Basta leer los titulares de las columnas de opinión más respetadas de la prensa chilena para comprender la encrucijada en que se encuentra la derecha tradicional en la antesala de las elecciones presidenciales de este 17 de noviembre -según nota de BBC Mundo-.
«La derecha hoy: sálvese quien pueda», titula uno de los analistas principales del respetado diario La Tercera. «La derecha moribunda», resume el columnista central de El Mercurio, el decano de la prensa nacional.
Aunque quizá exageradas, son muestras de lo enrarecido de una campaña con un número de candidatos inusualmente alto para el país –nueve-, en la que Chile parece haberse sacudido de la moderación y el virtual empate político que mantiene desde la recuperación de la democracia hace 23 años.
Esas columnas de opinión son secuelas de la más prestigiosa encuesta de opinión preelectoral, difundida la semana pasada por el Centro de Estudios Públicos (CEP), un instituto ligado a la derecha, que abrió las puertas a una posibilidad que hasta entonces no se había barajado: que los comicios se definan en primera vuelta y por primera vez desde la elección de Eduardo Frei en 1993 no haya balotaje.
El sondeo de CEP le dio a Michelle Bachelet, socialista, expresidenta y actual líder de la coalición Nueva Mayoría, un 47 % (a tres puntos del 50 % más 1 que necesita para imponerse), versus un magro 14 % para la candidata que le sigue, la representante de la alianza gobernante, Evelyn Matthei.
De confirmarse este pronóstico en las urnas, se trataría de la mayor derrota política de la centro derecha tradicional desde el regreso de la democracia a Chile, en 1989, tras 17 años del férreo régimen del general Augusto Pinochet.
¿Quién será segundo?.
Todas las encuestas, y no sólo las electorales, dan cuenta de un profundo cambio en la sociedad chilena, tras 25 años de sólido crecimiento macroeconómico y una transición pacífica desde el gobierno militar.
La de hoy es una sociedad más informada, más abierta a los cambios y más dispuesta a hacer escuchar su voz, como lo vienen demostrando no sólo los estudiantes, sino otros sectores que han participado en marchas y paralizaciones.
Las tres promesas centrales de la campaña Michelle Bachelet, una médico pediatra que salió del gobierno en 2010 con 80% de popularidad, son una reforma constitucional, para eliminar de ella todas las trazas de autoritarismo pinochetista, una profunda reforma educacional que elimine el lucro con fondos públicos y una reforma tributaria para introducir más equidad y financiar los cambios que propone.
De acuerdo a la encuesta CEP, un 74% quiere la reforma educacional de Bachelet y un 67% está de acuerdo con la reforma tributaria, mientras que casi la mitad del país está a favor de una asamblea constituyente, para rediseñar a fondo la Constitución.
Y lo más relevante, un 85% está de acuerdo en que se deben reducir las diferencias de ingreso, un problema que muchos identifican como la raíz de los problemas sociales del país.
El resultado es que casi ocho de cada diez chilenos hoy piensa que Michelle Bachelet será la próxima presidenta, un porcentaje abrumador que ha quitado algo de emoción a la elecciones y que ha centrado las incógnitas en si finalmente habrá o no segunda vuelta electoral y quién llegará segundo.
Muy cerca de Matthei, la sigue en las encuestas Franco Parisi, un economista sin credenciales políticas previas y que ha capturado votos de derecha descontentos con el gobierno de actual presidente Sebastián Piñera, prometiendo jubilar a toda una generación de dirigentes a su juicio desgastados.
Autodefinido como «socioliberal», se hizo conocido a través de un programa de televisión en que junto a su hermano Antonino, también economista, criticaba los abusos de las grandes tiendas. Calificado como populista por sus adversarios, logró juntar 50 mil firmas para inscribirse como independiente y convertirse en la primera gran sorpresa de la campaña.
Los otros seis.
Pero pese a lo brutal de las cifras, los líderes de los partidos que apoyan a Matthei apuestan a un repunte de su candidata.
«Tenemos la convicción de que va a haber segunda vuelta. Y la segunda vuelta entre Bachelet y Matthei va a ser una elección completamente distinta. Será un escenario competitivo y se enfrentarán dos proyectos de país», dice Patricio Melero, presidente de la UDI, uno de los dos partidos que conforman la coalición de derecha Alianza por Chile.
«Percibo que la gente se ha ido dando cuenta de lo que hace tiempo denunciamos: el giro a la izquierda de Bachelet», dijo Melero en una reciente entrevista con El Mercurio.
La campaña de Matthei también confía –para evitar una derrota en primera vuelta- en que habrá una mayor dispersión de votos hacia alguno de los otros seis candidatos que compiten en la elección presidencial con mayor cantidad de postulantes de la historia moderna de Chile.
Todos representan diversos matices de la izquierda extraparlamentaria.
El principal es Marco Enriquez-Ominami, quien obtuvo un 20% en las presidenciales de hace cuatro años y ahora marca menos de 10 puntos en las encuestas.
Los demás son Marcel Claude, un economista anticapitalista que postula la nacionalización de todas las riquezas básicas del país; Tomás Jocelyn-Holt, un ex diputado democratacristiano que quiere reformar la manera en que se hace política; Alfredo Sfeir, un exfuncionario del Banco Mundial postulado por los grupos ecologista.
Ricardo Israel, profesor universitario a favor de una mayor descentralización del país, y Roxana Miranda, una dirigente social de los sin casa que intenta capturar el voto de los más pobres.
Si el fenómeno electoral de Bachelet que predicen las encuestas se concreta y la derecha no logra retener suficientes escaños parlamentarios que le permita vetar las principales reformas, se abrirá un escenario inédito en Chile.
Para sus partidarios, será la oportunidad de iniciar verdaderos cambios al modelo legado por Pinochet, mientras que para sus críticos, el país podría entrar en una dinámica desequilibrada potencialmente perversa para la estabilidad y el crecimiento económico.
En ese contexto, los titulares del «sálvese quién pueda» y la «derecha moribunda» podrían ser vistos como una señal de alarma que se dispara a menos de dos semanas de las elecciones.