Manet, inventeur du Moderne, con este título, que pone de manifiesto el indudable papel pionero de Edouard Manet (1832-1883) en la historia del arte, el Museo de Orsay abrió hoy en París la primera retrospectiva que se dedica en Francia a ese gran artista desde 1983.
Que la muestra -abierta hasta el próximo 3 de julio- será un éxito que se pudo constatar a la hora de su presentación a la prensa, que este lunes llenó de manera inusual las salas del Orsay para contemplar las cerca de 200 obras reunidas allí.
Queda ahora por descubrir y redescubrir a Edouard Manet, el autor de obras, en sus días tan escandalosas, como Olympia (1863) o Le déjeuner sur l’herbe (1863) a la luz de las investigaciones realizadas en el último cuarto de siglo, tanto sobre su biografía y su trayectoria artística como sobre la pintura francesa de su época.
Una doble evolución de la que el Museo de Orsay busca dar cuenta en esta exhibición que, ante todo, comentó Stéphane Guégan, curador, aspira a no ser una retrospectiva de corte clásico.
Por ello, además de contemplar las obras favoritas de Manet, algunas de ellas procedentes del propio Museo de Orsay, heredero de los ricos fondos impresionistas del antiguo Jeu de Paume, el visitante descubrirá un amplio abanico de creaciones hasta ahora casi desconocidas o jamás antes reunidas en una misma muestra.
Será también la ocasión de contemplar los cuadros del retratista de la Maitresse de Baudelaire (1862) , del Torero mort (1864) o del Christ aux anges (1864) junto a obras de otros maestros de su tiempo que influyeron en él de manera determinante.
«Hay una tendencia a oponer romanticismo y realismo, pero este no era el caso de Manet, quien se reivindicaba justamente como heredero de una pintura de la imaginación» , por lo que su pintura no es sólo transcripción del mundo real, sino «también recreación» , resaltó el curador.
De ahí que la exposición comience con un Hommage à Delacroix (1864) de Henri Fantin Latour, y dos versiones de La Barque de Dante, d’après Delacroix , pintadas por Manet entre 1854 y 1859, para explorar las relaciones del artista con la cultura romántica, no solo visual, sino también literaria y política y dar vida al primero de los nueve temas elegidos.
Construida en torno a medio centenar de célebres Manet, la muestra exhibe también «cosas menos conocidas, que dan acceso a otros aspectos de su carrera» y a otras cuestiones, subrayó Guégan.
Lo que fue posible gracias a la «generosidad» de museos como el Thyssen-Bornemisza de Madrid, y en especial de grandes instituciones estadounidenses que prestaron «gran número de obras maestras» , dijo.
«Sobre ese zócalo de cosas excepcionales se quiso aportar » perspectivas, miradas, y obras inesperadas «, recalcó.
Entre las más originales el comisario citó » la manera en la que Manet recortó sus cuadros, entre 1865 y 67 «, tras su estancia en Madrid, donde vio los 40 Velázquez del Prado, destacó.
Después de ese shock, Manet cortó algunas composiciones suyas pintadas antes » para darles una mayor eficacia visual «, resaltó.
» Es el caso del ‘torero muerto » de Washington, ahora aislado en la tela, y que antes de ese viaje a España formaba parte de un gran cuadro.
La exposición » insiste mucho en el compromiso político de Manet «, subrayó el comisario, satisfecho de haber roto el plano » muy lineal » de toda retrospectiva tradicional, donde todo está » en el mismo plano «, mientras para subrayar nueve temas principales.
La exposición se cierran con el título Fin de l’histoire? para mostrar obras como La barricade (1871), L’Exécution de Maximilien (1867) o Vive l’amnistie (1880) o un Portrait de Georges Clémenceau à la tribune (1879-1880) .
Agencia El Universal