La panorámica desde la ventanilla del avión revela el singular emplazamiento de Estocolmo, erigida sobre 14 islas que emergen entre el plácido lago Mälaren y el mar Báltico. Este rompecabezas insular cambia completamente cuando se observa a ras de tierra, ya que los 57 puentes que conectan las islas están tan integrados en el entramado urbano que se pasa de una a otra casi sin advertirlo.
Para orientarse conviene organizar la visita por islas, comenzando por el núcleo medieval de Gamla Stan, Ciudad Vieja en sueco, donde se fundó Estocolmo en 1252. El mejor acceso a la isla es el puente que atraviesa la sede del Parlamento, un edificio neobarroco de 1905. A partir de allí se abre un laberinto de calles adoquinadas que serpentean entre edificios apretujados, la mayoría de los siglos XVIII y XIX. El corazón del barrio es Stortorget, la plaza más antigua de Estocolmo, enmarcada entre coloridas casonas de antiguos comerciantes y el Nobelmuseet, el museo dedicado a Alfred Nobel y a los galardonados con los premios que llevan su nombre.
En las acogedoras terrazas de la plaza se puede probar el aquavit, un aguardiente aromatizado con hierbas que suele acompañarse de arenques y pescado ahumado. Desde Stortorget parten calles repletas de galerías de arte, tiendas de souvenires y restaurantes, como el Den Gyldene Freden, propiedad de la Academia sueca, donde se rumorea que han sido elegidos muchos premios Nobel. El Estocolmo medieval reaparece en la estrecha callejuela de Mårten Trotzigs Gränd, de apenas 90 centímetros en su parte más angosta.