Después de haber permitido la entrada de cientos de miles de civiles sirios durante más de cuatro años de guerra, los países vecinos se han visto desbordados por la avalancha de refugiados y han comenzado a restringir su entrada. Mientras tanto, miles de sirios se dirigen hacia las fronteras de la Unión Europea. Turquía ha sido el país más afectado, pero los 1,8 millones de exiliados que tiene registrados solo suponen el 2,3% de su población, según datos de la ONU del 31 de julio pasado. Para Jordania –que acoge a 630.000 sirios, un 9,4% de sus habitantes— y sobre todo para Líbano –con cerca de 1,2 millones de refugiados, un 27,9% de su censo— la situación se ha vuelto insoportable, según información de El País.
El incumplimiento de las promesas de los Estados donantes ha contribuido a agravar la situación en los países de acogida. La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, en sus siglas en inglés) de Naciones Unidas contabilizaba con fecha del pasado día 4 de agosto que solo se había ingresado en torno a una cuarta parte de la ayuda humanitaria prevista para 2015.
“Jordania prácticamente ha cerrado la frontera siria y cada vez es más difícil entrar», explica María López de Haro, responsable de Fundación para la Promoción Social de la Cultura (FPSC) en Amán. Dirige la única ONG española presente en Zaatari, el mayor campo de refugiados de Oriente Próximo, que acoge a más de 83.000 personas huidas de la guerra cerca del límite territorial con Siria.
Las restricciones en la frontera comenzaron durante el verano de 2014 y se hicieron efectivas a partir del pasado mes de abril, cuando las fuerzas rebeldes que combaten al régimen de Bachar el Asad se hicieron con el control de los pasos fronterizos. Al contrario de lo que ocurre en Turquía y Líbano, los sirios están exentos de visado a la hora de viajar a Jordania.
El jefe de la Guardia de Fronteras, general Saber al Mahayre, precisaba en unas recientes declaraciones que Jordania tienen “un sistema de vigilancia con drones, radares y torres de observación” para prevenir infiltraciones en su territorio.
Pero la entrada de refugiados es cada vez más esporádica. La agencia de noticias estatal Petra, destacaba el jueves que 96 sirios habían podido atravesar la frontera en varios puntos durante las 48 horas anteriores. La organización Human Rights Watch ha alertado, sin embargo, desde la pasada primavera de la presencia de centenares de civiles acampados sin recibir apenas ayuda en el lado sirio de la frontera. Desde que comenzaron las restricciones, el número de pasos fronterizos se ha reducido de 45 a solo 5.
“Con los teléfonos móviles y la redes sociales la tragedia de los refugiados sirios se retransmite en directo”, constata la jefa de misión de FPSC en Jordania. “Un hombre vino hace poco hasta el campo de Zaatari para suplicarnos ayuda”, relata María López de Haro. “Las dos hijas de uno de sus amigos –una de 10 años y otra de apenas 10 meses— se hallaban abandonadas en la frontera sin ningún tipo de protección porque no podían entrar en el país”.
Zaatari es una pequeña ciudad, que podría por su tamaño ser la tercera más poblada de Jordania. Construido en 2012 en el momento de mayor éxodo de refugiados, el campamento ya está saturado y solo se permiten incorporaciones civiles en casos contados de reagrupación familiar. Los exiliados que llegan ahora se derivan al campo de Azraq, que acoge a unas 18.500 personas. El nuevo campo está en una zona aún más desértica. Las autoridades jordanas aseguran que hay más de un millón de sirios acogidos en el reino hachemí, de los que solo 630.000 están oficialmente registrados por la ONU.
Cuenta con escuelas, un mercado y varias clínicas, una de las cuales está gestionada por la ONG española FPSC. “Atendemos a menores con discapacidad física, en su mayoría con parálisis cerebral, a quienes ofrecemos fisioterapia, sillas de ruedas, muletas… y también actividades de teatro para mejorar su inclusión social”, detalla López de Haro. Su organización tiene ahora 300 casos pendientes sin poder atender. “Nuestro dilema de cada día es decidor a quién dejamos de ayudar…”, admite.
La continua presencia de los refugiados –el 80% viven fueran de los campamentos– amenaza con desatar tensiones en la sociedad jordana. “Una de las principales preocupaciones de los habitantes del norte del país es el dramático incremento del coste de la vida, sobre todo de la vivienda y la alimentación, ante la creciente demanda”, detalla un estudio de la ONU sobre el impacto del éxodo sirio en las comunidades jordanas.