La política del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, suena a declaración de guerra contra México. Una guerra xenófoba, comercial, económica, sicológica, etc. Solo falta que ordene abrir fuego.
Trump parece dispuesto a todo. Su sola estampa proyecta frialdad, dureza de carácter, inflexibilidad; emana autoritarismo y genera miedo, desconfianza, incertidumbre. Es un hombre de negocios que usa a la política, y pretende devolverle a Estados Unidos su poderío económico.
Lo prometió en campaña y lo está cumpliendo: Instrumentar las medidas necesaria para la construcción del muro en la frontera norte de nuestro país, aparejadas con otras acciones para frenar la inmigración de mexicanos, musulmanes y de latinos a Estados Unidos porque (según dice) quitan el trabajo a los estadounidenses. Ups, pero ellos prácticamente no hacen las labores rudas en los campos agrícolas, en las fábricas, en los restaurantes y en todo tipo de establecimiento comercial.
Estados Unidos necesita de los mexicanos y de los latinos en general. Los gringos no son para trabajo rudo; ellos son para estar acostados en la playa dorándose la piel, para pasear por el mundo y para fumar cigarrillos quien sabe de qué cosa. Claro, los estadounidenses como Trump, hombres de negocios, están hechos para hacer crecer el capital y la economía propia y de su país, sin detenerse a mirar si con ello trastocan derechos de humanos. ¿Habrá excepciones?
Trump es el primer gobernante actual que empieza a cumplir sus promesas de campaña casi al día siguiente de su asunción como presidente de los Estados Unidos. Eso deberían aprenderle los políticos mexicanos, quienes, en su mayoría, no solo no cumplen ni sus principales promesas, sino que hacen todo lo contrario.
Por ejemplo, el Presidente de México, Enrique Peña Nieto, se aproxima al ocaso de su sexenio sin cumplir su promesa de impulsar la reducción de diputados federales y senadores: De 500 a 400 y de 128 a 96.
En fin, el miércoles pasado además de firmar el decreto para la construcción del muro (que insiste pagará México), Trump también anunció el pronto inició de la deportación de inmigrantes empezando por “criminales”, la restricción de visas, la suspensión de programas protectores de inmigrantes jóvenes, el incremento de patrullas fronterizas y, entre otras cosas, represalias para las ciudades estadounidenses que no cooperen en la deportación.
Entonces el “muro”, no solamente es físico.
Han tenido razón todos aquellos que aconsejaron al presidente Peña Nieto a no asistir a la reunión con Donald Trump porque sería recibido con un “portazo”, pues su homólogo estadunidense está empecinado en la construcción del “muro” y cargarle a México su costo.
De hecho, Donald Trump la mañana de este jueves envió un mensaje vía Twitter diciendo que “si México no está dispuesto a pagar el muro, entonces sería mejor cancelar la próxima reunión”.
Era la condición, la amenaza, tras la postura del presidente Peña de rechazo al muro y a costearlo, quien le tomó la palabra y canceló el encuentro.
Caray, Trump llegó a la Presidencia de Estados Unidos en el peor momento de la economía mexicana y de inmenso deterioro de la política.
Cuauhtémoc Cárdenas tiene razón cuando dice que “el Gobierno Federal debería empezar a tomar medidas emergentes y hacer cambios en la política económica, como crear empleos formales de manera masiva para recibir a los trabajadores que puedan ser deportados por el gobierno estadunidense.”
Y no solamente para emplear a los deportados, sino también a millones de mexicanos sin trabajo a falta de fuentes de empleo.
¿Y cómo generar los empleos formales? Por supuesto, no con más burocracia en el gobierno, sino impulsando la creación de empresas.
En México es tan difícil crear y sostener una empresa. Tan pronto y como la dan de alta en Hacienda empieza a pagar impuestos, sin un periodo de gracia para recapitalizarse y mantenerse estable. Además están sujetas a innumerables normas en materia de trabajo y seguridad social y ambientales que se convierten en obstáculos por su complejidad técnica, aunadas a la excesiva burocracia de la dependencias gubernamentales normativas.
Y ni el Ejecutivo ni los legisladores hacen algo para remediar la situación. Diputados y senadores se la pasan gastando saliva en declaraciones inútiles en vez de legislar para flexibilizar las reglas para la creación de empresas (chicas, medianas y grandes). Claro, también invierten su tiempo en hacer caravana con dinero del pueblo en su “gestión social”.
En fin, ¡es hora de legislar para facilitar la creación de empresas y, en consecuencia, la generación de empleos formales!
En estos tiempos difíciles es necesario escuchar la arenga de nuestro Himno Nacional: “Mexicanos al grito de guerra, el acero aprestad y el bridón…”
Claro, no vamos a preparar armas, porque México ni tiene las adecuadas para pelear con una potencia como Estados Unidos, pero sí es posible preparar otro tipo de armamento como el rediseño de la política económica, energética, financiera y laboral, así como combatir la corrupción e impunidad de los servidores públicos, legisladores y presidentes municipales.
Pero a la voz de ya.
Las entidades federativas con zonas migratorias deben hacer lo propio dentro de sus atribuciones.
¿Y EL GOBIERNO DE OAXACA?
Y Oaxaca, ¿qué está haciendo al respecto? Es una entidad con zonas expulsoras.
A la única que vemos trabajando es a la Directora de Atención al Migrante, Aída Ruiz García, pero nada se ha visto en relación a acciones para generar fuentes de empleo en las zonas expulsoras.
Hace unos días, el gobernador Alejandro Murat apenas si anuncio el respaldo en medidas de asesoría jurídica y atención a deportados. Sin embargo, se necesita mucho más; se necesitan acciones permanentes.
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