México, D.F.- La enorme acumulación de poder y riqueza por parte de las élites, a expensas de un gobierno central, pudo ser uno de los motivos del decaimiento del Estado teotihuacano hacia el siglo VI d.C., según formuló el doctor George L. Cowgill, profesor emérito de la Universidad de Arizona, Estados Unidos, luego de recibir un homenaje, con el cual dieron comienzo las jornadas académicas de la 5ª Mesa Redonda de Teotihuacan.
El reconocido arqueólogo, cuyos aportes son imprescindibles para comprender la evolución de esta urbe en sus ocho siglos de historia (150 a.C. – 650 d.C.), propuso sus disertaciones como un motivo de reflexión y debate para los más de 120 especialistas que se reúnen la víspera en este foro organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), y que concluirá el próximo viernes 28 de octubre.
Tras recibir un diploma y una estatuilla prehispánica de manos de Alfonso de Maria y Campos, director general del INAH, Cowgill dictó la conferencia magistral: Una historia especulativa de Teotihuacan, en la que refirió que esta gran urbe de Mesoamérica debió regirse en sus orígenes (150 – 1 a.C.) bajo un sistema más o menos igualitario entre varios grupos, un orden de gobierno que cambió en los primeros dos siglos de nuestra era.
La erección de Teotihuacan, dijo, pudo resultar de la unión de diversos grupos para defenderse contra la temprana ciudad de Cuicuilco, ubicada al sur de la Cuenca de México, de manera que probablemente las prácticas políticas fueran bastante igualitarias en los comienzos de la llamada “Ciudad de los Dioses”.
“Posteriormente, durante los primeros dos siglos después de Cristo, la ciudad siguió creciendo y hubo una explosión de construcciones audaces y pirámides inmensas, así como otras edificaciones cívico-ceremoniales, todo esto dio como resultado el complejo monumental más grande e impresionante de toda Mesoamérica”, expresó.
De acuerdo con George Cowgill —quien en los años 80 participó en el Proyecto de Mapeo de Teotihuacan, así como en las excavaciones en el Templo de la Serpiente Emplumada—, durante ese periodo que comprendió los siglos I y II d.C., es posible que ascendiera “una serie de gobernantes poderosos, ambiciosos y muy talentosos, quienes desestabilizaron las instituciones igualitarias para cohesionar este cambio”.
Sin embargo, alrededor del siglo III d.C., como lo llevan a pensar distintas evidencias arqueológicas, entre ellas la destrucción profana del Templo de la Serpiente Emplumada, se dio una reacción en contra de este Estado despótico y se introdujeron prácticas colectivas más formalizadas de gobierno.
“En las fases Tlamimilolpa (225-350 d.C.) y Xolalpan (350-550 d.C.), la estructura que estaba encima del Templo de la Serpiente Emplumada fue quemada y la pirámide fue dañada en grados extremos, es difícil pensar que se trató de un acto ritual para la renovación del edificio. Es más probable que fuera una destrucción profana.
“En lugar de construir una pirámide todavía más grande para cubrir la anterior, se llevó a cabo una nueva, de tipo escalonado, con un tamaño suficiente para ocultar la mayor parte del frente del templo previo, pero no lo suficiente para cubrir los daños en ella. Esto sugiere un fuerte repudio hacia lo que representaba el templo anterior”, anotó el Dr. Cowgill, coeditor del libro El colapso de los Estados antiguos y las civilizaciones.
Para el siglo VI —continuó—, Teotihuacan ya estaba en declive y la población de la ciudad, que en su auge llegó a tener 100 mil habitantes, decayó. Es probable que las élites acumularon tanto poder y riqueza a expensas del gobierno central, que el Estado ya no podía funcionar bien”.
Una centuria más tarde, concluyó Cowgill, el centro cívico ceremonial fue destruido en una conflagración y el Estado teotihuacano colapsó, la cultura material subsecuente muestra poca conexión con la otrora megalópolis. Los antiguos barrios ubicados en la periferia de la ciudad recibieron probablemente migraciones venidas del Occidente.