Venus presente en los cielos Mayas

Venus es el cuerpo celeste más brillante del cielo detrás del Sol y la Luna. Por eso desde la antigüedad ha sido venerado por el hombre; su presencia siempre ha estado vinculada al Sol: anuncia su salida y precede su puesta; y cada 105 años se encuentran entre la estrella y la Tierra, en una suerte de eclipse donde el diminuto planeta pierde su luz para convertirse en un lunar negro que cruza el rojo disco solar durante el ocaso.

Ese espectáculo natural pudo ser observado por la ciencia moderna en 1639; pero ya en los siglos XVIII y XIX motivó importantes reuniones de astrónomos que pensaban que la sincronización cuidadosa de los tránsitos podría ser útil para determinar la distancia entre la Tierra y el Sol, lo que permitiría obtener la escala de distancia absoluta de todo el sistema solar. En 1874, cuando el sitio adecuado para la observación fue Japón, México mandó a Yokohama una comitiva de cinco geógrafos encabezados por Francisco Díaz Covarrubias para participar en las observaciones. Fue un viaje que libró muchas vicisitudes por los escasos medios de transporte de la época.

Finalmente los científicos del mundo no obtuvieron la distancia entre la Tierra y el Sol de esa manera, pero muchos estudiosos consideran que el tránsito de Venus en el siglo XIX marcó el inicio del intercambio científico internacional y en el caso de México, también dio las pautas para crear el Observatorio Astronómico Nacional.

Miles de años antes, en el cielo despejado de los primeros milenios, el lucero del alba fue visto por los hombres, las culturas antiguas lo relacionaron con la caza, la guerra, la luz, el fuego y prácticas chamanísticas; en tanto que a Venus como estrella de la tarde, la vincularon con la fertilidad. Así lo ha advertido el arqueoastrónomo Stanislaw Iwaniszewski, profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).

A partir de investigaciones arqueológicas, los especialistas saben que Venus está presente en las ciudades mesoamericanas en estelas, edificios y pinturas; también en vasijas y códices, principalmente en el Dresde, donde fue registrado su periodo sinódico; es decir, el tiempo que tarda el planeta en regresar a una misma posición relativa con el Sol y la Tierra.

El astrónomo Jesús Galindo Trejo, investigador de la UNAM, explica que los mayas dividieron el periodo sinódico de Venus, de 584 días, en cuatro partes: durante 236 días Venus fue reconocida como la estrella de la mañana, porque se ve durante el alba; los 90 días siguientes corresponden a su paso por detrás del Sol (conjunción superior); después siguen 250 días en que es la estrella de la tarde (se ve al ponerse el Sol) y finalmente viene un lapso de 8 días en los que la estrella no se ve, desaparece, debido a que se encuentra frente al Sol y no puede reflejar su luz hacia la Tierra (conjunción inferior).

El arqueólogo José Huchim Herrera, director de la Ruta Puuc en Yucatán y estudioso de la arqueoastronomía mesoamericana explica que Venus es uno de los tres astros más importantes dentro de la cultura maya precisamente porque su trayectoria les permitió llevar cuentas calendáricas y fundamentar creencias; por ejemplo, cuando terminaba el periodo de 8 días de conjunción inferior, la presencia de Venus durante el alba siguiente podía acarrear catástrofes porque la estrella regresaba de la oscuridad, del lugar habitado por los muertos.

Si los mayas advertían los ciclos de Venus y los usaban para determinar calendarios, no es difícil que su sabiduría haya observado también el tránsito frente al Sol, la ruta que sigue el planeta cada 105 años y medio, cuando su sombra, similar a la de un lunar negro sobre el Sol, cruza lentamente el disco de la gran estrella. Jesús Galindo propone que el Tránsito de Venus quedó narrado en un mural maya.

Se trata de una pintura plasmada entre los años 1200 y 1350 d.C. en el sitio prehispánico de Mayapán, Yucatán, en un edificio que se encuentra adosado a la pirámide principal. Se le llama la Sala de los Frescos. Los estudiosos de la iconografía maya han revelado que la pintura posee un excepcional significado solar.

“En una serie de paneles rectangulares aparece un gran disco solar amarillo con rayos rojos; en el interior de cada sol se pintó a un personaje distinto, en posición descendente y ricamente ataviado. Cada disco solar es custodiado a ambos lados por otro personaje que sostiene en las manos una especie de lanza.

