Sentado en un trono dorado junto a Máxima, su esposa, Guillermo-Alejandro de Holanda, de 46 años, ha efectuado un doble juramento en la ceremonia de su entronización como rey en la Iglesia Nueva de Ámsterdam: lealtad a la Constitución y desempeñar fielmente su cargo -según nota de El PAÍS-.
Ambos han sido efectuados ante los pueblos del Reino de los Países Bajos, como reza la fórmula legal en esta monarquía constitucional. El texto oficial menciona expresamente que protegerá “la libertad y los derechos de todos los holandeses y todos los residentes en los Países Bajos”.
También ha dicho que dedicará “todos los medios que las leyes pongan a mi alcance para el mantenimiento y el fomento de la prosperidad, tal y como debe hacer un buen rey. ¡Qué Dios me ayude!”. Una vez aceptadas sus palabras por los representantes del pueblo con un “Bienvenido, majestad”, ya puede presentarse ante sus compatriotas como su nuevo soberano.
Antes del juramento, Guillermo ha rendido homenaje a su madre, Beatriz, ahora princesa de Holanda. “Has sido reina, pero también esposa y madre. Junto con nuestro padre has sabido encontrar el término medio sin perder tu generosidad y calidez.
Gracias, por los años que nos has dado como reina”, dijo, y toda la iglesia aplaudió en señal de adiós a la reina saliente. Incluida Amalia, la primera princesa de Orange de su país y heredera oficial. Vestida de azul, como sus hermanas y su madre, Máxima, de 41 años, la niña siguió con interés y timidez el acto en primera fila. Sus padres no quieren que tenga responsabilidades hasta la mayoría de edad.
La entronización aúna en Holanda aspectos religiosos y laicos. Por un lado, es un acto civil donde los testigos políticos (el Parlamento y los delegados de los Estados de los países de Aruba, Curazao y Sint Maarten, además del Consejo de ministros, de Estado y los gobernadores y primeros ministros de las antiguas colonias en el Caribe) aceptan al nuevo rey. Por otro, el lugar escogido es la Iglesia Nueva de Ámsterdam.
De estilo gótico y protestante en origen, en 1979 se convirtió en una fundación cultural. Sin olvidar la mezcla de ornamentos. La corona, el cetro y el orbe, la espada y el estandarte real descansaron en la mesa de credencia. Guillermo llevó también puesto el manto de armiño. Pero eligió a héroes populares, y a políticos de solera, para que le acompañaran como heraldos y reyes de armas.
La figura del heraldo es medieval y en su momento actuaban como mensajeros. Entre los escogidos ahora figura el astronauta André Kuipers, o la saltadora olímpica Anky van Grunsven, la atleta más laureada de su país. “Junto a ellos hay cientos de héroes anónimos que son nuestra fuerza y contribuyen a construir nuestro país.
Y yo quiero deciros que en el Reino holandés caben todos, ya sea en las alegrías o en las penas. Por eso subrayo la importancia de la democracia y agradezco la educación recibida de mis padres, y el trabajo realizado antes de llegar aquí. Ha sido una preparación – como la del apoyo al manejo sostenible del agua- indispensable para entender lo que me espera. Con el apoyo de mi esposa, que es plenamente consciente de su responsabilidad, os aseguro que pondré todo mi esfuerzo y dedicación en esta tarea”, dijo.
La ceremonia concluyó con el juramento, o promesa, de lealtad al rey por parte de diputados, senadores y representantes de los países surgidos de los antiguos territorios en ultramar.
De entre ellos, 16 declinaron hacerlo por considerarlo redundante al haber jurado ya la Constitución cuando tomaron posesión de su cargo. Unas 2.000 personas, entre ciudadanos corrientes (500), miembros de las monarquías mundiales y políticos, han asistido en la Iglesia Nueva a la subida al trono de Guillermo. Al salir, la nueva pareja real ha sido vitoreada por la gente que esperaba en la Plaza del Dam, en el centro de Ámsterdam.