Suchitlán, conocida en Colima como “Tierra de Brujos”, es un pueblo mágico de calles empedradas, vegetación nativa de árboles frutales y plantas medicinales, donde se encuentra Nido de Águila, único temazcal subterráneo de diseño mexica del país; forma parte del municipio de Comala, famoso gracias a Pedro Páramo, novela de Juan Rulfo.
En esta localidad, Edith Yesenia Peña Sánchez y Lilia Hernández Albarrán, investigadoras adscritas a la Dirección de Antropología Física del Instituto Nacional de Antropología e Historia, estudiaron mediante observación y diario de campo, las representaciones y prácticas curativas desde la perspectiva antropológica de salud para entender la interculturalidad.
Ocho años después de iniciados estos trabajos, nació Entre saberes ancestrales y conocimientos contemporáneos (INAH, 2013), libro recientemente presentado en el Auditorio Javier Romero Molina de la Escuela Nacional de Antropología (ENAH), y que entre otras cosas ofrece un vasto conocimiento de los llamados “curanderos” y la forma en que se han ido transmitiendo los conocimientos al grado de hacer de Suchitlán un paraíso de la medicina tradicional.
La idiosincrasia de los pobladores de Suchitlán parte de que el doctor de bata blanca no sabe curar enfermedades como empacho, espanto, agarre de duende, pérdida de sombra, empacho de hombre por mujer, empacho de mujer por hombre, chipilez del niño (o del hombre) cuando la mujer está embarazada… cuestiones que no parecieran de relevancia para el ámbito clínico puesto que no están en el cuadro diagnóstico, y que por tanto no son consideradas enfermedades sino ‘síndromes culturales´.
“El conocimiento del médico es posicionado en factores biológicos, patológicos y etereológicos de la enfermedad, mientras que el curandero lo hace en principios holísticos, donde el problema de salud puede ser físico, mental, espiritual o incluso comunitario como la envidia; porque en algunas zonas es considerada una enfermedad, como en otras la vergüenza”, afirmó Edith Yesenia Peña Sánchez.
Entre saberes… muestra prácticas curativas a nivel etnográfico como la naturista, la biomédica, la mixta y la psicoreligiosa. “Esta última comprende elementos vinculados con divinidades con las que se hace un manejo o manipulación de fuerzas, en la que el curandero puede poseer el conocimiento de los dueños del monte, del cerro o del río y ser utilizada en beneficio o perjuicio de la cura física”.
En la zona, la vocación de curandero puede manifestarse de distintas maneras. La principal es la transmisión del conocimiento entre familias o grupos y es considerada un don. “Si uno se enferma y logra la cura mediante plantas, hierbas, animales, minerales, fluidos corporales o alimentos, tiene la responsabilidad de curar a otros. Si se tiene la inquietud y se observa al que sabe curar, todo se aprenderá observando”, agregó la investigadora.
El libro ofrece una serie de padecimientos y enfermedades generales con su terapéutica y tratamiento, para curar males como aire en el estómago, alcoholismo, almorranas, anemia, ataque al corazón, bilis, bronquitis, caída de matriz, carnosidad de ojos, cirrosis, cólicos de mujer por menstruación, colitis, estreñimiento, cruda, debilidad, entre muchos otros.
Este año circulará el volumen dos: Patrimonio biocultural y recursos curativos, donde se profundizará en cerca de 400 paliativos de plantas, animales, minerales, vegetales, fluidos corporales, alimentos, entre otros que muchas veces no se toman en cuenta.