
Con la luz dorada del crepúsculo, la cantera rosada del Museo de Guadalupe se pinta ocre. El aire tibio de la tarde fresca sopla muy suave mientras se escucha una guitarra clásica que celebra: el recinto zacatecano llega a su centenario. Ahora aplica programas piloto de nueva museografía, cercana al lenguaje de los públicos del siglo XXI, como parte de una propuesta de reestructuración planificada que le ha permitido, desde 2004, rescatar el inmueble conventual que lo resguarda, al tiempo de fortalecerse como un recinto moderno que busca despertar el interés de las generaciones del WhatsApp.
La música barroca se escucha más intensa bajo la arcada del Claustro de San Francisco. Detrás de los cristales la vida de Asís se desdobla en pinceladas anónimas: 26 óleos de gran formato fueron plasmados hace 250 años para preparar a religiosos del Colegio de Propaganda Fide, fundado por fray Antonio Margil de Jesús en 1707. Ellos se encargarían de convertir a la fe cristiana a las poblaciones de la provincia de Coahuila y tierras texanas. Su labor quedó plasmada en gran parte de la frontera, de ahí que se conozca a este colegio como “La civilizadora del norte”.
Rosa María Franco, con voz pausada y suave, evoca la historia del museo que dirige desde hace dos décadas y que todo este año ha celebrado su primer centenario. Sus palabras llevan a 1917, cuando Venustiano Carranza fundó el recinto museográfico en plena época revolucionaria y se constituyó como uno de los primeros museos mexicanos del siglo XX;
“El Museo de Guadalupe nació con estrella porque se creó con el ánimo de conservar un legado: el acervo elaborado ex profeso para el antiguo Colegio de Propaganda Fide de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas, institución que permaneció en el edificio hasta 1908. Esa característica lo hace único, especial e irrepetible: en sus claustros bajo y alto, en su escalera y en su coro tiene obra creada para esos espacios, que hasta la fecha se conserva en el mismo lugar”.
Con la fundación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en 1939, el edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional y desde entonces ha dependido de la institución. En 2000, el INAH firmó un fideicomiso para la restauración integral del museo, con el Gobierno de Zacatecas, el Ayuntamiento de Guadalupe y Fomento Cultural Banamex. El arquitecto Carlos Martínez Hortigosa, responsable de la restauración, trató al monumento como si fuese una persona a la que se le revisa el estado de salud y armó un plan maestro a corto, mediano y largo plazo, explica Rosa María Franco.
Luego de 17 años, el fideicomiso sigue vigente como un instrumento ágil que ha permitido cumplir con el plan maestro en función de los tiempos que la restauración ha exigido. Paralelamente se trabajó en el buen estado de la obra plástica y la elaboración de un discurso museográfico que permitiera tener información actualizada y accesible a todo público, con el gran reto de hacer público un espacio que se creó cerrado al mundo y abierto al cielo, dice Rosa María Franco.
Un museo que no tiene un público cautivo carece de impacto, por eso actualmente la mayor plantilla de trabajadores del Museo de Guadalupe está en el área de Comunicación Educativa, donde continuamente desarrollan nuevas formas de captar la atención de los visitantes y especialmente de las nuevas generaciones. El recinto cuenta con alrededor de 300 metros cuadrados de ludoteca: espacios habilitados para visitantes en edad preescolar hasta tercero de primaria, otra para jóvenes y adultos, un teatrino para montar teatro de sombras y rompecabezas magnéticos de las obras en salas.
Un museo para el siglo XXI
Con programas piloto de nueva museografía, cercana al lenguaje de los públicos del siglo XXI, el Museo de Guadalupe, en Zacatecas, llega a su centenario y continúa la propuesta de reestructuración planificada que le ha permitido desde 2004 rescatar el inmueble conventual que lo resguarda, al tiempo de mantener exhibiciones innovadoras que despiertan el interés de los visitantes.
La historiadora Violeta Tavizón, subdirectora técnica del recinto, advierte que lo que el público puede apreciar hoy en las salas del museo es resultado de más de 20 años de trabajo para construir un guion que conservara el espíritu de aquel enclave misional.
Fue en la década de los 90 del siglo XX, cuando la investigadora emérita del INAH, Consuelo Maquívar, y los académicos de la UNAM, Clara Barguellini Cione y Rogelio Ruiz Gomar, comenzaron a concebir un discurso científico en distintos núcleos temáticos para crear un hilo conductor que diera coherencia a los acervos: cientos de objetos de arte virreinal, principalmente pinturas de los más exquisitos autores barrocos, y a la historia que se gestó en el edificio y que hoy palpita en todos sus espacios.
