Hay cierta épica bíblica en la historia personal de Steve Jobs (1955-2011). Una épica que más temprano que tarde ocupará espacio en el celuloide digital. Jobs, un apellido adoptado que esta semana simboliza la idea del trabajo constante y la creatividad a secas. Un apellido adoptado que al final de sus días, como aquél buen hombre que cita el Antiguo Testamento, simboliza el peso de las pruebas que todo ser humano enfrenta en el transcurso de su existencia.
«Su pasión por el trabajo y su coraje en su batalla contra el cáncer fueron una inspiración para todos nosotros», dijo en un comunicado de prensa el expresidente Bill Clinton.
El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg lo comparó con Edison y Da Vinci. El presidente de Estados Unidos Barack Obama lo definió como un «visionario». Un «mentor» acotó el arquitecto Norman Foster. «Un amigo» diría el joven Marck Zuckerberg, que visto lo visto, tiene su punto.
Mientras los grandes daban sus solemnes condolencias, al otro lado del mundo, un joven hongkonés, Jonathan Mak, tomaba el principal legado de Jobs para hacer algo: una reinterpretación de ese mordisco sobre la manzana, ahora fusionado con el perfil de uno de los personajes más inspiradores de las últimas décadas.
Una reinterpretación que hoy podría valer millones y que define una vez más la capacidad de Jobs para tocar a otros, para impulsar a otros a crear cosas simples, sencillas, utilitarias, pero igualmente exquisitas, lúdicas, elegantes.
Ese toque parece ser el legado más importante de este hombre austero, pese a sus millones: la inspiración. Un hombre a punto siempre de una nueva vuelta de tuerca. Un hombre con una visión y la fuerza absoluta para ir tras ella.
iMac, iPod, iPhone, iPad: iDeas que hoy día se cuentan por millones en todo el mundo, definiendo un estilo de vida y dando forma a un «abierto club cerrado», a una suerte de rara avis que no teme entrar a eso que para cientos de millones de mortales fieles a Microsoft, parece un laberinto cerrado. Una caja negra, gris o blanca, según sea el gusto, aun y cuando la paleta de colores se extiende.
Jobs fue un hombre capaz de hilar tendencias y aterrizarlas en un dispositivo. En un artilugio capaz de redefinir el uso y la actitud del consumidor.
Si Napster hizo tambalear el negocio de la música, Jobs con su iPod, construyó unas bases más sólidas.
Si la era digital ha sido un quebradero de cabeza para la industria editorial, Jobs con su iPad abrió una puerta infinita de posibilidades.
Si el cine animado estaba a punto de ser expulsado del seno de Hollywood, Jobs puso en bandeja el universo Pixar que insufl´o nuevos bríos a Disney.
Pero los blancos, grises y negros de Jobs no son únicamente aquellos que abrigan a los dispositivos de Apple.
«Confía en Steve» parecía ser la máxima en los pasillos de Apple. Devoción y absoluta convicción ante las directrices del hombre que fundó, se fue y volvió a casa convertido ya no en el hijo pródigo sino en el guía absoluto de una empresa, de una cultura. Un gurú testarudo, reservado, capaz de echar por tierra todo aquéllo que no estuviese acorde con sus expectativas, implacable, según dicen, todo a favor de la perfección. Un hombre que apost´o al diseño y al espectáculo tecnológico. Ninguna otra presentación de la industria fue igual tras la segunda irrupción de Jobs en el escenario.
Un escenario que se ha quedado si no vacío, preso de su sombra. Resta saber qué deparará el destino a esta manzana de una exclusiva mordida y un capital estimado en 350 mil millones de dólares.
El lanzamiento del iPhone4S y debut de Tim Cook ante las audiencias fue recibido más bien con tibieza, por decir lo menos. Un golpe que el nuevo líder de Apple, desde que Jobs se bajara definitivamente del carro en agosto pasado, no debió resentir del todo.
Un día después, el entuerto del que todos hablaban pasó a segundo plano con el deceso de Jobs. Su muerte eclipsó cualquier nuevo comentario sobre el dispositivo, para enfilar todos los análisis hacia el destino de la empresa. Un punto final y punto de partida paraApple y la industria en general.
Un punto que demostrará si esta manzana seguirá recogiendo frutos en su huerto. Si conseguirá seguir adelante sin su maestro jedi. Un gurú a quien muchos achacan el hecho de no haber inventado nada; aunque con su toque haya inspirado toda una nueva cultura y esto nadie puede discutirlo.
Agencia El Universal