“Aún queda por esclarecer la identidad de los personajes; sin embargo, dentro del Sol solo existe la posibilidad de identificar a simple vista dos objetos: una mancha solar o un planeta interior, es decir, Mercurio o Venus”, explica Galindo Trejo durante una visita a Mayapán y a otros sitios de la península de Yucatán representativos de la astronomía que practicaron los mayas, en los cuales Galindo habló de las alineaciones que presentan diversos edificios.

El astrónomo que participa en el proyecto La Pintura Mural Prehispánica en México, del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, detalla que las manchas solares no siempre alcanzan un tamaño suficiente para observarse a simple vista, en tanto que Mercurio, debido a su tamaño, tampoco puede ser captado sin un telescopio.

En cambio –dice– cuando ocurre el tránsito de Venus, el ojo humano capta el diámetro aparente del planeta al doble del tamaño necesario para reconocerlo en la superficie del Sol. A lo anterior se añade que en el norte de Yucatán, donde se encuentra Mayapán, la baja atmosfera derivada de un horizonte plano, sirve de filtro que atenúa la luminosidad, permitiendo reconocer a Venus frente al Sol.

Por medio de cálculos matemáticos, los astrónomos de hoy pueden reconstruir los hechos ocurridos en el cielo antiguo. Galindo señala que al revisar la bóveda celeste de 1200 y 1350 d.C., cuando se plasmaron los frescos de Mayapán, encontró que el 8 de junio de 1275 d.C., Venus atravesó el disco solar y pudo ser observado durante la puesta.

“Esto me hace suponer que los personajes plasmados en el interior de los soles, en la Sala de los Frescos de Mayapán, representen a Venus, y quizá este fenómeno sui generis sea el marcador del final de una era en el calendario maya, la del 13 baktún”.

En la quietud de Mayapán parece que el tiempo se congela, pero al atardecer el Sol nos recuerda que pronto caerá la noche: una gran bola anaranjada, casi roja, comienza su camino al horizonte delimitado por una espesa vegetación selvática. La bola naranja se oculta poco a poco detrás de la franja verde y la vista es igual que cuando se mete en el mar. Entonces Venus brilla en el cielo nocturno, a un lado de la Luna.

Marcadores solares, contadores del tiempo

Los mayas, al igual que la mayoría de las culturas mesoamericanas, no se conformaron con observar el cielo, para ellos éste significó una fuente de conocimiento y de poder. Seguir los ciclos de los astros les permitió llevar la cuenta del tiempo. Para esto construyeron sus ciudades con orientaciones que siguen el movimiento de los astros, principalmente el Sol, la Luna y Venus, y cada determinado tiempo permiten observar juegos de luces y sombras en las entradas a templos, en ciertos ángulos de muros de edificios o sobre motivos celestes de pinturas murales.

La observación de una luz que atraviesa cierta ventana o puerta un día específico; o la sombra proyectada sobre alguna alfarda o escalinata, les servía para marcar el inicio o el final de un lapso de tiempo, con eso llevaron sus cuentas calendáricas; por ejemplo, contabilizaban los 260 días de su calendario ritual.

El arqueólogo Francisco Sánchez Nava, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien en conjunto con Iván Sprajc, del Instituto Esloveno de Ciencias y Artes, desarrolla un proyecto para registrar las edificaciones prehispánicas construidas con orientaciones astronómicas, informa que desde 2010 han comprobado la simetría de más de 400 construcciones en 150 ciudades de diversas regiones de Mesoamérica.

“Desde hace años la arqueología sabe que hay orientaciones definidas en una serie de sitios mesoamericanos como Xochicalco, en Morelos; Teotihuacan, en el Estado de México; y Chichén Itzá, en Yucatán, en donde existen patrones de alineamiento arquitectónico que no son resultado del azar, sino que obedecen a la observación del entorno y de aspectos astronómicos; sin embargo no existe una metodología para investigarlas en conjunto.

“Por eso planteamos un proyecto que arroje una muestra significativa de mediciones realizadas en numerosos sitios de distintas regiones culturales y cronologías, siempre bajo el mismo método de estudio, para que los resultados sean comparables, algo nunca antes hecho.

