Desde el yacimiento de Taormina se contempla uno de los tramos más bellos de la costa siciliana, con el mar Jónico enfrente y, al fondo, la cumbre del volcán Etna.
Eso mismo debieron pensar los antiguos pobladores cuando, en el siglo VIII a.C., fundaron un asentamiento en la cima del monte Tauro.
Los primeros en llegar fueron los griegos y, aunque tras ellos pasaron otras civilizaciones, el sitio acumula principalmente vestigios romanos.
Éstos conquistaron Taormina en el siglo I a.C. y la reconstruyeron.
Su elemento más famoso es el anfiteatro que, con dimensiones imperiales –aforo para 16.000 espectadores–, pasó de ser escenario de tragicomedias griegas a arena para luchas de gladiadores; hoy acoge obras de teatro y conciertos.