Templo de Ehécatl ha quedado al descubierto en el Centro Histórico

Tras siete años de trabajos constantes en un predio ubicado a espaldas de la Catedral Metropolitana, los restos del principal Templo de Ehécatl (dios mexica del viento), así como de una esquina del Juego de Pelota de la antigua Tenochtitlan han quedado al descubierto en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

El anuncio fue hecho por Eduardo Sánchez, vocero de la Presidencia de la República, acompañado por la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda; Diego Prieto, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, y Raúl Barrera, coordinador del Programa de Arqueología Urbana (PAU).

Eduardo Sánchez afirmó que con el descubrimiento del Templo dedicado al dios Ehécatl se enriquece el patrimonio de los mexicanos y ratificó que la administración del presidente Enrique Peña Nieto continuará respaldando los programas para resguardar y difundir los más de 20 mil monumentos y 40 mil sitios arqueológicos que existen en el país.

Por su parte, María Cristina García Cepeda expresó que estos hallazgos se suman a los grandes descubrimientos que desde hace casi 40 años —tras el hallazgo del monolito de Coyolxauhqui— han aproximado a la sociedad mexicana actual “al esplendor de la ciudad prehispánica de Tenochtitlan”.

Lo anterior se debe al quehacer de los investigadores del INAH “y a su compromiso por salvaguardar el patrimonio arqueológico de nuestro país”, reconoció la secretaria en la reunión con los medios de comunicación realizada en el Museo del Templo Mayor.

El antropólogo Diego Prieto Hernández, recalcó que los descubrimientos de ambos edificios mexicas que constituyen secciones del Templo de Ehécatl y del Juego de Pelota, no son fruto de un hecho fortuito, sino resultado de un proyecto constituido 25 años atrás: el Programa de Arqueología Urbana (PAU), el cual recupera los vestigios de lo que fue el Recinto Ceremonial de México-Tenochtitlan, y que yacen bajo el subsuelo de siete cuadras del Centro Histórico de la capital del país.

“El tiempo, los recursos y conocimientos que requiere el trabajo arqueológico son factores que sólo una institución como el INAH ha podido resolver, en condiciones no siempre óptimas”. El contexto actual —abundó su titular— “exige fortalecer el trabajo al interior, pero también a ampliar relaciones con otras instituciones, grupos de la sociedad civil y particulares”.

De estas alianzas derivan hallazgos como los presentes, con base en los cuales se han podido precisar ubicaciones, orientaciones y dimensiones de las estructuras que conformaron el espacio sagrado de la cultura mexica, y cuya aproximación más acertada hace un tiempo era la maqueta elaborada por el arquitecto Ignacio Marquina, quien tomó referencias de fuentes de las épocas del contacto con los españoles y la Colonia.

En ese sentido, el profesor Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del INAH y fundador del Proyecto Templo Mayor y del PAU, explicó a los presentes que el Templo de Ehécatl, divinidad que con sus vientos benignos barría los cielos y atraía la lluvia, se localizaba frente al adoratorio de Tláloc, deidad fecunda que residía en el Templo Mayor junto al dios guerrero Huitzilopochtli; y aseguró que los hallazgos que se han realizado, permiten un rostro más amplio de la cultura mexica.

El equipo del Programa de Arqueología Urbana identificó una estructura rectangular de 34 a 36 metros de longitud que en su parte posterior tiene adosados dos cuerpos circulares, el mayor con 18 metros de diámetro aproximadamente, y que se encuentran separados por un andador de 1.10 metros.

Durante las labores en el predio Guatemala 16 —continuó su relato el profesor Matos Moctezuma—, el PAU descubrió también una plataforma de nueve metros de ancho limitada por el cabezal poniente de la Cancha del Juego de Pelota. En este espacio, que estaba alineado al adoratorio de Huitzilopochtli, se detectaron los restos de una escalinata por donde debieron ingresar los combatientes a la cancha ritual.

Fue bajo el piso de una escalinata remetida a la plataforma que limita al norte el Juego de Pelota, que los arqueólogos del INAH ubicaron la única ofrenda ritual hallada hasta ahora en las excavaciones en el lugar. La población estaba conformada por varios grupos de cervicales humanas que aún guardaban su posición anatómica, que correspondían a una treintena de individuos cuyas edades oscilaban desde infantiles (0-6 años) hasta juveniles.

Por su parte, el arqueólogo Raúl Barrera, responsable del PAU, detalló que conforme a la evidencia de tres etapas constructivas detectadas hasta ahora, ambos edificios estuvieron en uso por lo menos desde 1481 (durante el gobierno de Tízoc) y en los subsecuentes mandatos de Ahuízotl y Moctezuma Xocoyotzin, hasta 1519, coincidiendo con la llegada de los españoles. Consumada la conquista, los edificios tenochcas fueron desmantelados paulatinamente en sus etapas superiores para construir la capital virreinal.

Durante el recorrido con los medios por el predio, Raúl Barrera reparó en la calidad del piso de piedras lajas que data de la Etapa VI (hacia 1486 d.C.), así como en la enorme curvatura de la base del templo hecha de tezontle unido con lodo y la cual conserva buena parte de su aplanado original.

El conocimiento y la preservación del Templo de Ehécatl y del Juego de Pelota es fruto de la colaboración de varios profesionales, quienes se han comprometido con su rescate en diversas temporadas de trabajo en los últimos siete años: los arqueólogos Iván Urdapilleta, Israel Fuentes, Lorena Vázquez, Ingrid Trejo, Sandra Liliana Ramírez, Moramay Estrada, José María García, Eduardo Ambrosio Lima, Miguel Guadarrama y Mariel de Lourdes Mera Cáceres; así como las restauradoras Federica Grifi y Patricia Campos Díaz.