El Museo de Guadalupe es el único en México que conserva su colección de óleos en los lugares originales para los que fueron plasmados, hace casi 300 años. Los franciscanos encargaron a los pintores más relevantes de la Nueva España lienzos ex profeso para el colegio. Las pinturas tenían un fin didáctico: son escenas religiosas creadas para enseñar la doctrina cristiana. Sobresale la obra de Luis Juárez, Alonso López de Herrera, Cristóbal de Villalpando, Nicolás Rodríguez Juárez, Antonio de Torres, Miguel Cabrera, Gabriel José de Ovalle, Nicolás Enríquez, Patricio Morlete Ruiz, José de Páez, Juan de Sáenz, Andrés López, José de Alcívar y Juan Nepomuceno Herrera.
Aquella vocación de enseñar por medio de la mirada se sigue aplicando en el ex Colegio de Propaganda Fide, porque la museografía creada en 2004 aprovecha los cuadros y a los personajes en ellos pintados, para contar la historia del espacio, del arte barroco y de la evangelización en el norte del país.
Aunque todo el museo es una pinacoteca, el guion se divide en dos grandes temas: salas históricas, ubicadas en los espacios que habitaron los franciscanos, y la pinacoteca propiamente dicha, donde confluyen distintas salas que abordan el arte barroco y los autores más representativos de la Nueva España.
De acuerdo con Violeta Tavizón, la obra de arte es un espejo que refleja no sólo lo que se ve en ella, sino son muchas las historias que se pueden contar a través de los objetos. Aquí los personajes de los lienzos cobran vida para recrear su historia dentro del entorno que habitaron hace tres siglos.
No obstante, el museo ya prepara la reingeniería del guion, en respuesta a las nuevas generaciones de público que en dos décadas ha cambiado considerablemente. “Actualmente trabajamos en salas piloto para probar nuevas lecturas con la perspectiva de atraer a más visitantes”, explica Violeta Tavizón. Por lo pronto, los proyectos consisten en montajes de pequeñas salas de exhibición, en ejemplo es Revelaciones novohispanas, que mostró más de 40 piezas del acervo del museo con una mirada diferente: el arte como una revelación.
La propuesta habla del arte en sí y de su importancia en la vida de las personas, no importa en qué época, comenta Tavizón, y detalla que los recursos museográficos utilizaron elementos como globos de WhatsApp con textos de pensadores y poetas del Siglo de Oro, como Sor Juana Inés de la Cruz, y emoticones para hacer relaciones con temas como los derechos humanos o la violencia. Es una exposición dirigida a jóvenes de 15 a 20 años.
El cierre de las celebraciones del centenario comenzaron el 4 de diciembre con la presentación al público del número 68 de la Gaceta de Museos, publicada por el INAH, que en ocasión especial editó un número monotemático dedicado al recinto zacatecano, coordinado por Consuelo Maquívar, investigadora emérita del INAH.
En la Galería Abierta de las Rejas de Chapultepec, en la Ciudad de México, se presentará la muestra Gala barroca. Cien años del Museo de Guadalupe. Son 54 fotografías de gran formato que dan cuenta del esplendor cultural de Zacatecas, así como de la historia, arquitectura y valor de los acervos de uno de los primeros museos mexicanos del siglo XX. La muestra que se inaugura el próximo día 11, pondrá al alcance de transeúntes obras de pintores como Cristóbal de Villalpando y Miguel Cabrera, en reproducciones fotográficas de calidad.
Paralelamente, en Zacatecas abrirá al público la sala reestructurada “Manuel Pastrana, de colegio a museo”, dedicada al primer director del recinto e importante pintor de la Academia de San Carlos. Los festejos concluirán con la exhibición La flor en la cultura mexicana, a inaugurarse a mediados de mes. Más de cien objetos darán cuenta de la flor como elemento simbólico de la cultura mexicana.
Para Violeta Tavizón, la curaduría y la museografía son una ruta que permite construir historias. Es como narrar cuentos a partir de la obra. Materializar investigaciones que muchas veces se quedan en libros sólo leídos por especialistas. Mientras investigaba la vida y obra de un pilar de la cultura zacatecana: Manuel Pastrana, nombrado por Carranza primer director del Museo de Guadalupe, junto con la historia del personaje descubrió la del Museo de Guadalupe desde su fundación. Por ese hallazgo histórico es que este 2017 se puede celebrar el centenario de un museo nacido en la Revolución.