El Museo Británico de Londres muestra su faceta más hedonista con la exposición Shunga: sexo y placer en el arte japonés, que se puede visitar hasta el 5 de enero de 2014. El término shunga significa «imágenes de primavera», un eufemismo para referirse al acto sexual, que engloba la ingente producción gráfica, sexualmente explícita, realizada en Japón entre 1600 y 1900, que ha influenciado a formas modernas de arte como el manga, el anime o el arte del tatuaje japonés.
El shunga no es pornografía vulgarmente obscena y degradante, sino que celebra una actividad natural del ser humano, con cierta sensibilidad, diversión y un refinamiento propio de los grandes maestros, entre ellos Utamaro y Hokusai. En estas estampas eróticas tanto el hombre como la mujer disfrutan del placer sensual en todas sus formas, generalmente representados con unos genitales desproporcionados y en ocasiones situados en escenarios floridos o bucólicos. En una colorida lámina perteneciente a la serie Ilustraciones eróticas para los doce meses (c.1788), de Katsukawa Shuncho, aparecen un marido y una mujer practicando sexo junto a una ventana en pleno verano y escuchando el llanto de un cuco.
Ciento setenta obras maestras
En la Europa contemporánea (desde finales del siglo XVIII) las prohibiciones religiosas y la moralidad dominante forzaron una división absoluta entre arte y pornografía. En Japón regían las estrictas leyes del confucianismo, pero la vida privada no estaba tan controlada. La sexualidad femenina fue fácilmente reconocida y el sexo entre dos hombres fue aceptado en ciertos contextos sociales. Los hombres eran los principales productores y consumidores del shunga, pero también tenía una gran aceptación entre el público femenino.
Desde finales del siglo XIX y durante el siglo XX -tras la apertura a Occidente por parte de Japón- el shunga fue apartado del ámbito popular y académico de Japón y se convirtió en un tabú. Resulta irónico, pero en esta época fue descubierto y coleccionado con entusiasmo por artistas europeos y estadounidenses como Tolouse-Lautrec, Aubrey Beardsley, John Singer Sargent o Picasso. La muestra en el Museo Británico reúne unas 170 obras maestras del shunga, procedentes de importantes colecciones del Reino Unido, Japón, Europa y Estados Unidos, y que incluyen pinturas, grabados y libros ilustrados.