Quienes egresamos de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, particularmente de la Facultad de Derecho, sabemos lo que significa haber sido formados en sus aulas: largas jornadas de estudio, debates intensos, sueños compartidos por cambiar el rumbo de nuestro estado. Pero también sabemos —y con dolor lo decimos— que la UABJO lleva años arrastrando una crisis que va mucho más allá de lo académico.
Hoy, cuando vemos que la universidad pública más importante de Oaxaca vuelve a los encabezados por razones ajenas al conocimiento, la decepción se convierte en preocupación profunda. La Facultad de Derecho se encuentra una vez más bajo los reflectores, no por la calidad de su formación jurídica, sino por su uso como trampolín electoral. La universidad, espacio por excelencia del pensamiento crítico, ha sido capturada por quienes ven en ella un botín, no una institución.
¿En qué momento dejamos de ver a la UABJO como lo que es —la máxima casa de estudios— para tolerar que se convierta en campo de batalla política? El daño es real y medible: el 43 % de los jóvenes oaxaqueños ya no confía en las instituciones universitarias, y no es para menos. Cuando los espacios educativos se politizan, se deslegitiman; cuando se reparten entre grupos y padrinazgos, pierden su alma. Oaxaca tiene una cobertura de educación superior de apenas el 17.6 % y un abandono escolar del 12.1 %.
No es solo tristeza lo que provoca este panorama; es una alarma. Porque cada vez que permitimos que el oportunismo suplante al mérito, se rompe la promesa de movilidad que la educación representa. La UABJO nos dio herramientas para enfrentar la vida. Hoy nos duele verla sometida a intereses que nada tienen que ver con la formación.
Como egresados, como ciudadanos, como oaxaqueños, debemos alzar la voz. Porque no hay democracia sin universidad libre. Y no hay futuro digno para Oaxaca si dejamos caer a su casa de estudios.
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