México, D.F.- Jorge Semprún fue recordado durante la charla que Herta Müller y Mario Vargas Llosa, ambos ganadores del Premio Nobel de Literatura, sostuvieron como parte de las actividades de la 25 Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
El intelectual español, fallecido en junio de este año, recibió un homenaje por parte de los dos escritores al cierre de la charla que tuvieron ante más de mil 200 personas en el auditorio Juan Rulfo de la FIL, con el periodista Jorge Cruz como moderador.
“Jorge Semprún vivió la experiencia atroz del campo de concentración, salió de él y no sólo dio un testimonio, dramático y profundamente conmovedor, sino que además reflexionó con gran inteligencia, con gran lucidez sobre lo que estaba detrás de esa monstruosidad que es el campo de exterminio”, mencionó Vargas Llosa.
Los libros de Semprún, quien fue un miembro activo de la Resistencia Francesa durante la ocupación nazi en París y militante clandestino del Partido Comunista en España durante la dictadura de Franco, también fueron fundamentales para Müller durante los años en que la literatura era el refugio donde podía olvidarse de la vida cotidiana en la Rumania de Nicolae Ceausescu.
“Escribió sobre la emocionalidad del individuo y, a la vez, sobre la realidad histórica y combinó las dos cosas: es algo que admiro mucho de él. En algún momento en Rumania leía muy seguido a Semprún cuando ya no sabía qué hacer”, comentó la premio Nobel de Literatura 2009.
No fue casual que Semprún viniera a tema en la actividad Dos Nobel, una conversación. En la charla que los escritores sostuvieron por espacio de hora y media, defendieron a la literatura como un espacio único de libertad y herramienta de defensa de cara a una realidad social caótica, o como fue en el caso de Müller y Semprún, opresora.
Müller reveló ante su audiencia que hubo algún tiempo, cuando el régimen de corte soviético de Ceausescu restringía con toda su fuerza las libertades individuales, en el que dudó de su papel como escritora y como lectora; se preguntó si no era tiempo de abandonar el escritorio y tener un papel activo en las luchas clandestinas contra el sistema.
“Me decía a mí misma que qué derecho tenía yo de estar sentada llevando una vida tranquila”, dijo la escritora. Vargas Llosa reafirmó, entonces, que es justo en esas situaciones cuando los libros se convierten en catalizadores del cambio, en esperanza.