Teotihuacán…el incensario más antiguo

Distintos análisis realizados a un incensario efigie de mil 900 años de antigüedad, el más antiguo localizado hasta ahora en Teotihuacan, han proporcionado más datos sobre esta época en la metrópoli mesoamericana, con implicaciones que refieren a la economía, la religión y la filiación étnica de los primeros ocupantes de uno de sus barrios, La Ventilla, quienes probablemente fueron de origen totonaco y tuvieron un peso político importante.

Los investigadores Jaime Delgado y Rubén Cabrera, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quienes dirigen el proyecto arqueológico en La Ventilla, comentan que se trata de un incensario atípico en Teotihuacan, en el sentido formal y estético, aunque guarda la forma estructural de los braseros de épocas posteriores, la mayoría de ellos fechados hacia 400-600 d.C.

Su antigüedad —realizado aproximadamente entre 100 y 250 d.C.—, así como sus diferentes elementos estructurales: la base bicónica, la campana, la chimenea, el personaje central (al parecer una matriarca o una sacerdotisa) y representaciones de animales de ecosistemas lejanos, apuntan a la posibilidad de que no fue concebido en Teotihuacan y que posiblemente proviene de un área distinta al Altiplano Central.

“Ello nos lleva a pensar que el incensario, entendido desde su estructura, no se originó en Teotihuacan como resultado de ensayos y errores, sino que formalmente llegaron a la ciudad y aquí continuaron su transformación, agregando o desechando algunos de sus componentes iconográficos iniciales”, expresaron.

Esta es una de las líneas de investigación que se deberán seguir en un futuro para verificar o desechar este supuesto, de modo que también debe corroborarse o refutarse con estudios específicos sobre este tipo de artefacto en regiones de tradiciones culturales más antiguas, por ejemplo, en el área nuclear olmeca o la Costa del Golfo de México.

El descubrimiento de este brasero tipo teatro fue realizado por el maestro Rubén Cabrera en el marco del proyecto El Sistema Urbano de La Ventilla. Se localizó a fines de 2010 formando parte de una subestructura de niveles fundacionales (100-250 d.C.), en la esquina sureste del Conjunto de los Glifos, acompañado además de dos caracoles del género Turbínela angulata, cuyos ecosistemas se encuentran tanto en las aguas del Pacífico como del Golfo de México.

Dentro del pedestal bicónico se localizó un cúmulo de semillas quemadas sobre una cama de carbón, las cuales fueron remitidas a la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH. Los resultados de los estudios palinológicos efectuados por el biólogo José Luis Alvarado arrojaron que éstos corresponden a restos de distintas especies de maíz, frijol, y de madera de pino y encino.

Para el doctor Jaime Delgado, esta evidencia indica que “el incensario estaba siendo usado en una ceremonia de tipo agrícola, en el cual los ocupantes de La Ventilla de esa época pedían, consagraban o agradecían las lluvias y cosechas obtenidas. Dicho supuesto se apoya además en la existencia de canales de riego y áreas abiertas de cultivo en este nivel de ocupación”.

Otros aspectos importantes se han desprendido del estudio iconográfico y paleozoológico del brasero temprano de La Ventilla, además de una meticulosa y detallada restauración del artefacto a manos de Rosario Contreras García restauradora del Proyecto La Ventilla de la ZAT.

Entre las representaciones destacan las de un par de aves. Por el análisis morfológico comparativo de estas representaciones, bajo la responsabilidad del doctor Raúl Valadez, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, se sabe que ambas quizá correspondan a un cormorán orejudo, un ave migratoria que llegaba al lago de Texcoco, y a un aguililla rojinegra, cuyo ecosistema son las montañas del sur de Veracruz y Chiapas.

Por otra parte, Delgado refiere que este incensario también es diferente en cuanto a su funcionamiento ya que presenta dos conductos internos (la chimenea cilíndrica y el pico del águila que emerge del vientre del personaje), por los que salía expulsado el humo generado en su interior.

Para el investigador de la ZAT, este incensario indica que su uso estuvo originalmente vinculado a rituales de propiciación de lluvias o agradecimiento de las cosechas obtenidas en un contexto de grupos sociales de fuerte núcleo agrícola.

En las épocas siguientes, la diversificación social y económica de Teotihuacan, derivada del crecimiento urbano y el surgimiento y consolidación de nuevos sectores dominantes, dio como resultado la transformación de los códigos simbólicos del incensario de origen agrícola a otros mayormente diversos relacionados con las necesidades ideológicas de los grupos sociales emergentes.

“Entre 250 y 650 después de Cristo, el incensario se transformó y su uso tomó dos direcciones: una vinculada al ámbito funerario de guerreros y comerciantes, en cuyo caso se adornaron con lechuzas, dardos, mariposas y escudos, y otra hacia un ámbito más popular, como ofrenda constructiva de consagración del tiempo, con el empleo de plaquitas de atadura de los años, lazos anudados y maderos para prender el fuego”, señaló.

Esta afirmación coincide con la del arqueólogo norteamericano René Millon quien desde 1973 había advertido que hacia 300-500 d.C., hubo un incremento significativo en la producción de incensarios, es decir, una mayor demanda de estos artefactos.

Asimismo, el descubrimiento de un taller de incensarios en el Cuadrángulo Norte de La Ciudadela, indica que su elaboración debió estar controlada por el Estado para la época del apogeo urbano.

“A nivel tecnológico este cambio también se verifica cuando se abandona la técnica del modelado por la de una producción en serie basada en el uso de pequeños moldes, sobre todo a nivel de adornos, accesorios y aplicaciones.

“Todavía falta mucho por investigar sobre este enigmático artefacto, no sólo a nivel de manufactura y funcionamiento, sino a nivel de contextos de uso, un tema fascinante que ahora puede partir de una evidencia temprana para repensar las hipótesis que sobre éste se han hecho”, concluyó Jaime Delgado.