La paleta cromática de la región Río Bec que dio belleza y realce a los frisos de las antiguas ciudades mayas de Balamkú y Becán, así como a las fachadas zoomorfas de los sitios arqueológicos de Chicaná, Hormiguero y Becán, fue identificada por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), como parte del proyecto de Conservación Emergente de Sitios Arqueológicos en Campeche, lo que permitirá aplicar técnicas más adecuadas para su preservación.
A través de esta investigación, coordinada por las restauradoras peritos Diana Arano y Leticia Jiménez, adscritas al Centro INAH Campeche, el equipo de expertos identificó una paleta cromática que tiene distintas tonalidades de rojos, amarillos, azules, rosas, naranja, verdes y negros.
Durante las dos temporadas de trabajo (2014-2015), también se tomaron muestras de las capas pictóricas y de los morteros para someterlas a análisis y conocer su composición química y así utilizar los materiales más apegados al original en los procesos de intervención de los edificios de las zonas arqueológicas.
Diana Arano dijo que para hacer el registro se contó con el apoyo del investigador Daniel Salazar. Él dibujó las cinco fachadas y los dos frisos; ella y Félix Camacho, restaurador del Centro INAH Campeche, realizaron la documentación de color utilizando el código Munsell, que consta de colores predeterminados con los cuales compararon los pigmentos en el estuco.
Con base en los dibujos de Daniel Salazar y del registro iconográfico, elaboraron imágenes digitales en las que se aprecia parte del color utilizado en los elementos escultóricos. Se logró un acercamiento parcial al aspecto original de las estructuras y de los frisos construidos por los antiguos mayas durante el Periodo Clásico (250-900 d.C.).
Félix Camacho encontró similitudes entre la paleta cromática de la Estructura II de Chicaná, que representa en su mascarón a Itzamná (dios maya de la sabiduría), y la fachada de la Estructura X de Becán, edificio habitacional de la élite maya que también representa a esa misma deidad conocida como Monstruo de la Tierra.
En Becán se identificaron colores rojos, amarillos y azules, y en la Estructura II de Chicaná hay más tonalidades verdes, azules, marrón, rojo y negros, que probablemente obedecen a diferencias estilísticas; a su vez, en este último edificio se registró a detalle un glifo de color rojo pintado sobre un muro de la fachada.
Los frisos de Balamkú (Clásico Temprano 250-450 d.C.) y Becán (Clásico Temprano 550 d.C.) muestran figuras de personas reales, gobernantes o antepasados con rasgos fisonómicos antropomorfos, portando insignias y elementos de indumentaria asociados al poder (cuentas de jade, joyas, piel de jaguar y tocados) y vinculados con las montañas sagradas míticas, mostrados como enormes mascarones de frente o perfil.
En Becán, la figura humana se halla en una postura contorsionista, asociada con el dios del maíz cuando emerge de la tierra después de su paso por el inframundo. En Balamkú se observan los personajes que renacen de la montaña a través de las fauces abiertas de grandes reptiles y anfibios barrigones, imitando el movimiento ascendente del dios solar y del dios maíz. En estos dos sitios se identificaron restos de tonalidades negro y rojo; también se hallaron amarillo, naranja y rosa en el friso de Becán.
En tanto, en la Estructura XX de Chicaná, edificio de uso habitacional con aposentos en dos niveles decorados con rosetones y mascarones y que estuvo coronado por una crestería, se identificó una paleta cromática que consta de amarillo y rojo.
De la Estructura II de Hormiguero (Clásico Tardío 750-950 d.C.), se analizó la fachada Sur del edificio ceremonial que consta de tres secciones principales divididas por dos torres de esquinas redondeadas con escalinatas simuladas, típicas del estilo Río Bec. La ausencia de colores sugiere a los investigadores una fachada enteramente blanca, que la convertiría en un ejemplar único en la región, sólo comparable con la fachada zoomorfa del sitio de Ek Balam, en Yucatán.
Durante la primera temporada de trabajo se diseñó un programa para monitorear de forma sistemática las estructuras y contar con elementos de comparación del estado de conservación respecto a la primera vez que lo visitaron, y registrar a qué velocidad se deteriora por la acción medioambiental, para tomar lineamientos con base en las necesidades de preservación del patrimonio arqueológico in situ.
Los siete edificios fueron seleccionados por la riqueza escultórica con la que fueron construidos hace siglos. Es la primera vez que se hace un registro de este tipo, lo que permite establecer comparaciones y estudios más amplios a nivel local y regional.
En las dos temporadas de trabajo también han registrado deterioros. “A partir de los dibujos de las estructuras, se hizo un análisis completo de los daños que presentaban y se dividieron en tres: biológico, ambiental y físico-químico. Se elaboró un patrón para cada efecto: si tenía craqueladuras, hongos y pérdidas, y se fue marcando el esquema de deterioro de los edificios”, explicó Félix Camacho.
Los nuevos registros gráficos permitirán realizar estudios integrales a profundidad, a partir de imágenes más completas y detalladas.
Los primeros resultados de este proyecto fueron expuestos recientemente en la Ciudad de Campeche, donde se exhibió la muestra El color de las montañas. Registro gráfico en fachadas escultóricas del sur de Campeche.