Ocho meses después de su decisión de no volver a publicar literatura para “convertirse en la compañía latinoamericana que ofrece el portafolio más completo de productos y servicios para atender a todos los actores del sector educativo”, Grupo Editorial Norma dice sentir sólo añoranza y nostalgia por los narradores que ya no publica y refrenda que su decisión no respondió a que la literatura no sea un producto rentable, sino a su interés de poner todas sus baterías al servicio de la educación y el fomento a la lectura.
Cuando la editorial sorprendió con la noticia de la cancelación de su línea de literatura, varios nombres de autores que pertenecían al catálogo de la editorial saltaron al estrado, no sólo porque varios de ellos son escritores reconocidos y garantía de ventas, sino también porque algunos se convertían en autores libres y atractivos para otras editoriales.
Así, poco a poco algunos narradores y también autores de superación personal fueron fichados por editoriales trasnacionales, como es el caso de Random House Mondadori y Ediciones B. Y de esa manera el colombiano William Ospina pasó con toda su trilogía del Amazonas a Ramdom House, lo mismo que Roberto Ampuero, quien llega a esa casa editorial con 12 novelas y un libro de cuentos; incluso esta semana han lanzado su nueva novela, El último tango de Salvador Allende.
Todo esto porque hace ocho meses, durante los últimos días de agosto de 2011, Grupo Carvajal, el corporativo al que pertenece Grupo Editorial Norma, decidió que “por focalización en el sector de educación se desinvertirá en cuatro líneas del negocio de libros”; es decir, libros de ficción adultos, verticales de bolsillo, autoayuda y crecimiento personal, y decidió concentrar toda su energía en reforzar su presencia en el rubro de educación y fomento a la lectura.
La decisión no es más que una estrategia comercial para llegar al mercado de la educación. Cristóbal Pera, director editorial de Random House Mondadori, dijo que el caso de Norma es muy especial, pues ha sido la gran editorial colombiana y aunque lo sigue siendo en muchas cosas, en infantil y juvenil, así como en gestión empresarial, no lo es en literatura.
“Lo que están dejando es la literatura y allí se sabe que Norma es una empresa familiar cuyo negocio principal no es la editorial, sino las imprentas y los artículos de escritorio, supongo que si no era el centro de su negocio la edición literaria, pues finalmente decidieron dedicarse a esa parte de su negocio que siempre ha sido fundamental”, señaló el editor.
Tras la sorpresa
Alejandro García, gerente de Producto, contenidos y soluciones Educativas de Carvajal Educación en México, dice en entrevista con EL UNIVERSAL que han superado las expectativas con este enfoque en temas educativos. “Obviamente nos queda como la añoranza de todo lo que teníamos de literatura e interés general porque era un sector muy cálido y muy bondadoso, pero por una cuestión de decisión y visión desde la corporación, decidimos enfocarnos en el tema de la educación y hemos sido muy bien aceptados”.
El representante de Norma en México reconoció que en estos meses se han enfocado totalmente a la promoción de la lectura en escuelas de educación básica a través de sus ediciones para ese rubro y han tenido más acercamiento con los profesores a nivel universitario. “En general, el cambio nos ha favorecido en términos numéricos y de presencia en el mercado de la educación”.
Crónica de una muerte
Uno de los primeros escritores que hablaron del cierre de Norma fue el colombiano Santiago Gamboa, quien recordó los mejores tiempos de la editorial, el impulso que cuatro años atrás le había dado María Fernanda Carvajal. Entonces dijo: “Supongo, pero es una suposición, que Norma no era rentable. Y esto es normal, porque las editoriales no se crean para ganar plata sino porque a alguien le gusta la literatura y entonces decide fundar una empresa cultural, con los riesgos que conlleva”.
Esa decisión le pareció desatinada y cuestionó el cierre, que mejor la venta a un grupo italiano, francés o británico. Aseguró que con el cierre “se llevan por delante a la última gran editorial latinoamericana de origen nacional, y dejan en la calle a una cantidad de escritores de América Latina que creyeron en su proyecto”.
Alejandro García niega que la decisión responda a que la literatura no vendía. “Tuvimos libros muy vendedores, best sellers en todas las líneas, autores muy reconocidos de pareja, espiritualidad, de ficción, teníamos de los catálogos más completos de escritores latinoamericanos, no fue una tema de rentabilidad sino de enfoque, es un tema de decidir a qué necesitábamos enfocarnos porque éramos una empresa donde un sector se dedicaba a los temas educativos, otro a los temas culturales, otro al del entretenimiento; estábamos en todos lados y no estábamos en ninguno”.
A Cristóbal Pera le parece una estrategia, por lo cual no representa ninguna señal ominosa de un futuro como el de Norma para otros grupos porque, dice, ha sido una decisión, no responde a que la literatura no vende. “Creo que más bien cerró -su línea de literatura- porque no era la preocupación no era la preocupación central de su modelo de negocio”.
Para Roberto Ampuero, escritor y recién nombrado embajador de Chile en México, Norma internacionalizó su obra en América Latina y España. “Alcanzamos notable éxito con novelas como El caso Neruda, La otra mujer o Nuestros años verde olivo, y disfruté del fino trato de profesionales destacados. Gracias a la llegada internacional de mis libros, cuando Norma cerró su línea literaria, ya había ofertas de varias editoriales prestigiosas sobre la mesa”, concluye el autor de El ultimo tango de salvador Allende que ya no publicó el Grupo Editorial Norma.
Agencia El Universal