Islandia….cascada Gullfoss belleza impresionante

Desde la colina, Reykjavík parece más una población residencial de casitas multicolores que la capital de un estado. La estatua de Leifur Eiríksson, el primer europeo en llegar a América, domina con la mirada esta ciudad de 200.000 habitantes, dos tercios de la población del país.

La calle Laugavegur es la arteria peatonal que aglutina buena parte de los comercios y restaurantes turísticos, mientras que en la zona portuaria las tabernas regentadas por pescadores sirven deliciosas brochetas de salmón y sopa de cigala entre aperos de pesca, viejas fotos marineras y cerveza Viking.

Dicen de los islandeses que su ADN se compone de glaciares, volcanes y sagas, las epopeyas medievales de los primeros tiempos de la colonización. Estos tres elementos se ponen de manifiesto nada más salir de la capital por la carretera 36 rumbo a Thingvellir (Þingvellir en los carteles), a 30 minutos.

Símbolo de la independencia del país, este enclave pertenece al denominado Círculo Dorado, junto a Geysir y la cascada Gullfoss. Entre los desfiladeros de basalto de Thingvellir los primeros colonos fundaron, el año 930, el Parlamento más antiguo de Europa.

El mirador del centro de visitantes da una idea de la singular geología de Islandia. Aquí emerge de las profundidades oceánicas la dorsal mesoatlántica, la falla que divide Europa de América y que es la responsable de la actividad volcánica de la isla.

El área de Geysir y la zona de Hveravellir son una impresionante muestra de ello. Aunque el géiser que dio nombre a todos los del mundo dejó de expulsar agua en 1950, a su lado el Stokkur lanza un penacho de agua y vapor cada 6 minutos a 30 metros de altura. La cascada Gullfoss completa el Círculo Dorado con su espectacular salto: el río Hvitá se precipita desde dos escalones rocosos en un grieta con 32 metros de hondo.