Archivo Silvio Zavala ya está disponible para la consulta de investigadores.

La celebración académica fue organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Colegio de México y la Academia Mexicana de la Historia.