Apenas la semana pasada platicaba con algunos amigos de Oaxaca que hablaban del nuevo gobierno en la entidad.
Los comentarios fueron variados, que los nombres de quienes se incorporarán, que la relación familiar Cué-Robles Montoya, que los problemas que ya tiene el nuevo gobernador con los que lo apoyaron, pero fue un comentario el que me llamó la atención.
Gabino Cué se reunió con su equipo de trabajo al que le pidió una sola cosa: no presentar propuestas de programas nuevos para el gobierno.
Esto, porque Cué tiene, como propósito único -según lo dijo él mismo-mejorar los indicadores del estado.
Esta meta es loable pero, de entrada, genera dudas y preocupaciones.
Las mediciones para lograr esos indicadores son arbitrarias y dependen de muchísimos factores que no necesariamente reflejan mejoría en el nivel de vida de quienes son medidos.
Y hay un asunto adicional: es muy tecnócrata y muy poco político.
Oaxaca no necesita de tecnocracia ni de estrategias de tecnócratas. Lo que requiere es políticas adecuadas de atención a la ciudadanía.
Si Gabino Cué desea que su bono democrático se mantenga, se incremente y perdure, deberá pensar en que necesitará mayor acercamiento con la ciudadanía.
Por ejemplo, se dice que al menos seis tráileres arribarán al Congreso del estado con la parafernalia necesaria para la toma de posesión del próximo 1 de diciembre, y que el nuevo mandatario arribará ¡en helicóptero! a la sede legislativa.
Deseo fervientemente que esto sea sólo un rumor y que Cué no se convierta, de la noche a la mañana, en un gobernador lejano de la ciudadanía.
Y es que esta mala noticia no viene sola.
La estructura burocrática del gobierno estatal, me dicen, cambiará. De entrada se fusionarán las secretarías de Turismo y Desarrollo Económico, se retoma la figura del Jefe de Gabinete con la Secretaría Técnica del Ejecutivo, todo esto para argumentar que se reducirá la burocracia.
Falso.
También se está pensando en incrementar a los burócratas al crear una serie de coordinaciones que muchos no entienden.
Y para acabarla de amolar, a Gabino Cué se le olvidó crear la Secretaría de Educación que es, sin duda, una instancia necesarísima en Oaxaca.
Estos primeros escarceos en lo que será a partir del miércoles el nuevo gobierno de Oaxaca, nos muestran que no es fácil asumir la titularidad del Ejecutivo o incorporarse a un gabinete.
Es cierto, no es lo mismo ser borracho que cantinero y, a partir del primero de diciembre, muchos de los que eran borrachos se volverán cantineros y los cantineros podrán ser borrachos.
La realidad política de Oaxaca será distinta.
Los vicios que había, que se construyeron, que se percibían, que se engendraron, ya no estarán.
Y es cuando surgen preguntas:
¿Qué pasará con todas las organizaciones opositoras que cobraban en los gobiernos priistas y que ahora serán parte del gobierno?
¿Qué pasará con todos los políticos de partidos distintos al PRI que acomodaban a sus familiares y aviadores como canonjía gubernamental?
¿Qué pasará con los priistas que estaban acostumbrados a simplemente recibir dinero por hacer muy pocas cosas?
Más allá de un programa de gobierno, de obras, de estrategias, de tecnocracia, Gabino Cué tiene una obligación fundamental: mantener a Oaxaca unido y en paz.
El trabajo del nuevo gobierno debe tener como eje central y fundamental que el estado no se desmorone, no se enfrente, no se convierta en parcelas de grupos interesados.
El PRI y los priistas enfrentarán sus propios conflictos, pero los problemas que pueda generar Cué a través de sus acciones, perjudicará a todos los oaxaqueños.
Estamos a días de una nueva administración y de ver de qué están hechos todos aquellos que por años fueron borrachos.
Hoy los borrachos serán cantineros, a ver si son tan buenos.
*Director revista Hoja de Ruta