La impotencia ante la nula respuesta de las autoridades de procuración de justicia es uno de los factores comunes por el que los oaxaqueños deciden hacerse justicia por propia mano. De enero a octubre hubo al menos 20 intentos de linchamientos, en uno de ellos se llegó al homicidio.
El caso más dramático que concluyó con la muerte del presunto criminal sucedió en el puerto de Salina Cruz, en la región del istmo de Tehuantepec, donde un grupo de taxistas torturó y después incendió a un joven de 17 años de edad, a quien acusaron de robo.
El estudio del investigador Carlos María Vila llamado Justicia por mano propia: linchamiento en el México contemporáneo revela que en el periodo 1987-1998 se presentaron 103 linchamientos en todo el país. El mayor número de esos casos se registran en Oaxaca con 19, de ahí le siguen el Distrito Federal, Chiapas, Guerrero y finalmente Jalisco con dos.
Nora Martínez, del Centro de Derechos Humanos Bartolomé Carrasco Briseño (Barca), menciona que es evidente el sentimiento de desesperanza de la población hacia la posibilidad de que las autoridades les den seguridad.
“La ciudadanía ya no cree en las autoridades, sabemos que no son las formas de solucionar los problemas, pero se han llegado a momentos de hartazgo colectivo. Los ciudadanos deben comprender que toda persona tiene el derecho de ser juzgado ante las autoridades correspondientes y la autoridad debe hacer su trabajo”. La activista llamó así a la población “a no hacerse justicia por propia mano, porque incurren en delitos, más bien debemos tener el papel de cuidar que los funcionarios cumplan con su papel de hacer que la justicia llegue”.
De acuerdo con información de la Dirección de Averiguaciones Previas de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), la mayoría de los intentos de linchamientos son por el delito de robo y de los registrados en la región de Valles Centrales, a donde pertenece la capital oaxaqueña, “hemos llegado a tiempo y los presuntos ladrones sólo han sido golpeados y retenidos, afortunadamente no se ha llegado al homicidio como en Salina Cruz”, menciona el titular de esa dependencia, Joaquín Carrillo.
El funcionario estatal recuerda los casos más emblemáticos en el municipio de Oaxaca de Juárez, como lo es el de la agencia de Pueblo Nuevo, al poniente de esta ciudad capital. Ahí los habitantes se organizaron para crear una especie de “policía vecinal”.
La labor de sus miembros es estar a la expectativa de cualquier anomalía y avisarse por medio del sonido de silbatos cuando haya una situación de riesgo. Cuando éstos suenan, es que hay que acudir al auxilio.
El pasado 28 de febrero, un grupo de vecinos se organizó y detuvo en flagrancia a Marco Antonio Aquino Hernández, quien presuntamente había cometido asaltos a mano armada en distintas ocasiones. Ese día, en una asamblea, los habitantes determinaron detener al presunto asaltante a quien, entre otras cosas, lo identificaban como el que había ido a robar unas computadoras a la escuela de la agencia. La denuncia por ese delito ya estaba hecha, pero les parecía que las autoridades no hacían nada al respecto.
Organizados, los residentes lograron capturar al presunto delincuente. Gritaron consignas como “échenle gasolina” “yo le prendo el cerillo”, pero los líderes del grupo decidieron amarrarlo hasta que la policía llegara, comenta Hilario Ortiz Moreno, secretario del comité vecinal.
Menciona que el hecho de gritar que lo quemarían “fue solamente con la intención de que se asustara y por lo menos escarmentara un rato; incluso, algunos vecinos intentaron echarle agua para que pensara que era gasolina, pero jamás hemos pensado en quemar o matar a alguien, pero sí queremos que el gobierno se dé cuenta que estamos organizados y que a veces los ciudadanos tienen que hacer el trabajo que le corresponde”.
Una situación similar sucede en la colonia Santa Rosa, también al poniente de la ciudad, la alerta por algún hecho delictivo es el silbato. “Cuando un vecino suena su silbato, es que requiere ayuda y entonces todos salimos con palos o piedras para ir a ayudar”, comenta Luis L, quien junto a su madre atiende una miscelánea. Asegura que esa organización los ha salvado de ser asaltados en su negocio.
En el barrio de Jalatlaco, perímetro que forma parte del centro histórico de esta ciudad, los vecinos no se quedan atrás y el 16 de agosto pasado, Ismael López Hernández fue detenido en flagrancia por los habitantes del lugar, luego de robar la cartera a una mujer.
Los habitantes de Jalatlaco detuvieron y colgaron de un árbol a Ismael López hasta que llegara la policía, argumentando que de ese momento en adelante ellos se encargarían de la vigilancia, porque se habían registrado casos similares y la policía hacía caso omiso a sus llamados de auxilio. Hasta ese incidente, las autoridades locales reaccionaron y posteriormente instalaron un módulo de vigilancia.
La tragedia en Salina Cruz
Otro presunto delincuente que no corrió con la misma suerte fue Jordi Gómez Ortega, de 17 años, a quien un grupo de taxistas lo detuvo como presunto asaltante de uno de sus compañeros de trabajo en el municipio Salina Cruz.
En la madrugada del 18 de febrero, supuestamente Gómez Ortega intentó asaltar a un taxista a quien hirió en un brazo. La víctima logró pedir ayuda a través de su radio y sus compañeros pudieron llegar a auxiliarlo.
Los choferes lograron localizar al joven y una vez capturado lo golpearon, para después llevarlo al centro del municipio de Salina Cruz y ahí le prendieron fuego. La policía municipal no detuvo el ataque y a la fecha no hay ningún detenido.
Taxistas se justificaron al asegurar que desde tiempo atrás habían exigido vigilancia por la ola de asaltos registrados, pero al no ver respuesta, determinaron hacer justicia por propia mano.
Por este caso, la Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos (CDDH) emitió una recomendación al ayuntamiento de Puerto Salinas.
Agencia El Universal