Con la Revolución Industrial comenzó también una transformación en las relaciones entre niños y adultos, y del concepto mismo de la infancia, pues si bien, antes al niño se le concebía como un ser inocente, indefenso y falto de derechos, actualmente se le considera como otro “actor social”, que goza de atención especializada, y cuya opinión es tomada en cuenta en la casa y la escuela, además de su capacidad para interactuar con las nuevas tecnologías.
Coinciden en lo anterior especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), como la doctora María Eugenia Sánchez Calleja, investigadora de la Dirección de Estudios Históricos (DEH), y el maestro Jesús Antonio Machuca Ramírez, de la Dirección de Etnología y Antropología Social (DEAS).
Actualmente, los niños “tienen acceso a las nuevas tecnologías, por lo que podemos decir que nacen y se desarrollan en un ambiente tecnologizado. Están en Internet desde muy pequeños y no se sorprenden del uso de la pantalla táctil. Con el Nintendo comenzó el entrenamiento de los infantes a lo que se vive ahora”, destacó la investigadora de la DEH, quien desde hace una década impulsa el estudio de El niño como sujeto de la historia.
Tanto la computadora, los teléfonos celulares y la Web, añadió, permiten a los infantes estar conectados con el conocimiento y la información; no obstante, estos aparatos los exponen, al igual que la televisión, a la violencia y contenidos no aptos para menores, por lo que es necesaria la supervisón constante de los padres.
Por su parte, el maestro Antonio Machuca puntualiza que “las nuevas tecnologías, tienen efectos que no se pueden atribuir sólo a la técnica en sí misma. Siempre están de por medio las condiciones sociales bajo las cuales se aplica. Los efectos suelen ser, en distinto sentido, positivos y adversos.
“Entre los efectos positivos, está el desarrollo de nuevas destrezas y facultades cognitivas que hace posible la digitalidad, para la que además, los niños muestran una facilidad de aprendizaje y dominio impresionantes, la posibilidad de una conexión con el mundo a través de Internet”, consideró el investigador de la DEAS.
“Entre los efectos adversos, están los del aislamiento que fomentan las nuevas tecnologías: el desapego, la falta de un contacto físico y directo con los demás en un medio que requeriría de mayor sociabilidad. Hay una reducción del campo visual y una sedentarización que los aleja del desarrollo físico”.
A su vez, Sánchez Calleja reconoce que los niños en la actualidad se han empoderado, es decir, su opinión es tomada en cuenta en la casa y en la escuela, esto se ha dado en parte por la influencia de la psicología y la pedagogía, pero muchas veces se ha caído en el extremo: “Ahora a los niños no se les puede reprender, no se les puede tocar, pero creo que la socialización requiere de normas y directrices. Esto no quiere decir que se justifique el maltrato, eso es otra cosa, pues el infante ya es sujeto de derechos y dueño de una voz propia.
“Lo que también es una realidad es que esos niños deben moverse más, hacer ejercicio, y esto no significa pelearse con la tecnología. En nuestro país, por desgracia, la educación está tan rezagada que Internet se ha convertido en fuente valiosa de información”, abundó la investigadora de la DEH.
Para el maestro Machuca, la solución está en “lograr un equilibrio entre las formas de aprendizaje, combinando las ventajas indudables de las nuevas tecnologías, con otros sistemas que implican la manualidad artesanal multilateral y facilitan el llamado conocimiento implícito (que es fuente de desarrollo de la inteligencia), así como la motricidad”.
Los derechos de los niños
Han sido enormes las transformaciones en torno al cuidado, atención y desarrollo del niño a lo largo de los dos siglos pasados, sin embargo, “en México la historia de la infancia es aún un campo fértil para la reflexión y el análisis histórico sobre un miembro de la célula familiar prácticamente olvidado en la historiografía nacional”, asegura la doctora María Eugenia Sánchez Calleja, quien desde hace 10 años impulsa coloquios de expertos nacionales y extranjeros sobre el particular.
Resultado de estas reuniones son los títulos colectivos: Los niños: su imagen en la historia (INAH, 2006); Niños y adolescentes: normas y trasgresiones en México, siglos XVII-XX (INAH, 2008) y Los niños: el hogar y la calle (siglos XIX y XX), que se prevé sea publicado este año.
Sánchez Calleja explicó que a partir de la Revolución Industrial, se ha dado un proceso de infantilización de la niñez, es decir, considerar al niño vulnerable. Durante el siglo XX, “el infante adquirió importancia en la medida que se convirtió en objeto de estudio, sujeto de derecho y de protección bajo la tutela de los padres o del Estado. Se hablaba de un niño ideal, de un deber ser, el que tenía derechos desde que se engendraba hasta cumplir los 18 años, pasando por la atención escolar, médica, de alimentación, vestido, higiene y cuidados, y también se les protegía restringiendo el trabajo a los menores de 14 años”, abundó la especialista.
La doctora Sánchez Calleja señaló que en nuestro país, después de la Revolución, comenzó a darse importancia a los derechos de los niños: en 1921 se celebró en la Ciudad de México el Primer Congreso Mexicano del Niño, que dio como resultado una serie de propuestas para su protección, que desembocaron, entre otras cosas, en la educación básica obligatoria y la creación del Tribunal para Menores.
Por su parte, el maestro Machuca Ramírez expresó que “la transformación de la infancia se relaciona estrechamente con ciertos cambios que se han producido en la misma sociedad y han obligado a reconocer la importancia que juega la pedagogía, principalmente para la etapa de formación que abarca los primeros años del niño.
Con la popularización de la pedagogía (siglo XX), “el niño ha venido a ocupar un lugar central”, y hasta se habla de una “infantilización” de la sociedad contemporánea. En México, aproximadamente desde la segunda mitad del siglo XX, “los infantes participan más con sus opiniones en la vida social, son más activos, seguros, y confían más en sus propias capacidades. Saben que aunque puedan padecer situaciones injustas, éstas no son las aceptadas por la sociedad en su conjunto ni son aprobadas moral y legalmente”.
Sin embargo, Antonio Machuca considera que aunque la infancia disfruta de protección específica como parte de los derechos humanos, “muchos niños en el mundo se hallan en la pobreza extrema y son objeto de maltrato de todo tipo, incluso esclavizados, así como reclutados en los grupos que contienden en numerosas guerras”.
Sánchez Calleja concluyó que a los niños se les sigue explotando laboralmente en países subdesarrollados de África, Asia y América en el siglo XXI y, aunque esté legislada como delito esta actividad, muchas veces no es perseguida ni castigada por las autoridades.