Fuera desde la asistencia a las víctimas, en el frente de batalla o como propagandistas, las mujeres de la Revolución enarbolaron muchos ideales, entre ellos el derecho de las mexicanas a la ciudadanía, por eso su papel no debe verse como secundario dentro de la historia constitucional de México, al cumplirse el centenario de nuestra Carta Magna, analiza la historiadora Martha Eva Rocha Islas, autora del libro Los rostros de la rebeldía. Veteranas de la Revolución Mexicana, 1910-1939.
Esta obra, que trasciende el estudio de género para devenir en una “biografía colectiva” de los seres humanos partícipes del movimiento armado, se basa —entre otras pesquisas en archivos— en la recuperación de 432 expedientes de mujeres reconocidas como veteranas de la Revolución, un corpus único que custodia la Secretaría de la Defensa Nacional.
La importancia de la investigación permitió su publicación en una coedición de los institutos nacionales de Antropología e Historia (INAH) y de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), la cual fue presentada por la directora de esta última institución, Patricia Galeana, con los comentarios de los historiadores Anna Ribera Carbó, del INAH; Gloria Villegas y Salvador Rueda, directores, respectivamente, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y del Museo Nacional de Historia.
Martha Eva Rocha explicó que la participación de estas mujeres en la gesta revolucionaria se dio principalmente entre 1910 y 1920, pero iniciaron trámites de solicitud como veteranas de la Revolución a partir de 1939, cuando el presidente Lázaro Cárdenas hizo público su reconocimiento en un acto celebrado en el Estadio Nacional el 20 de noviembre de ese año, y hasta 1976.
Parte de los requisitos para su registro era la entrega de un par de fotografías, de ahí que, literalmente, en el libro Los rostros de la rebeldía, el lector puede conocer los semblantes de al menos 150 de ellas.
En el marco del Centenario de la Constitución Política, Rocha Islas, investigadora de la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del INAH, refiere que una vez que inicia la lucha de facciones, varias de ellas más preparadas y vinculadas a los caudillos y jefes militares, se aunaron al carrancismo y comenzaron a demandar un cambio a la condición social desigual de las mujeres.
“Aparte de las demandas fundamentales en estas primeras décadas que eran educación y trabajo asalariado en condiciones de igualdad, las mujeres comenzaron a exigir el derecho a la ciudadanía. Hermila Galindo, considerada una precursora, participó con ponencias durante el Primer y Segundo Congreso Feminista que se realizó en Mérida, Yucatán, y después presentó la iniciativa para que se diera el voto a las mujeres en el Constituyente del 16; no ocurrió así, pero la demanda comenzó en ese momento.
“La presencia de las mujeres incidió para que se dieran cambios como la promulgación de la Ley del Divorcio en 1914, incorporada después a la Ley de Relaciones Familiares que se publicó en abril de 1917”, citó como ejemplos la historiadora.
“Son veteranas de la Revolución reconocidas por haber participado con acciones de carácter civil o militar en el escenario de la guerra, entre 1910 y 1917. Sin embargo, más allá del discurso dominante de la época que separaba el ámbito público del privado —asignando a cada sexo un papel dentro de uno u otro—, ellas no regresaron a su casa una vez terminada la Revolución. Se involucraron en el proyecto de reconstrucción del México posrevolucionario, algunas incluso desde puestos de liderazgo, y siguieron vigentes cuando Lázaro Cárdenas atendió como demanda de justicia social la promulgación del decreto de veteranía”.
Anna Ribera Carbó, colega de Martha Eva Rocha en la DEH, comentó que esta obra rompe con el mito de la soldadera que sigue a su hombre en la lucha, un estereotipo ampliamente difundido y que quizá tiene una imagen culminante en la película Enamorada: la de Beatriz Peñafiel (María Félix) doblegada por el amor, caminando firme y con carrilleras a un lado del general José Juan Reyes (Pedro Armendáriz) que la mira desde la altura que le concede su montura.
Las revolucionarias que colman las páginas del libro escrito por Martha Eva Rocha son mujeres que se unieron a la causa por convicción propia, señaló Ribera Carbó.
En palabras de Salvador Rueda Smithers, director del Museo Nacional de Historia: “adelitas, valentinas y otras figuras de leyenda como Juana Gallo y La Negra Angustias conviven entre el mundo visible e invisible, y a veces opacándolas con las verdaderas combatientes, como Rosa Bobadilla y Amelia o Amelio Robles, zapatistas de alto rango militar; o con las pundonorosas enfermeras maderistas y constitucionalistas, como Leonor Villegas, o las luchadoras civiles, como las hermanas Eulalia y Petra Guzmán”.
La autora de Los rostros de la rebeldía. Veteranas de la Revolución Mexicana, 1910-1939 —señala Rueda—, amplía por mucho el marco temporal del título para acercarnos a la participación de las esposas e hijas de los militantes y propagandistas magonistas en la primera década del siglo XX, luego al reeleccionismo y al antirreeleccionismo, a las valientes opositoras al huertismo; para enfilar hacia las distintas participaciones femeninas en la Revolución Mexicana.
“Educadoras, diletantes, propagandistas, impresoras, activistas de distintas causas, espías, soldados, soldaderas, aprovisionadoras, enfermeras; militantes del feminismo sufragista, de los planes de Ayala o de Guadalupe, o simplemente leales a sus padres y esposos”, constituyen las variopintas biografías que se despliegan en este volumen.