“A través de dicho ejercicio lo que hemos encontrado es una serie de patrones entre los que destaca que los mesoamericanos median al año en cuatro fragmentos, por eso muchas interpretaciones relacionan los equinoccios con los juegos de luces y sombras que se proyectan en los edificios; sin embargo, nosotros no hemos encontrado ninguna relación, simplemente el año era dividido en cuatro porciones.

“En cambio, hemos encontrado que los solsticios sí fueron fenómenos importantes en Mesoamérica y están marcados en algunas construcciones. Pero el patrón más importante que hemos definido hasta el momento es que las orientaciones de los edificios en todo el Altiplano y el área de las Tierras Mayas Bajas son Este-Oeste; es decir, conforme a la salida y puesta del Sol.”

Sánchez Nava revela que aproximadamente un 72 por ciento de las 300 edificaciones analizadas tienen una función observacional sobre el eje Este-Oeste; patrón que comparten las culturas del Altiplano y de las Tierras Mayas Bajas, en todos los periodos culturales.

Otro fenómeno que sí está marcado en las construcciones mayas y en todo Mesoamérica es el paso cenital, cuando el Sol esta exactamente arriba de nosotros y no refleja sombra. Hay importantes observatorios que lo marcan, como la cámara de Xochicalco, en el Altiplano de México.

En tanto que en la costa norte de la península de Yucatán, en sitios de Quintana Roo ubicados en Cozumel y Cancún, han identificado un tercer patrón que piensan corresponde a los ciclos lunares, hipótesis que se refuerza porque en esa región prevalece el culto a la deidad lunar; aunque –dijo Sánchez Nava– es necesario afinar los resultados de la investigación porque la Luna es muy difícil de observar y aún no tenemos datos que podamos considerar contundentes.

En cambio en los sitios de las Tierras Mayas Altas, donde se encuentran Palenque, Bonampak y Yaxchilán, entre otros, han encontrado un patrón de alineación distinto respecto al resto de Mesoamérica. “Aún no podemos definir en qué consiste pero tenemos la hipótesis de que podría estar relacionado con los ciclos de Venus”.

Un sitio que ya empieza a definirse con una alineación venusina es Tulum, ubicado en la región norte de Quintana Roo. El astrónomo Iwaniszewski encontró posibles referencias a Venus como lucero matutino en la traza de la ciudad; en tanto que estudios iconográficos realizados por A. Millet consideran que los murales que decoran el templo de los frescos de Tulum son testimonio del culto a Venus como lucero del alba.

Iwaniszewski advierte que los murales de Tulum pertenecen al Estilo Internacional y es probable que quienes llevaron al área maya dicho estilo pictórico, de características similares a la tradición Mixteca-Puebla y la pintura del Centro de México, también propagaran la importancia de la estrella matutina en la fertilidad.

Jesús Galindo destaca que los Frescos de Mayapán también pertenecen al estilo Internacional.

Al medio día el Sol cae a plomo sobre los andadores de la zona arqueológica de Tulum. Tanta luz deslumbra los ojos que intentan posarse en los muros de los antiguos edificios amurallados y en las atalayas por donde también se alinea el Sol en fechas específicas. Desde el Templo de los Frescos se alcanza a observar El Castillo, detrás está el mar.

Observatorios en la época maya

Al hombre actual quizá le sea difícil concebir observatorios prehispánicos porque la palabra hace pensar en una gran cúpula con un telescopio de largo alcance; los edificios mesoamericanos destinados a la observación del cielo estaban muy lejos de la idea occidental.

El arqueólogo y antropólogo Orlando Casares explica: “Hay que separar el concepto de observatorio occidental del prehispánico porque la contemplación celeste en la época mesoamericana no tenía fines puramente científicos, sino principalmente rituales, un tipo de oráculo en muchos casos; el registro de eventos astronómicos era una forma de entender la voluntad divina.”

A los observatorios prehispánicos habría que entenderlos como templos –dice Casares–, como lugares de oración y meditación, en los cuales todo esta relacionado con la religión y la medición del tiempo, que era un factor muy importante para los mayas y todos los pueblos de Mesoamérica.

“Estos templos eran los lugares donde justamente hacían las contemplaciones y a partir de éstas se organizaba la vida social y religiosa; por eso no vemos un observatorio con la misma vocación; hay algunos que pudieran ser similares a los modernos en cuanto a tener ventanas o sitios altos para la observación del firmamento, pero otros presentan características totalmente distintas en cuanto a su forma. Pueden incluso ser la sola entrada a un templo o basamento piramidal.

