Cien artistas callejeros se reúnen en una exposición masiva que nadie podrá ver; la intención es manifestarse contra la comercialización del arte urbano alrededor del mundo y mantener las piezas fuera de la mirada de coleccionadores y adinerados seguidores.
Debajo de las calles de Nueva York, una galería ilegal y secreta muestra las obras de más de cien artistas urbanos internacionales. En una estación de metro abandonada se montó esta exposición, que jamás tendrá público, como una majestuosa protesta contra la comercialización del arte callejero. A esta iniciativa se unieron artistas de Japón, Israel, Australia, Francia, México, España, Belgica, Brazil y Rumania, entre otros. Todos mantienen en secreto el proyecto y sus intervenciones, todos cubrieron sus gastos personales para apoyar la iniciativa. La analogía que se construye es una especie de capsula del tiempo, urbana, que sellará para siempre las obras de más de cien artistas callejeros, representantes de los distintos movimientos que componen el escenario mundial del arte en la calle.
Uno de los artistas organizadores responde: “En un principio el arte callejero era algo que hacias porqué no encajabas en ningún otro lado. Se trataba de hacerlo todo tu mismo, a la chingada con las Galerías! Si nos les gustaba tu trabajo lo ponías en las calles y se lo monstrabas a todos. Pero en los ultimos años el arte callejero se ha vuelto ridículo. Podías andar con tu personaje tierno y sin sentido, ponerlo en la calle durante meses y después montar una exposición en una galería y cobrar tu pequeña contribución al arte urbano. Realmente fue fácil por un rato. Las piezas de Banksy que se vendían antes en 600 dolares de repente valían 100,000. De locos! La gente salía y literalemente cortaban paredes para robarse piezas de Banksy., arrancaban páneles eléctricos para llevarse esténciles de Shepard Fairey. El Comercialismo en su peor faceta. En los primeros años del movimiento sentía que yo era mi propia isla, extraño ese sentimiento. The Underbelly es nuestra manera de sentir que somos una isla de nuevo. Finalmente encontramos un espacio que los coleccionadores no podían contaminar. Un espacio que no se podía comprar.”