La fachada principal del edificio de los cinco pisos en Edzná, Campeche, se cubre de sol al atardecer, desde su base hasta lo más alto de su imponente crestería que remata el templo principal. A los lados de la escalinata central y en el templo, se iluminan de amarillo los 15 accesos de forma rectangular que decoran la edificación y conforme el astro baja al horizonte, la luz en la piedra se va tornando naranja al tiempo que una sombra inclinada comienza su tránsito por las entradas.

El cielo fundamento del poder en las sociedades prehispánicas

El cielo ha sido musa; su misterio y belleza es fuente de inspiración de poetas, compositores y músicos, también de pintores, pero más allá de la visión romántica su misterio ha sido fuente y sustento de poder.

El arqueólogo José Huchim Herrera destaca una utilidad múltiple de los edificios prehispánicos y ofrece como ejemplo el caso de Uxmal, donde el Palacio del Gobernador, además de haber desempeñado la función de palacio real, era templo relacionado con algunas deidades y marcador astronómico, en tanto que su fachada es parámetro del Sol durante todo el año y sus muros laterales están alineados con las máximas declinaciones del Sol, sucedidas durante los solsticios:

“El muro que delimita al costado izquierdo del Palacio del Gobernador tiene relación con el solsticio de verano y al lado derecho, el límite del muro esta vinculado con el solsticio de invierno. Lo anterior servía para llevar la cuenta del tiempo, el edificio funcionaba como sistema calendárico además de ocuparse para asuntos administrativos.

“Probablemente el uso multifuncional que tenían los edificios tipo palacio se debiera a que la elite que ocupaba un palacio era la encargada de mantener el contacto con las deidades; el gobernante era también el intermediario entre los dioses y el pueblo”, explica Huchim.

“Hay fenómenos que solo los sacerdotes pudieron haber observado porque es necesario subir a la parte más alta de determinado templo para verlos; en cambio otros, como el descenso de Kukulcán por la alfarda de El Castillo, en Chichén Itzá, los podía apreciar toda la comunidad desde la gran explanada cívica.”

Uno de los sitios mayas, e incluso de Mesoamérica, donde se han reconocido más cantidad de edificaciones de tipo astronómico es Chichén Itzá; construcciones como El Castillo, que presenta juegos de luces y sombras que han impresionado al mundo, fue diseñado para peregrinaciones de grandes masas, lo que da una idea de la importancia que tenía el sitio dese el punto de vista social y político, finaliza el director de la Región Puuc.

Por su parte Francisco Sánchez Nava señala: “En la observación del firmamento estaba el sustento del poder de la clase dominante de la cultura maya, quienes tenían el poder eran los intermediarios entre los hombres y los dioses, los sacerdotes que predecían el paso del tiempo, la aparición y alineación de los astros, los que llevaban la cuenta calendárica; actividades que les permitían demostrar ante la sociedad su interacción con los dioses.

Advierte también que la alineación de los astros, como las alineaciones en el futbol, daban resultado y permitían someter a la población a decisiones de la clase gobernante. “No era nada más la visión romántica, la observación implicaba aspectos pragmáticos de poder, ideología, del conocimiento del entorno, de fechas para la quema, la siembra y la cosecha; no olvidemos que eran sociedades agrícolas que debían tener referentes observacionales que les indicaran fechas de siembra.

“La observación tenía también un aspecto ritual, ideológico, de poder que les permitía definir otras actividades sociales y políticas como cuándo hacer la guerra u ofrendar a los dioses.”

Y Jesús Galindo coincide en que el cielo regía las actividades humanas y daba a quienes poseían el conocimiento, poder. “La observación celeste no se utilizaba para demostrar que entendían bien el universo, sino para realizar actividades sagradas como la creación del calendario porque los calendarios no los inventó un sabio olmeca, sino los dioses, así esta narrado en la mayoría de culturas mesoamericanas.”

Mientras el Sol muere en el ocaso, frente a los ojos del Chac Mool del Templo de los Guerreros, en Chichén Itzá, a sus espaldas transcurre el viaje nocturno de la Luna, la ciudad de piedra se torna gris, fría, dura, iluminada de plata y Venus brilla con toda su intensidad.